La tarde de 1967, cuando salió de la escuela junto a Celso Tamayo, se definió el destino de Ángel Herrera sobre un ring. Tenía nueve años, pero su amigo lo convenció de una manera inusual:
“No tenemos novia y mira a tus hermanos y a los míos como sí tienen por el boxeo. Vamos a meternos en ese deporte”. Vestidos de uniforme llegaron hasta el gimnasio de la calle Paseo, en Guantánamo, donde los recibió José María Chibás, más conocido por Chema. No tuvieron a corto plazo muchas muchachas para repartir besos, pero Herrera se convertiría en leyenda del cuadrilátero en menos de 10 años con dos títulos mundiales (1978 y 1982) y olímpicos (1976 y 1980) a base de talento, sacrificio y entrega total.
Ahora desde la sala de su hogar en Guanabo, se puso los guantes y lanzó ganchos y jabs, en medio de recuerdos y anécdotas. El diálogo fluyó sin ataduras. Y después de tantos años volvió al podio.
Siendo todavía juvenil gana bronce en un torneo Playa Girón…
Antes no existía la diferencia entre escolar y juvenil, ni entre juveniles y mayores. Eso fue en 1975, pero no me subieron al equipo nacional ahí, sino que sigo entrenando en la Espa de Santiago de Cuba. Al año siguiente, en el Playa Girón, salgo campeón al derrotar a otro guantanamero, José Aguilar. Entonces sí entro directo a la selección principal.
¿Cómo llega tan rápido a ser nuestro representante en los 57 kilogramos para los Juegos Olímpicos de Montreal 1976?
Era el cuarto en esa división cuando llegué al equipo, pero me incluyen para ir a una base de entrenamiento en la altura de México, con el objetivo de ayudar a los compañeros y por si pasaba algo con los titulares de 57 y 60 kilos. Esa preparación me vino de maravillas y cuando comenzaron los sparrings los profesores vieron que les ganaba a los de 57, 60, 63 y hasta a los de 67. Llegué a tirar más de 100 golpes por minuto. Lo que quería era participar en los Juegos Olímpicos y si me daban la posibilidad aprovecharla.
¿Y cuándo se decidió todo?
El último día de los sparrings con Genovevo Griñán fue unánime mi victoria. A la semana anunciaron el equipo en la Ciudad Deportiva y me quedé sorprendido cuando dijeron mi nombre para representar a Cuba en los 57 kilos. Era el más nuevo y nadie confiaba en mí, porque de ayudante en la altura me convertí en titular.
Hablemos entonces de ese primer oro olímpico
Ya en Montreal le dije a Alcides: “No voy a venir desde tan lejos a perder”. La estrategia era pensar solo en la pelea que me tocaba ese día, paso a paso. Al final eché cinco combates. Al indio Rai le di nocao en el primer asalto, después me tocó un venezolano que se fue del parque 5-0. Luego vino el americano Dasvey Armstrong, uno de los favoritos, pero no lo dejé respirar, de campana a campana, durísimo, hasta que gané 3-2. En semifinales vencí al mexicano Ángel Paredes 5-0 y la final fue contra el alemán Nowakowski.
Histórica esa pelea, muchos la recuerdan todavía
Sagarra me manda a estudiarlo en el primer asalto, pero él era más alto y tenía extremidades muy largas, por lo que me ganó 20-0. Cuando voy para la esquina ni me senté. Estaba disgustado. Salgo al segundo asalto y cuando le tiro el jab, me metió un derechazo en el ojo que vi más de 300 mil estrellas. Pero no bajé las manos y cuando me viene la vista veo un bulto y lo hago correr para la mano zurda. Ahí mismo le soné un recto de izquierda y lo noqueé. ¡Qué clase de emoción!
La foto con Fidel fue el inicio de muchos encuentros
Los boxeadores éramos prioridad para él, nos recibía y despedía siempre. En esta foto (señala el cuadro que está en la sala) me dijo: “Felicidades, porque pasaste de juvenil a campeón olímpico”. Él iba a cada evento nuestro y a los topes contra Estados Unidos no faltaba, se metía hasta en los camerinos para saber cómo estábamos. Son decenas de anécdotas (se emociona y las lágrimas corren).
Belgrado 1978 le reservó el primer título mundial
Seguía en 57 kilos, aunque con más confianza y experiencia. El jefe de esa delegación fue el Comandante de la Revolución Ramiro Valdés, quien dormía frente a mi habitación. El día de la final mandaron a dos mujeres para que me sonsacaran y perdiera contra el púgil del país sede, Brastilav Ristic, pero me hice pasar por otro y finalmente tocaron en el cuarto del Comandante, quien las mandó a expulsar del hotel inmediatamente. Gané el oro tirando más piñazos que un ventilador cuando echa aire, según el propio Ramiro.
¿Por qué nunca ganó unos Juegos Panamericanos?
Esa no era mi competencia. En 1979 me quedé sin medallas y en 1983 me enredó el norteamericano Pernell Whitaker y terminé con plata. Tengo dos espinas clavadas: los Panamericanos y los Juegos Olímpicos de 1984, donde pude haber ganado mi tercer oro.
¿Algún recuerdo especial de Moscú 1980?
