El inminente peligro que representó el rápido desplazamiento de la tormenta tropical Elsa y su proximidad a Cuba motivó jornadas de atención y tensión de un extremo a otro de nuestra geografía.
Se libró una batalla de principio a fin por la protección de la población y adoptar cuanta medida fuera necesaria a fin de preservar los recursos materiales y minimizar los posibles daños del meteoro.
Un conocido refrán popular afirma que “después de la tormenta viene la calma”, sin embargo, el país continua absorto en otro combate diario y sin tregua contra un enemigo que ha acrecentado su azote y muestra un vertiginoso ascenso con cifras alarmantes de contagios de la COVID-19 y sus nefastas consecuencias.
Para nadie es un secreto la alta complejidad que caracteriza el contexto epidemiológico actual. Lograr contener la transmisión del virus no es solo tarea del Sistema de salud y del colosal esfuerzo que también lleva a cabo la ciencia cubana.
Además de la responsabilidad que le compete a las instituciones de las provincias y municipios, la disciplina familiar y el actuar consecuente de cada ciudadano y ciudadana en su centro de trabajo o donde quiera que se encuentre resultan factores determinantes para contrarrestar la propagación del Sars Cov-2.
El admirable empeño que día a día despliegan miles y miles de hombres y mujeres en hospitales, policlínicos, centros de aislamiento y entidades científicas debe estar acompañado por el más estricto cumplimiento de las regulaciones sanitarias establecidas como el uso obligatorio del nasobuco, el distanciamiento físico y social, por solo citar algunas medidas.
Se trata, en resumen, de ganar más conciencia de la percepción de riesgo y de peligro. Así daremos un voto unánime a favor de la vida.