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Matanzas: Una cruzada por la vida

Cuando hace 16 meses el SARS-CoV-2 desem­barcó en la Mayor de las Antillas, una certeza se antojaba tan clara como la arena de Varadero. Matanzas, peso pe­sado de la economía cubana, no podía ser tomada por el nuevo co­ronavirus.

Personal sanitario de varias regiones del país refuerza la atención en la red asistencial de la provincia. Foto: Alexei A. Mclntosh León

La obviedad del argumento implicó diseñar medidas en co­rrespondencia con las caracterís­ticas de un territorio convertido en plaza de una elevada población laboral en el turismo, la construc­ción y el petróleo, eje estratégico asentado en Cárdenas, pero con ramificaciones en los otros 12 mu­nicipios, en los que habita fuerza de trabajo de esos sectores.

Con tanta dispersión, y la movilidad como aliada de la COVID-19, entre otras variables de riesgo, la provincia se tornaba vulnerable. Por un tiempo largo a raya mantuvo el virus. De la no­che a la mañana, al parecer frá­gil, agotada, lo dejó entrar. Ma­tanzas no podía enfermarse, pero sucedió. Y su lamento es ahora un toque de tambor, rumba de los Muñequitos asentados allí y que resuena en el alma misma de la nación, y más allá.

¿Cómo se contagió? ¿Por qué se ha complicado así? Son preguntas con respuestas diversas, porque ninguna causa por sí sola tuvo la culpa. Hoy, la apuesta es una, y se llama vida.

Para conseguirlo, aquí se li­bra, en el sentido exacto, una ba­talla, tácita evidencia de la esta­tura humana de este país. Como cura, la solidaridad llega de mu­chas partes.

 

Un canto de fe por Matanzas

Mario Sabines Lorenzo, goberna­dor de esta provincia, tiene más canas hoy que antes del 12 de ju­nio, fecha del inicio de tan feroz rebrote. Lo escucho hablar y re­cuerdo sus palabras y las del pri­mer secretario del Comité Provin­cial del Partido Liván Izquierdo. Los dos apostaban por el ingreso hospitalario de los contactos de los contactos de los contactos, un plan que sonaba exagerado. En­tonces, algunos se escondían y protestaban por ser dados como vínculos con positivos.

En Matanzas funcionan 111 centros de aislamiento y no alcan­zan. La red misma de servicios de salud quedó pequeña por el incre­mento de enfermos y sospechosos; se afectó la calidad de los servi­cios, la atención oportuna, y pro­vocó no pocos infortunios.

El panorama va cambiando. “La incorporación de recursos humanos y materiales posibilitan incrementar capacidades no solo para pacientes graves y críticos en hospitales, sino para afrontar de manera integral este pico de contagios, con acciones incluyen­tes hasta de la distribución de ali­mentos para disminuir la movili­dad de las personas”, asegura el Gobernador.

Si algo suscitó fuertes quejas en la población fue la larga espe­ra por pruebas de PCR realizadas. Cuando el jueves pasado se infor­mó la alarmante cifra de 3 mil 559 positivos “comenzábamos a empa­tar exámenes pendientes”, escla­rece Ailuj Casanova Barreto, di­rectora de Salud en la provincia.

“La incorporación de equipos extractivos y especialistas del IPK, entre disímiles alternativas —explica— permitió llevar de mil 700 a 2 mil 500 la capacidad dia­ria del laboratorio de biología mo­lecular, a lo que se unen los test de antígeno”.

Justo la alta confiabilidad de los llamados test rápidos (del 95 % en Matanzas), y los cambios en los protocolos de actuación, facilitan clasificar a los pacientes según su estado clínico y enviarlos a hospi­tales, centros de aislamiento o al ingreso domiciliario.

“Pasar la enfermedad en los hogares —aclara— demanda del óptimo funcionamiento de la Atención Primaria, estruc­tura donde son piezas claves los consultorios del médico de la familia, centros poco a poco favorecidos con el personal sa­nitario que les faltaba.

