Las palabras que una nunca quisiera escuchar golpearon el corazón: “Monduy falleció”. Así me comunicó un colega del periódico Trabajadores. Aún lo recuerdo cuando comencé a laborar en este centro en el año 2003. En ese entonces Alberto Monduy Cintao era el jefe del equipo de Nacionales y enseguida lo distinguí por su sencillez, bondad e inteligencia.
Formó parte del equipo de Haciendo Radio, de la emisora Radio Rebelde. En Trabajadores encontró un colectivo que lo respetó y le tomó cariño. Hizo excelentes reportajes en los que mostró su capacidad de análisis y el dominio de los números (cuando alguna fuente informaba sobre el cumplimiento del plan o el ahorro él también sacaba sus cuentas). Aún después de jubilarse se le veía llegar una que otra vez al Combinado Poligráfico en su inseparable moto. Y desde que entraba por la puerta del periódico saludaba a todos con alegría y se sentaba a contar historias.
Era una de las personas más ocurrentes que haya conocido, a la par de entretenido. Las anécdotas que narraba a veces resultaban increíbles y siempre simpáticas. En varias ocasiones le insistí en que las llevara a un libro, que sería muy bien recibido. Alguna vez dijo que lo intentaría.
Formaban Rosita y Monduy una de esas parejas de siempre, un amor de los descritos por Gabriel García Márquez en sus novelas. Solo la muerte los separó. Hace más de un año ella partió y él quedó desorientado, pese a los mimos de sus dos nietos y Mileydis, la hija. Este 20 de mayo el Mon fue al reencuentro con su amada. Sus cenizas, junto a las de ella, descansarán en el azul del mar; las olas los envolverán y unirán como los dos ángeles que fueron.