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21 de junio, Día del Trabajador Forestal: Hacer arder la madera

Si hay alguien que puede con­tar la historia de más de tres décadas de pro­ducción de carbón vegetal en el municipio de San Antonio del Sur, en la provincia de Guantánamo, ese es Juan Bautista.

La producción de carbón apasiona a Juan Bautista. Foto: Adriana Rojas Preval

No hay en la zona de Acueducto, donde vive, quien quiera montar un horno y no lo busque a él para que lo encamine y supervise.

Viene de una familia en la que el padre enseñó a sus 10 hijos —cinco hembras e igual cantidad de varones— el arte de hacer un buen carbón… De eso me habló sin presunción nin­guna y con la serena emoción de quien brinda lo que sabe.

¿A qué hora se levanta un carbonero? “Yo, de tres a cuatro de la mañana. Desde los 18 años —si mal no recuerdo— mi papá me enseñó a hacer carbón. Desde el principio me gustó el trabajo, además lo escogí porque estudié poco”.

Hacer carbón es difícil, le dije para avisarle su ventura… “Sí, es duro y de sacrificio. Desde que entras al monte te das muchos golpes en los dedos, las espinas, machucones… vaya que el trabajo más duro que hay en la vida es este.

“Hay que conocer y escoger bien la madera. Y lo más importante: tener paciencia para ha­cer el horno, que es de donde sale todo”.

¿Cómo se hace un horno? “El mío queda bastante lejos de mi casa. Son unos nueve kiló­metros de distancia. Antes de construirlos de­bemos firmar un acuerdo para levantarlo ale­jado de bosques tupidos y poblaciones, y evitar así casos de incendios y otros accidentes.

“El método más tradicional es picar madera dura de todos los tamaños y al final madera bien fina; que quede bien tumbaíto hasta que coja la basura y la tierra, ya después candela. ¡Y a fueguear siete, ocho, nueve días! El mis­mo tiempo que me paso en el monte buscando la madera, cortando y luego llevándola hasta el horno. Es que no cuento con tracción animal para transportarla.

“Un horno de 70 sacos debe tener entre sie­te y nueve días de candela. Y hay que cuidar ese fuego para que no se pierda, para que no se abra. Luego son como tres o cuatro días sobre la brasa extrayendo el carbón y dos días enva­sándolo en los sacos”.

Mucho tiempo de campaña. ¿Qué se lleva para el monte? “Mis herramientas de traba­jo. Llevo café, y si tengo otra cosa la llevo para comer y tener fuerzas. Cuando es por varios días yo mismo preparo algo de comi­da…”.

¿Muchos riesgos, sacrificios? “El riesgo que me ha traído el carbón es por la pierna izquier­da, que no deja de dolerme. Yo se lo achaco al calor y a las caminatas de nueve kilómetros con la leña al hombro. A veces el sacrificio de 100 sacos no se convierte en las ganancias que es­peras, pero sigo, porque esto me apasiona y es mi vida.

“Nos golpea bastante la falta de combusti­ble para el transporte, y de herramientas como hachas, limas, azadas, machetes… —la mayoría de fabricación en el propio territorio—. En oca­siones se labora con motosierras, pero ya poco sirven por el tiempo de uso.

“La escasez de combustible nos afecta el traslado del carbón que sale del horno. Con frecuencia queda ahí, expuesto a la lluvia, al medio ambiente, y a distintas situaciones como el robo.

“El carbón de exportación, que es marabú, se paga a tres pesos el kilogramo y 2,65 el car­bón mezcla, que casi tiene igual calidad, por­que en esta zona seca hay buena madera dura: abunda el pino, el cedro, la majagua, guayacán, quebracho… y otras”.

Considerado un especialista en la materia, a sus 63 años haciendo arder la madera, Juan Bautista Alfaro Artemán es de los más activos asociados a la unidad empresarial de base Ma­nuel Tames, ubicada en el municipio homónimo en la provincia, sobrecumplidora en las entre­gas con destino a la exportación pese a las li­mitaciones que impone el bloqueo económico, comercial y financiero, y a la crisis generada por la pandemia.

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