La reciente aprobación por el Consejo de Ministros del perfeccionamiento de los actores de la economía cubana, abre a corto plazo nuevas perspectivas de desarrollo para sus disímiles actores.
Como se explicó hace pocos días, esta transformación es un proceso abarcador, cuya mayor complejidad radica en que debe implementarse al unísono tanto para la empresa estatal; como para las cooperativas no agropecuarias; y las micro, pequeñas y medianas empresas.
Esto a su vez conllevará a una visión mucho más realista de lo que en realidad es el trabajo por cuenta propia, forma de gestión que como siempre se ha hecho notar por los especialistas, ha servido de sombrilla para organizaciones productivas y de servicios que rebasan los límites de ese concepto.
Lo más notable en estas decisiones sería entonces la diversidad de fórmulas organizativas con que se podrá amparar prácticamente cualquier tipo de emprendimiento, ya sea estatal o particular, en función de quitar trabas y propiciar mayor flexibilidad y eficacia entre nuestras entidades económicas.
A nadie escapa que tales cambios requerirán de una fuerte labor normativa y, sobre todo, de capacitación sobre el terreno cuando se promulgue la legislación respectiva.
Y como mismo ocurrió con la Tarea Ordenamiento, la experiencia indica que tampoco esta nueva modelación del entramado empresarial del país será un esquema rígido o acabado, que quede listo y funcionando bien, de un día para otro.
No solo por esa variedad eslabones que intervendrán, sino porque la propia naturaleza de la actividad económica implica aprendizajes, reajustes, e incluso tropiezos, sobre todo en modos de hacer que no tienen precedentes, como ocurre con ese tránsito de negocios particulares a título individual, a maneras de organizarse ya como personas o entes jurídicos, con más posibilidades de actuación y también responsabilidades superiores ante la sociedad.
No es posible obviar tampoco el difícil contexto económico en que el país se ve obligado a realizar estas modificaciones conceptuales y prácticas, lo cual para algunos podría parecer una amenaza, cuando en realidad es imprescindible asumirlas como una oportunidad.
La oportunidad, sí, de reactivar y potenciar capacidades productivas y de servicios en el momento en que más lo necesitamos, a partir de dar rienda suelta a la iniciativa y la creatividad de colectivos de trabajadores, empresarios y emprendedores individuales, que buscan nuevos espacios y vías para mejorar sus propios resultados y beneficios económicos, a la vez que contribuyen a un mayor crecimiento y bienestar social.
Por tanto, no hay que desesperar, ni tampoco dejar de empujar. Hay otras oportunidades a las puertas para las cuales es posible empezar a prepararse, con proyectos y sueños tan retadores como alcanzables. Todo está en hallar esas micros, pequeñas y grandes razones, individuales y colectivas, que nos permitan, junto a empresas de todos los tamaños, cada día avanzar más.