Fueron sus orígenes como obrero y el combate en defensa de cuanto tuviera que ver con la justicia y el bienestar de sus hermanos de clase la fragua del incansable accionar de Lázaro Peña y la autoridad de su liderazgo en el proletariado cubano.
Nació el 29 de mayo de 1911. A muy temprana edad quedó huérfano de padre y en medio de la pobreza de su hogar, se vio en la necesidad de procurar el sustento familiar como aprendiz de herrero, carpintero, albañil, sin lograr un empleo estable.
Es en la industria del tabaco donde aprende el oficio de torcedor. En su minucioso quehacer escucha la lectura de textos que irán enriqueciendo su cultura popular. El mismo Lázaro ejerció brevemente como lector de tabaquería.
Muy joven abrazó las ideas del marxismo-leninismo. Blas Roca, su compañero de luchas y de militancia en el Partido Comunista lo definió como «verdadero director de las masas populares (…) Lleno de una sencillez y una modestia que solo se pueden hallar en los que realmente son dirigentes».
Transcurría la sangrienta dictadura de Gerardo Machado (1925-1933) cuando Lázaro se incorpora a la lucha sindical y política. A riesgo de su vida organizó huelgas y otras acciones en pro de la unidad de los trabajadores.
Junto a otros líderes obreros se trazó un propósito: lograr la cohesión del movimiento sindical del país en un núcleo monolítico: la entonces Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC), fundada el 28 de enero de 1939. Fue electo su secretario general en el congreso fundacional de la organización, fruto de un largo y tenaz proceso emancipador.
A pesar de amenazas y peligros, Lázaro se enfrentó a los traidores y gánsteres pagados por los gobiernos vendidos al imperialismo yanqui y alentados por la fiebre anticomunista de la Guerra Fría, quienes en 1947 usurparon la dirección de la CTC y forzaron la división del movimiento sindical en la Isla.
Nada fácil sería desde entonces la vida clandestina hasta después de 1959, cuando ocupó las primeras filas en la lucha por la unidad de la clase obrera en defensa de la naciente Revolución Cubana.
El “Capitán de la clase obrera” —como años más tarde lo calificara el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz— junto a otros prestigiosos líderes sindicales encabezó la reconstrucción de las organizaciones sindicales, a la cual Lázaro se incorporó desde sus responsabilidades en el Partido. Con su prestigio, capacidad, experiencia y liderazgo indiscutible contribuyó de manera decisiva a materializar este crucial empeño.
Entre los trabajadores siempre estuvo y a ellos defendió porque el vínculo con las masas era su ambiente natural. Por eso de igual a igual, dialogaba con los obreros de un taller, de una industria o del puerto.
Lázaro no escatimó ni un solo minuto a la redacción de las Tesis del XIII Congreso Obrero y a la discusión de estas en asambleas en los colectivos laborales en que fueron sometidas a amplio y democrático debate.
Incontables y útiles son sus enseñanzas. Sabía persuadir con ejemplos claros y sencillos y un lenguaje comprensible a quienes sostenían un criterio erróneo o estaban confundidos. “La victoria —decía— reside en unir a todos, en incorporar a todos en la batalla por cumplir nuestras tareas”.
Absoluta vigencia seguirán teniendo las palabras del inolvidable cuadro sindical: “Nuestra lucha es por el auge continuo de la economía, la cultura, la ciencia, la defensa, la elevación del nivel de vida del pueblo cubano”.
Este 29 de mayo, al conmemorar el aniversario 110 de su natalicio, recordamos esta estrofa del poeta cubano Jesús Orta Ruiz (Indio Naborí): “No hay que decir tu nombre para nombrarte siempre. Cuando decimos SINDICATO —y hay que decir y repetir esta palabra— diciendo estamos LÁZARO”.