Ante la partida física de un grande, de un hombre honesto, de un revolucionario cabal, víctima de la COVID-19, retomo lo que escribí en alguna ocasión. El alma no me da para más.
“A Roberto Pupo Verdecia ─Pupo para todos─ lo conocí en Mayarí, ciudad ubicada en el centro─este de la provincia de Holguín. Llegué a las instalaciones de la Empresa de Servicios Ingenieros Dirección Integrada de Proyectos─ESI DIP─Trasvase, junto con los secretarios generales en cada territorio del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Construcción (SNTC), como parte de una visita que, a mi modo de ver, marcó la mejor forma de realizar los encuentros sindicales, con los pies y la mente puestos en la base.
“Solo tenía algunas referencias del director de esa entidad, vinculado a obras hidráulicas trascendentales y una de las personas que más se ha consagrado a la construcción de los trasvases, los cuales marcan un antes y un después en el establecimiento de cauces seguros para llevar el agua “de donde hay a donde no hay”, como él afirmó en aquella ocasión.
“Esa jornada, más que de visita, permitió asistir a una clase magistral impartida por Pupo, sin que esa fuera su pretensión, al intervenir en la reunión de secretarios generales del SNTC. Apenas habló de su empresa, de los muchos logros, de la condición de colectivo Vanguardia Nacional a base de esfuerzos extraordinarios y sobrecumplimientos reiterados. Centró sus palabras en los trabajadores; en los hombres, en el sentido genérico del vocablo, quienes son los que ejecutan las obras y deciden el avance, la calidad, la materialización de los cronogramas…
“Jamás podré olvidar ─porque admiro la humildad, sobre todo─ cuando expresó que él saluda y se preocupa igualmente por un ingeniero que por el jardinero. “Siempre que salgo de estas oficinas y paso por el jardín lo saludo, porque su trabajo también es importante”. Un jefe que piense de esa manera tiene que lograr buenos resultados y ser querido por quienes laboran bajo su mando, me dije de inmediato.
“Nació en esos días una amistad que ha perdurado. A pesar de sus reiteradas invitaciones, una de ellas formulada personalmente en el Palacio de las Convenciones de La Habana, en uno de los recesos de las sesiones finales del XXI Congreso de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), a las que asistió como delegado directo, no he podido regresar a Mayarí. La distancia y otros inconvenientes no lo han propiciado. “Quiero llevarte por todo el Trasvase, para que veas directamente qué clase de obra”, me ha dicho más de una vez, pensado sobre todo en los lectores.
“Como no ha quedado otra alternativa viable, nos comunicamos por Facebook. A pesar del poco tiempo que él dispone, dada su elevada responsabilidad y múltiples ocupaciones, dedica tiempo a “subir” sus post y a interactuar con las amistades. Jamás le he enviado un mensaje a Pupo que no lo haya respondido.
“Amante del helado y de su familia, orgulloso y feliz con sus padres, ya ancianos, su esposa, sus tres hijas, y sus tres hermanos, se adivina en él un especial apego a la familia”.
Lamento no haber respondido a su invitación reiterada, COVID-19 mediante y peligro permanente. No podré jamás responder a su amable invitación, a su cortesía. Y jamás olvidaré el encuentro con su familia en Birán, donde nacieron los Castros, los guías, las luces.
Llamé al funeral. Me atendió otro amigo: Carlos Luis Abreu Junco, director general de la Empresa Constructora de Obras de Ingeniería (Ecoi) no. 16, también gran amigo de Pupo. Apenas hablamos; el silencio marcó el dolor.
Pupo fue un Héroe del Trabajo.
Cuando un amigo se va, se siente un espacio, que nunca lo ocupará el sentimiento de otro amigo.