La certeza de que cada medi­da se corresponde con el momen­to, sin que ello signifique perfec­ción ni soluciones acabadas, trae muchas esperanzas. Recorridos por barrios, centros asistenciales y hasta el monitoreo a las redes sociales, contribuyen a ir despe­jando problemas.

Francisca Gómez, del repar­to Camilo Cienfuegos, asegura haber sentido un profundo alivio cuando se enteró de la visita del Presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez. “Si el Presidente está aquí, estamos salvados”, se dijo, sin por ello “restarle mérito a los otros dirigentes”, acota.

 

Anónima entrega

A mes y medio de su contagio, Yai­lin Báez Hernández trabaja en un centro de aislamiento, junto con ella Arlet Rodríguez Saavedra, también recuperada de SARS-CoV-2, a quien hace poquito la cepa Delta le arrebató a su padre, a su joven padre de 49 años.

Son dos inspiradores ejemplos que engrandecen la actitud de sus compañeros de sexto año de la carrera de Medicina, 376 en to­tal, insertados en la red de insti­tuciones sanitarias, debut laboral del mes de septiembre, adelantado por este fatídico rebrote.

En esta conspiración a favor de la vida nadie quiere perder un minuto. Taymí Martínez Naranjo, cirujana del Hospital Universi­tario Clínico Quirúrgico Coman­dante Faustino Pérez, se siente avergonzada de estar en el reposo de su casa sin poder ayudar. “Mu­chos de los que hemos enfermado queremos volver ya”, refiere desde su ingreso domiciliario en el re­parto Pastorita.

Brigadas del destacamento Henry Reeve desembarcaron en Matanzas. ¿Cuántos? El número no importa, ellos están aquí. Solo dos semanas pudieron descansar tras su regreso de Panamá. Fo­gueado en estas lides, el doctor Carlos Ricardo Pérez Díaz, de La Habana, no puso reparos en ayudar a sus colegas del Faustino Pérez.

Matancera de pura sangre, así se reconoce Daylis Ramos, radióloga en el yumurino hos­pital pediátrico. “Cuando la pa­tria convoca, no se titubea”, dice la especialista de 34 años, que se encontraba entrenándose en La Habana para cumplir su segunda misión en el exterior.

Muchos nombres quedan fuera de la mano extendida a una pro­vincia más acostumbrada a dar que a recibir. Leonardo Mancha, trabajador del turismo, ofreció su carro a salud pública; carpinte­ros de varios territorios fabrica­ron más de 2 mil camas, mientras viajeros canadienses sorprendían con jeringuillas, un adelanto de la carga traída por un avión que des­pegó en Toronto.

 

La disciplina como reverencia

El canto a la vida entonado en Matanzas merece un coro gi­gante, un concierto de buena fe en el que la disciplina suene mejor.

No obstante las medidas de todos los tipos, la movilidad sigue siendo un problema para bajar las altas cifras de contagios. Foto: Noryis

“Este rebrote no es el efecto de un sistema de salud que no ha hecho bien las cosas, sino de la actitud individual y colectiva de cada cual. Así es como se disemi­na el virus”, lamenta la cirujana Taymí. “Aunque la postura irres­ponsable no es la única causa, precisa, sí promueve la expansión de la enfermedad. Entender esto, insiste, es fundamental para evi­tar más contagios, bajar los flujos indiscriminados de personas a los centros de salud, concentrar­nos en personalizar la asistencia y empezar a contener la transmi­sión”.

Del lado de allá del teléfono, desesperada por volver a su hos­pital, la joven de 34 años envía un mensaje: “Preferimos prescindir de aplausos y de la recompensa del reconocimiento, lo que nece­sitamos es más disciplina”, clama.

Para que las cosas funcionen, el movimiento sindical está urgi­do de exigir todo lo que debe con el fin de lograr ambientes laborales sanos y sostenibles en el tiempo, solicita Osmar Ramírez, secreta­rio general del Comité Provincial de la CTC.

“Para ganar esta batalla, afir­ma convencido, confiamos ente­ramente en el pueblo matancero, revolucionario, laborioso y culto, como nos definió el Comandante en Jefe Fidel”.

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