Nunca he simpatizado mucho con los «tanques» alemanes. No sé si por aquellos aires de superioridad que notaba en sus seguidores o porque realmente con esa superioridad vapuleaban a cuanto equipo se les parara enfrente, entre ellos a mis conjuntos favoritos.
No podía soportar los centros al área que acababan en goles de cabeza o los potentes tiros lejanos, respaldados luego por aquella solidez en defensa y porteros prodigiosos que aparecían cuando tenían que aparecer.
Encima de esto, se fueron volviendo más técnicos, trataban el balón y empezaban a tener «jugones», rompiendo con las características tradicionales de su accionar.
Con esa simbiosis, Joachim Löw los llevó a conquistar su cuarto título mundial en 2014, pero el camino posterior los condujo a un paulatino descenso.
Sin embargo, hoy lo volvieron a hacer y tiraron del orgullo y de esas cuatro estrellas que lucen en el pecho.
En el Allianz Arena de Múnich, una Alemania perdedora en su debut, con dudas, sin 9 de área, con goleadas a sus espaldas y decepciones en en la Copa del Mundo de Rusia y la Uefa Nations League, saltó a la cancha frente al campeón defensor Portugal.
Los lusos, hijos eternos de los teutones, se adelantaron con una diana de Cristiano Ronaldo. Silencio en Múnich. Algunos hablaban del clásico fin de ciclo, de las incapacidades de Löw y de un montón de cosas más que no le daban un ápice de confianza a quien lleva 15 años en el banquillo de la selección y a un equipo con auténticos campeones.
Sacudido, el carro de combate alemán fue metiéndose en la batalla y Gosens y Kimmich, convertidos en puñales, derribaron por las bandas las defensas de los de Fernando Santos. En cuatro minutos dos autogoles de Portugal ponían a ganar a Alemania.
Havertz hizo el tercero temprano en el segundo tiempo a pase de Gosens, quien anotó el cuarto tras centro perfecto de Kimmich.
Por su parte, Santos tardó algo en renunciar al doble pivote de Danilo y William Carvalho, restándole posibilidades a los suyos en ataque, y facilitando el trabajo de Rüdiger, Hummels y Ginter en la zaga alemana.
El campeón intentó meterse de nuevo en juego y descontó por medio de Jota, sin embargo, los alemanes enfriaron el choque hasta el pitazo final.
De esta manera, el grupo de la muerte se pone interesante. Los que daban por derrotada a Alemania ahora pueden empezar a dudar, a temer a los demonios de antaño y de hoy, a la sapiencia del cuestionado Löw y a los galones en el campo de jugadores como Neuer, Kroos y Müller.
Para mi pesar y para bien del fútbol, la Mannschaft parece estar de vuelta. El mundo del más universal suele tener memoria corta, pero no se debe olvidar que los grandes son grandes y, si de alemanes hablamos, cabría usar esa frase popular entre los jóvenes que afirma, sin reparos, que los tanques son tanques.