Domina el búlgaro, habla italiano, inglés, francés y hasta un poco de alemán, lenguas aprendidas a base de estudios y del entrenamiento de narrar las leyendas del Valle de los Ingenios, mientras prepara un trago.
Sin embargo, es en el idioma del buen hacer donde mejor se expresa el dependiente gastronómico del restaurante Manaca Iznaga. Justo en su consagración habita la mayor destreza comunicativa de Ramón Conrado López.
De Limones Cantero, en el corazón del Escambray, es el hombre seducido por la semántica de la entrega total, por la elocuencia de esa palabra convertida en práctica cotidiana, la aliada constante en una trayectoria hace muy poco reverenciada con el Título Honorífico de Héroe del Trabajo de la República de Cuba.
El pasado 29 de abril, cuando el Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República Miguel Díaz-Canel Bermúdez le colocaba la Estrella de Oro, el sector del turismo asistía al suceso de tener por primera vez en sus filas a un condecorado con tan alto honor en los cinco lustros del Sindicato, en la llamada industria sin humo. Tampoco hubo antes un Héroe del Trabajo en el municipio de Trinidad, en Sancti Spíritus.
¿A qué atribuye ser el primero en 25 años?, le preguntamos. La respuesta, sostiene, habría que buscarla en la falta de rigor en la emulación socialista en algunas provincias donde el sindicato pierde la visión de aplicar de manera oportuna el sistema vigente de condecoraciones. “Nada estimula más que el reconocimiento entregado en el momento exacto, lo sé por experiencia propia.
“Me complace saber que en el Mintur abundan los héroes, conozco a varios. Por eso mi Título es también el de ellos, el del colectivo de Manaca Iznaga y el de otras personas… Nadie triunfa solo, y me alegra que así sea.
“En lo personal siento orgullo por pertenecer a este sector. Sé que a veces se nos mira con prejuicios por relacionarnos con turistas extranjeros y los beneficios que ello trae. Eso es parte de nuestra realidad laboral, como también lo es lo mucho que se trabaja. Es verdad que todavía necesitamos ser más competitivos, elevar la calidad, la eficiencia y los ingresos, pero en cualquier parte del país la gente se emplea a fondo y eso es lo admirable.
“En plena pandemia, por ejemplo, muchos se fueron voluntariamente a hospitales, centros de aislamiento, sembraron, construyeron, o nos encontramos vendiendo alimentos o apoyando en lo que sea… Eso se llama altruismo, sentido de la solidaridad…”.
El propio Ramón Conrado acumula de por vida alrededor de 20 mil CUC de propinas entregados para el programa cubano de Lucha Contra el Cáncer, ¡casi medio millón de pesos en CUP! “Nunca me temblaron las manos para dar lo que fuera”, afirma. “En el pasado mis padres se las vieron mal reuniendo kilo a kilo para atender la poliomielitis de mi hermana… Hay cosas que son sagradas…”.
Precisamente el viejo, un español venido de Canarias, enseñó a sus hijos a ser sinceros, honestos y agradecidos con la Revolución.
De las tres virtudes presume Ramón Conrado. Por eso no hubo sorpresas en el retorno de aquella billetera con 3 mil euros, y sí admiración profunda en el turista noruego que la había extraviado. “Mi gesto es habitual, un valor cultivado en el turismo”, dice satisfecho.
La mayor fortuna de Ramón Conrado
En la búsqueda incesante por hacer bien las cosas piensa Ramón Conrado que está su mayor fortuna y crecimiento… “Soy un perenne insatisfecho, quizás porque amo el trabajo o me enamoro muy fácil de las cosas, no importa lo que sea”.
Por eso Manaca Iznaga es hogar y trinchera al mismo tiempo. “Estoy aquí desde que el restaurante abrió en 1990. Mis logros se los debo a este lugar y al gran colectivo que somos. Disfruto mi mundo de la coctelería, es un campo de pura innovación y a los cantineros nos gusta crear. Prefiero las mezclas con jugos de frutas. Tengo más de 100 recetas con café. Los clientes prefieren lo natural y uno se aprovecha de esas inclinaciones para complacerlos”.
Dirigente sindical por algunos años, no todo ha sido miel sobre hojuelas en la vida de Ramón Conrado. “Problemas no me han faltado. Tres o cuatro administradores intentaron botarme porque yo vivía exigiendo justeza en los sistemas de pago. Uno, cansado ya de mí, anotó en las incidencias de aquella inspección un faltante de unas ramitas de hierbabuena y de tres onzas de café. ¡Imagínense!
“En lo particular, creo en la necesidad de la consagración en cada puesto de trabajo para que el país avance, pero también debe retribuirse según la riqueza creada. En el Manaca ahora mismo abogamos por una mejor distribución de las utilidades formadas en el primer trimestre. La gente tiene que ganar de acuerdo a su aporte individual, solo así se podrá estimular la productividad y la excelencia en los servicios.
Conversador nato, este trinitario de 57 años habla de los efectos de la pandemia en la industria del ocio, del daño del bloqueo de los Estados Unidos en un sector urgido de convertirse en la verdadera locomotora de la economía nacional, y de la demostrada valía de la ciencia cubana, de la trascendencia del 8vo. Congreso del Partido y de la continuidad de la Revolución.
Cuestionado por su pelo largo, respetado por su trabajo
Organizar el tiempo es tarea difícil en la ajetreada vida de Ramón Conrado. Lo necesita para “disfrutar más de la familia, de sus siete hijos y tres nietos”, admite el también delegado del Poder Popular, un mandato revelador de su vocación humana.
Nadie podría olvidar su dedicación en favor de la causa de los Cinco Héroes. “En Milán, Italia, pude contar la verdad de nuestros hermanos, prisioneros injustamente en Estados Unidos. También formamos un Comité de Solidaridad en el restaurante. Me satisface haber contribuido a sumar voces por su liberación”.
Cada agosto, en homenaje al cumpleaños de Fidel, este hombre le entrega a la patria el importe de sus vacaciones, un gesto que se une al de decenas de donaciones de sangre, horas voluntarias en la zafra… Así, a base de la fuerza de su ejemplo, ha logrado imponerse, derribar estereotipos.
Ante el asombro de algunos, Ramón Conrado mantiene un singular corte de cabello, corto delante y largo detrás. “Me lo dejé crecer para protegerme del frío en Bulgaria. Allá estudié cinco años… Al regreso, decidí dejármelo así. Ya forma parte de mi identidad, aunque por ello me haya buscado algunos rollos… Por las propias exigencias de un gastronómico tengo el cuidado de mantenerlo recogido mientras trabajo.
“¿Cortármelo? ¡Qué va! Si lo hago, me pasaría lo mismo que a Sansón, ese personaje mitológico que perdió la fuerza cuando le picaron su melena. No quiero eso para mí”, y sonríe el secretario del núcleo del Partido en el restaurante Manaca Iznaga.
Aún después de conocer a personas de medio mundo, Ramón Conrado López no se desata los ariques. Sigue aferrado a sus orígenes, a la belleza del Escambray, a la historia de Limones Cantero. “Uno tiene que conocer de dónde vino para saber hacia dónde va. Miro el pasado sin oportunidades de mi familia humilde, y me pregunto qué nos hubiera sucedido sin el Primero de Enero. Por eso amo a mi patria, soy fan de esta Revolución”, una verdad que Ramón Conrado López defiende en Manaca Iznaga, y lo hace en el idioma que hablan los héroes.