Si usted pregunta en Artemisa o en el poblado de Pijirigua por Jesús Acosta Ávila, quizás no le puedan responder, pero si dice Timbirita, enseguida le dirán de quién se trata. Desde muy pequeñito un vecino le puso el apodo: “yo iba a su puesto a buscar queque con dulce guayaba, y le decía: ‘dame una timbita’, y de ahí salió, hoy es mi nombre artístico.
“Nací en Pijirigua, en la casa de mi difunto tío Colo. Fue una partera llamada Modesta quien me trajo al mundo. Mi padre, Patrocinio, fue hijo de mambí y mi madre, Eustasia, descendiente de canarios. Éramos una familia numerosa y muy humilde. No tenía ni siete años y ya hacía labores en la casa del batey, en la finca San Antonio; ahí recogía huevos del gallinero, limpiaba los corrales de los puercos y barría el patio. Cuando triunfó la Revolución, tenía 11 años y trabajaba en el campo.
“No podía ir a la escuela. Soy autodidacta, nunca tuve maestros, observando a mis primas Evita, Purita y Aida cómo estudiaban, aprendí”, dijo emocionado, al recordar el pasado.
Timbirita, lo dice con orgullo: es un hombre de la Revolución. En 1966 formó parte de la columna Hasta la Victoria Siempre en la edificación de las obras de San Andrés de Caiguanabo, en Pinar del Río y que fueron impulsadas por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz. A partir de ahí participaría en otras importantes tareas. “Fui parte en 1969 de la Columna Seguidores de Camilo y Che, quienes laboraron en la Isla de la Juventud. También fundador del Ejército Juvenil del Trabajo hasta que pasé a trabajar en la vida civil”.
A este hombre, de hablar fácil y memoria privilegiada, la vida lo dotó de habilidades para hacer poesías y componer canciones. “Era un muchachón y no sabía leer, pero retenía las letras de décimas y boleros y las parodiaba. Fue así que en su paso por Holguín se relacionó con muchos músicos, entre ellos Pachy Naranjo, director de la orquesta Original de Manzanillo, y ahí hizo sus primeras composiciones. “Hoy tengo más de 100 canciones y cerca de 500 poemas”.
Maestro de cocina, carbonero, cortador de caña, recogedor de café, todos esos trabajos los ha realizado Timbirita. “Pero nunca he dejado de hacer poesías, eso lo llevó en la sangre y estará conmigo siempre”, acotó, quien es conocido además como un excelente declamador.
“Me encanta recitar. Mi esposa Cinthia, licenciada en Español y Literatura me ayuda mucho en la dicción y en la ortografía. Además, a menudo leo para ampliar el vocabulario”, alegó.
Antes de la pandemia se mantenía como director artístico y presentador del espectáculo del cabaré Jardín de los Sueños, en Artemisa. “Ahora todo se ha detenido y lo extraño”, afirmó, desde su puesto de cuentapropista en la calle 31, no. 5004, donde vende artículos artesanales para el hogar.
Cubano ciento por ciento, mantiene un gran arraigo por su pueblo natal: “Tengo lindos recuerdos de esas personas humildes y muy humanas, ese es mi sentir guajiro”.
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