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RETRATOS: No hay imposibles

Las manos de María Antonia Fernández Bello son prodigiosas.  Ni siquiera la discapacidad ocasionada por la poliomielitis que sufrió hace más de siete décadas, le han impedido dominar las agujas de tejer para hacer increíbles obras o sentarse a la máquina de coser horas y horas: un mantel, una sobrecama; ropa para niños o personas mayores, todo es posible para ella.

 

Las manos de María Antonia Fernández Bello, Toña, son prodigiosas. Foto: Agustín Borrego

 

Aprendió desde muy jovencita, porque para Toña, como la conocen, estaba claro que tenía que aprender algún oficio a fin de ser una mujer independiente. Según cuenta, en 1947 sufrió poliomielitis, enfermedad de la que muy pocos niños sobrevivieron en Cuba.

“Caminé a los siete meses, en casa todos se sorprendieron, estaba perfecta”. Pero a los quince meses llegó la tragedia. En Pijirigua, ─ poblado ubicado en Artemisa ─, no había ningún médico. “Mis padres tuvieron que hacer lo imposible para poder atenderme. Lograron llevarme a un hospital llamado Las Ánimas, en La Habana”. No obstante, quedó mal: lo único que podía mover era su mano derecha.

Los ejercicios, fricciones y la perseverancia de la familia, contribuyeron a que la pequeña recobrara poco a poco alguna movilidad en la mano izquierda y en los pies. Tuvieron que transcurrir dos años para que ella pudiera de nuevo pararse y dar sus primeros pasos. La alegría no duró mucho, pues a los tres meses el pie derecho comenzó a jorobarse.

Su limitación no impidió que fuera a la escuela, aprendiera a leer y escribir y desde entonces tuvo pasión por la lectura y la superación. A los once años, comenzó, de acuerdo con sus palabras, un largo recorrido por el hoy hospital Frank País. “Antes de la Revolución, era muy difícil llegar ahí, pero mi familia se comprometió a darle el voto a uno de los politiqueros de turno, no había otra opción”.

Varias operaciones ha tenido que enfrentar esta mujer, a la que nada ha podido robarle la sonrisa. Luego de enero de 1959, se incorporó con toda su pasión al proceso revolucionario y fue parte activa de la sociedad. Estudió mecanografía y taquigrafía, fue fundadora de la Federación de Mujeres Cubanas y participó en la creación de talleres de corte y costura, impulsados por la organización femenina. Laboró en diversos lugares: desde la fábrica de conserva de frutas Palmarito, en Artemisa; como operadora de una planta microonda en el Plan de Arroz de Majana y estuvo vinculada al otrora central Abraham Lincoln, entre otras ocupaciones.

En 1975, Toña alcanzó su condición de militante del Partido Comunista de Cuba y durante décadas se mantuvo como secretaria del núcleo del Partido. Dadas las dificultades para la locomoción, a los 42 años, tuvo que someterse al peritaje médico.

No obstante, ella no se ha detenido, la máquina de coser ha seguido siendo su fiel compañera, ni siquiera en estos tiempos, en que una caída la llevó a depender de una silla de ruedas, olvida su cercana “amiga”.

Siempre dispuesta a ayudar a sus vecinos y amigos, dijo sentirse agradecida de la Revolución, que le abrió oportunidades sin ningún tipo de discriminación. A sus 75 años, es una de las personas más queridas y respetadas en su pequeño pueblo. Para todos representa un vivo testimonio de que la vida es un reto constante y lo más importante es saber sobrepasar cualquier obstáculo.

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