Resultó más fácil que en Montreal, no obstante, contra el ruso Demyanenko en la final tuve que poner el extra. Desde el pesaje empezó la cosa, porque le metí un empujón ya que le tocaba a él primero y quería que pasara yo. Cuando vino a saludar en la esquina le puse un traspié. Al finalizar el primer asalto tenía el ojo hinchado, sin embargo, aguantó hasta el tercero porque era guapo.
¿Qué representaba ser el capitán de un equipo tan premiado?
Estaba orgulloso de que un guajiro de Guantánamo hubiera llegado a ser campeón olímpico y defender a Cuba desde el boxeo. No era un pugilista técnico, dependía de mi preparación física. Al ponerme de capitán en 1977 solo quería que todas las divisiones tuvieran resultado. Fui también capitán de la selección América en la Copa del Mundo de 1981. Llegamos a tener un equipo de respeto a nivel mundial. En muchas competencias si tocaba la primera pelea con un cubano, algunos ni se presentaban.
En 1982 logra vencer a su rival más enconado: Whitaker
Ese fue el primer mundial donde logramos cinco medallas de oro. Discuto el título con el americano Whitaker, a quien no había podido ganarle hasta ese momento. La mano la tenía fastidiada, pero antes del combate el doctor Raúl Follaca me infiltró. Le di un izquierdazo por el tronco de la oreja que lo tiré.
Imprescindible hablar de dos amigos: Stevenson y Horta
Teo fue un excepcional deportista. Haber sido capitán del equipo me permitió conocer más sus virtudes. Días antes de fallecer habíamos planificado reunirnos, pero la muerte nos lo robó. Horta y yo éramos uno. Cuando lo suben a 57 kilos peleamos en un Cardín y perdí. Me sugieren pasar a 60 kilos, pero la amistad se mantuvo de por vida, como buenos hermanos.
¿Por qué un retiro tan temprano?
No podía ir a los Juegos Olímpicos de 1988 por el límite de edad que estaba puesto y por tanto, decidí retirarme. Influyeron también las lesiones en las cejas. En eventos internacionales nunca me pasó, pero en Cuba se me abrió la herida varias veces. Hablé con el profe y me dijo: “Si decidiste descansar para estar con tu familia no podemos hacer nada. Bastantes glorias le has dado al país”. El retiro fue en el Cardín de 1985 en Ciego de Ávila.
Y llegó una etapa esplendorosa como entrenador
Empecé por la Eide Mártires de Barbados. Luego estuve tres años en Perú, donde no me querían soltar por los resultados que tuve con escolares. También presté colaboración en Bulgaria. Maikro Romero pasó por mis manos. Me ponía los guantes con él porque me gustaba hasta correr con mis atletas. Conmigo no había vacilón.
El profe Sagarra
Es hablar de una leyenda. Ha sido uno de los mejores entrenadores no de Cuba, sino del mundo. Además, era hombre a todo. Nos conocía perfectamente y sabía en las condiciones en que tú estabas, incluso cuando hubieras tenido un mal sparrings.
¿Qué opinión le merece el boxeo actual?
Los pugilistas actuales son más beneficiados en el tema económico, cuentan con mejores condiciones de vida y todos tienen carro, pero siento que les falta un poco más de amor a lo que practican. Les he dado consejos a algunos y no todos lo asimilan. A pesar de eso, el boxeo seguirá siendo el que más medallas aportará a nuestro país.
¿Apoya que Cuba inicie el boxeo femenino?
Las mujeres aquí hacen de todo, constructoras, técnicas, dirigentes, y están en lucha, judo, kárate, taekwondo, por qué no pueden practicar boxeo. Lo que hay es que protegerlas bien. Seríamos una potencia. Se ha discutido muchas veces, pero no se decide aún. Tengo una nieta que me dice: “Abuelo, cuándo me vas a entrenar” y tiene 6 años. La hija de Mohamed Alí es campeona mundial.
Guantánamo es tierra de deportistas, en especial de pugilistas
Es la provincia más intrincada y la gente cuando se dedica a cualquier cosa quiere dar lo mejor. Siempre faltaron guantes de boxeo para entrenar, pero sobraban fibras para trabajar. He tenido ganas de poner un gimnasio en mi casa. No podré dar mascota por las secuelas del accidente, aunque sí enseñar a amar este deporte.
Pese a la limitación física, se ve muy fuerte a los 61 años
Esto se lo debo a que entrenaba mucho. Alcides decía 10 vueltas y daba 15 o 20. Llegué a ir de Alamar a la Ciudad Deportiva corriendo por Vía Blanca. Otras veces iba hasta lo último de Guanabo, me tiraba en la playa y regresaba corriendo.
La fama y la familia
No sé qué significa ser famoso. Soy normal, como cualquier cubano. Los niños del barrio me dicen campeón porque sus padres les cuentan de mis peleas y medallas. La fama mejor es ser sencillo. Salgo, camino, boncheo con los vecinos y los fines de semana me siento a ver sóftbol en el terreno frente a la casa.
Si no hubiese subido a un cuadrilatero, ¿qué sería Ángel Herrera?
La música me gustaba mucho. Tocaba batería y bajo sin haberla estudiado, solo por oído. De vez en cuando lo que ponía era música con mis manos en el ring. Después de 225 victorias y 12 derrotas, este ejemplo de deportista para las nuevas generaciones no pidió, por modestia, uno de sus deseos más queridos: volver a la Ciudad Deportiva a presenciar un cartel de boxeo. Ojalá y los encargados de hacer realidad ese sueño no demoren en regalárselo. Merecido lo tiene de sobra.