En materia de salud el desasosiego y la expectativa marcan la cotidianidad de las santiagueras y los santiagueros por estos días.
Lo primero lo determina la persistencia de más de un centenar de pacientes diagnosticados diariamente con el virus del SARS COV2, lo segundo lo incita el inicio de la intervención sanitaria con el candidato vacunal Abdala en territorios y poblaciones de riesgo de esta suroriental provincia.
Aún cuando el pasado 25 de junio se dio otra vuelta de tuerca a las acciones anticovid con 22 nuevas medidas para compulsar una baja en las estadísticas de sospechosos, confirmados, personas en estados grave y crítico, no son tangibles los resultados.
Los por qué resultan tan diversos y complejos como la sociedad misma donde se multiplica la pandemia, pero a mi juicio algunas cuestiones saltan a la vista y son la punta de un iceberg que tiene dimensiones insospechadas.
Por un lado está el incumplimiento de las medidas básicas, que no por conocidas y reiteradas, la interiorizan por igual todas las personas.
Son cuestiones elementales, primarias, básicas, dichas casi desde el mismo día en que se diagnosticó el primer caso de COVID-19 en el mundo: lavado de manos, uso del nasobuco, distanciamiento físico, incluso aislamiento social.
Ello parece caer en saco roto en franco desafío a la muerte, tal vez por cansancio, tal vez por ir “río arriba”, tal vez por baja percepción del riesgo… y quién sabe cuántos tal vez más, pero nunca por desconocimiento.
Es cierto que en Santiago de Cuba, como en el país todo, las carencias, en lo fundamental de alimentos, obliga a los miembros de la familia a buscar aquí y allá lo que llevar a la mesa cada día, pero ello no justifica que la cola para adquirirlos se convierta en un tumulto, en un amasijo de personas que no reparan en lo peligroso de su actitud.
Igual todavía hay personas de todas la edades que transitan sin nasobuco, o con tal pieza al cuello cual babero, gentes que se abrazan y conversan con el rostro al descubierto, cigarrillo y botella de ron que pasa de mano en mano y de boca en boca, incluso los hay que a estas alturas festejan como si no hubiera un mañana (vaya macabra decisión).
En medio de ello, del transporte suspendido en intervalos que van de 8 de la mañana a 4 de la tarde, y de 8 de la noche a 5 de la madrugada, de restricciones en la entrada a la provincia, de incremento del teletrabajo y el trabajo a distancia, crece la esperanza de bajar la incidencia de la COVID-19 en Santiago de Cuba.
Primero con un actuar más responsable, segundo con el crecimiento en el número de personas que se inyectan con el candidato vacunal Abdala.
La intervención sanitaria en territorios y poblaciones de riesgo se extiende por toda la provincia, crece el número de los que vacunados y la esperanza de que aparezca la luz al final del túnel con una vuelta la vida de antes.
Que así sea es una aspiración que no se materializará por su propio peso, depende de todos.
Urge entonces alcanzar esa luz, atraparla, no dejarla ir.
Acerca del autor
Periodista cubana. Máster en Ciencias de la Comunicación. Profesora Auxiliar de la Universidad de Oriente. Guionista de radio y televisión.
Zory, gracias por comentar. Lleva usted razón, pero esa conciencia hay que estimular la y algunas veces compulsarla. No bajan las cifras de positivos, aumentan los críticos y graves en las terapias… urge más acción.
Hace falta que el pueblo tome conciencia de que esta enfermedad mata y que si es posible evitarla cumpliendo con todas las medidas dictada por Salud Pública y el Consejo de Defensa.
Combatir la COVID es tarea de todos no de unos cuantos.
Si se puede,en la Unión estás la victoria.
Gracias por su comentario, Carlos Manuel, claro que Sí se puede. Venceremos, pero hace falta hacerlo en breve tiempo y con el menor costo humano posible. Solo con el esfuerzo de todos, VENCEREMOS.