“Siempre se extraña el terruño”, afirmó Hipólito Portuondo Martínez, un guantanamero que al hablar no puede ocultar sus raíces. Nacido en 1961 en Jamaica, municipio de Manuel Tames, rememora a sus padres. “Mi mamá era ama de casa y mi padre, campesino. Los fines de semana, cuando descansábamos de la escuela, lo ayudábamos en el campo. Eso nos enseñó el valor del trabajo”.
Lo dice sentado en un sillón, en el portal de su casa, en el capitalino municipio del Cerro. Conversa a distancia, todo el tiempo con su nasobuco puesto, consciente de que las medidas de protección no se pueden obviar en ningún momento. En los últimos días, el actual jefe de transporte de la Empresa Importadora-Exportadora FarmaCuba lo ha corroborado.
Como tantos cubanos, él es un agradecido de la Revolución, pues para un niño de familia tan humilde en otros tiempos hubiera sido imposible estudiar. “Me gradué en la antigua Escuela Formadora de Maestros Raúl Gómez García y estuve entre los primeros escalafones. Eso me dio la posibilidad de venir para la Escuela Formadora de Maestros Salvador Allende, en La Habana, donde cursé técnico de nivel medio en Logopedia y Foniatría, entre los años 1980 al 82. Posteriormente, hice la Licenciatura en esa especialidad a través del Curso para Trabajadores, en mi provincia natal. Concluí en 1987”.
Hasta ese entonces, Hipólito se mantuvo laborando en el hoy Centro Médico Psicopedagógico de Guantánamo, donde se atienden niños con algunos tipos de discapacidades. “Interactuar con esos pequeños requiere de mucha sensibilidad. Pero es lindo porque ves el resultado, se mejoran las técnicas de comunicación”.
A partir de 1988, Hipólito asumió en su territorio tareas de dirección en la UJC y posteriormente se desempeñaría como cuadro del Partido Comunista de Cuba. Luego del 2013, la Empresa Comercializadora y Distribuidora de Medicamentos (Emcomed) le abrió las puertas y a esta se ha entregado con ahínco.
En la oficina central de Emcomed se mantuvo como balancista distribuidor y luego tuvo oportunidad de cumplir dos misiones en la República Bolivariana de Venezuela, primero en el estado Amazonas y posteriormente en Caracas, la cual concluyó en este año.
Durante estos largos meses de pandemia, Hipólito subraya que ha sido muy cuidadoso con el cumplimiento de las medidas indicadas. Sin embargo, algo falló. “El 18 de abril me percaté que no tenía olfato e inmediatamente fui al policlínico Antonio Maceo, donde me hicieron test rápido de antígeno que resultó positivo. Ya yo había recibido la primera dosis de Abdala. Me llevaron enseguida para el Centro de Aislamiento ubicado en el Instituto Vocacional de Ciencias Exactas Vladimir Ilich Lenin. Ahí me hicieron la prueba del PCR, que dio positivo y me trasladaron para la Universidad de las Ciencias Informáticas. En este lugar permanecí hasta el 26 de abril, en cuanto me repitieron el PCR, dio negativo”.
Hipólito resalta la entrega y dedicación de los que laboran en esos centros, poniendo en riesgo sus vidas, entre ellos muchos jóvenes a los que vio como a sus hijos. “Este 25 de mayo fui a la consulta de seguimiento a las personas que han transitado por la COVID-19. Me hicieron todos los exámenes indicados y felizmente no tengo ninguna secuela”, agrega.
Ya está enfrascado en su trabajo. “Seguiré aportando hasta el día que me jubile, y después, continuaré contribuyendo para lograr el socialismo próspero y sostenible que aspiramos. No podemos cansarnos, y debemos hacer cada día un poquito más”.
Vea aquí otros RETRATOS