Naila, madre soltera, con cinco hijos menores de 10 años, anda doblemente feliz por estos días. Primero fue la casa nueva entregada por el gobierno en el municipio de Santiago de Cuba; luego, recibirla en la demarcación del Consejo Popular (CP) Agüero-Mar Verde, en el que Martha Roque es delegada de circunscripción y Marisela Duharte, presidenta del CP.
Estas dos últimas, corajudas y proactivas, no se conformaron solo con dar cobija, sino que además tocaron decenas de puertas, estatales y privadas, dialogaron, sensibilizaron, hasta que lograron dar más a Naila y los suyos: cama, sábanas, ropa, utensilios de cocina…
La gestión de ambas representantes gubernamentales trasciende como fórmula que por estos tiempos debe aplicarse, según el contexto de cada demarcación cubana, para que el actuar de quienes encarnan esa figura del Poder Popular en el país responda a lo que se necesita y espera.
Nunca ha sido fácil el papel del delegado: ni antes, cuando la economía mostraba un rostro más alegre; ni ahora, cuando el bloqueo recrudecido y la pandemia se juntan para ponerle carga pesada a la cotidianidad.
Lo que ayer parecía inconmensurable: eliminar el microbasurero, dar luz al poste de la esquina, mejorar el parque, viabilizar subsidios y materiales de la construcción… hoy palidece ante la realidad.
En medio de la crisis económica y sanitaria buscar soluciones a los problemas del barrio sigue siendo tarea que se las trae, con la añadidura de carencias de alimentos, productos de aseo y tantísimos más; las colas para acceder a estos, con sus males anexos; la urgencia de atender a los vulnerables; el impacto psicológico y material de las cuadras y manzanas en cuarentena…
No es fácil, como decimos en buen cubano. Y como no lo es, hay delegados incapaces de responder a tanta presión, inmóviles, bajos de batería, carentes de iniciativas para unir, sumar, concretar alianzas con las administraciones y las organizaciones en su radio de acción.
A esos, más que el dedo acusador y la palabra crítica, les hace falta la guía y el acompañamiento del gobierno en sus diferentes niveles, responsables también de que en plena ciudad o el intrincado lomerío, el delegado sea el líder comunitario que precisa el pueblo.
Visibilizar el buen hacer, como el del CP Agüero-Mar Verde, vale en el empeño de que el delegado se active, que recargue baterías.