Ante el cierre al público de los espacios expositivos por el impacto de la pandemia, el ámbito digital ha sido una alternativa muy recurrida por artistas y galeristas. Decenas de exposiciones virtuales de inauguran cada mes en Cuba, en varias plataformas de internet o en las redes sociales. No se trata simplemente de agrupar obras en una publicación, sin mucho orden o concierto. Hay propuestas que cuentan con una seria curaduría, con excelentes ejes conceptuales. Y gracias a las bondades de las nuevas tecnologías, el espectador puede acercarse muchas veces a los detalles de las obras. Apreciar hasta la pincelada mínima.
Hay plataformas especialmente concebidas para exponer el arte cubano, como Artemorfosis, que reproducen en la red galerías específicas. El internauta puede recorrerlas siguiendo las lógicas con que visitaría una exposición presencial. Con el añadido de que puntualmente puede acceder a información de cada pieza, un cúmulo de contenidos asociados a la creación.
Por supuesto, esta experiencia no sustituye la convencional. Pero pueden complementarse perfectamente. Y es una proyección que debe trascender la actual contingencia sanitaria. Estamos convencidos de que no se aprovechan del todo las potencialidades de la red.
Pero la compresión de esas dinámicas debe estar acompañada de la generación de contenidos interesantes. No es «colgar» obras por colgarlas. Hay que pensar.