Las lluvias de los últimos días del mes de junio han despertado los deseos de muchos niños y adolescentes de salir a las calles a bañarse bajo los aguaceros y desafiar los riesgos que impone la COVID-19, en momentos en que cada día aumenta el número de niñas, niños y adolescentes infectados por el nuevo coronavirus.
[image_carousel source=»media: 271193,271194,271195,271196″ crop=»5:4″ columns=»2″ spacing=»no» align=»left» max_width=»750 px» captions=»yes» dots=»no» link=»image» autoplay=»4″ speed=»slow» image_size=»full»]Aunque las autoridades competentes han reiterado insistentemente la necesidad de extremar las medidas ante la compleja situación epidemiológica que vive el país, algunos hacen caso omiso, y se exponen al peligro.
Es evidente la falta de percepción de riesgo y también de indisciplina. El rigor tiene que partir desde el hogar, desde la familia.
La exigencia y el cuidado de los padres sigue siendo vital para evitar males mayores. En estos días, para alegría de todos, se informó que ya Cuba comenzó con la población pediátrica el ensayo clínico recientemente aprobado por la autoridad regulatoria cubana, no obstante, el cumplimiento riguroso de todas las medidas higiénico-sanitarias establecidas sigue siendo la principal arma.
El tiempo de jugar se acerca, pero mientras tanto, cuidar a los pequeños es lo mejor.