Azucarero hasta los tuétanos, Manuel Merino Amador nunca dejó de participar en un desfile por el Día Internacional de los Trabajadores. Él siempre estuvo ahí, en primera línea, en primera fila, dice del otro lado del teléfono y se le quiebra la voz al eterno empleado del central Jesús Rabí.
“Quién iba imaginarse que volveríamos a desfilar desde las casas también en el 2021. Nunca pensé que la pandemia duraría tanto tiempo, que nos haría tanto daño. Es muy duro escuchar todos los días al Dr. Durán refiriéndose a los muertos o a la cantidad de personas enfermas. Hay que ser más responsables, cuidarse más para ayudar a un país que da la vida por los suyos”, dice.
“La salud siempre tiene que ser lo principal, aunque a veces uno deje pasar achaques. Ahora no, ahora debemos estar alertas porque sin ella no hay nada. Hay que cuidarse, cumplir con la higiene, quedarse en casa y ser disciplinados. Son cosas fáciles de hacer, comparadas con todos los gastos que hace un país pobre y bloqueado como este para salvar al pueblo del nuevo coronavirus”, clama el Héroe del Trabajo de la República de Cuba.
“Yo mismo podía haber seguido en el Rabí, sin embargo, tuve que jubilarme para cuidar un poco más de mí. Dicen que luzco bien a mi edad (71 años) –sonríe-, pero soy vulnerable. Por eso me jubilé en la zafra pasada. El cuerpo se resiente y me vi obligado a hacerlo”, confiesa.
En el taller de maquinado, considerado el corazón de cualquier ingenio, Merino permaneció buena parte de sus 57 años y 8 meses de labor en el sector azucarero. Nadie olvida allí sus habilidades de operador A de máquinas herramienta. Pocas veces se le resistían cuchillas, raspadores, bronces. A todos los llevaba a la medida exacta. Él sabía que mal ajustados, mal andaría el central. .
Oírlo hablar transmite la sensación de haberse retirado en plena forma deportiva, como lo hacen los grandes campeones. Se lo digo y sonríe, “fueron unos mareítos que comenzaron a hacerme la competencia. Y una pierna con molestias. Ya estoy mejor”.
Asegura haberse ido con la certeza de garantía en la continuidad. “Hay jóvenes allí muy buenos y otros que llegarán de los politécnicos. Un central depende mucho de oficios como el mío. Fui tornero y me convertí en imprescindible para el Jesús Rabí, eso mismo les pasará a los me sustituyeron, todavía con poco experiencia en el oficio, pero eso se alcanza con el tiempo. Lo que sí no se consigue de ahora para ahorita es la consagración. Esa debe ser la virtud más preciada de cualquier obrero”.
A Merino le hubiera gustado, al igual que tantas otras veces, que el central Jesús Rabí saludara el Primero de Mayo con el cumplimiento del plan de producción de azúcar, “pero eso es muy difícil a estas alturas”, dice resignado. “A parte de cosas que salen mal, hubo interrupciones por cuestiones objetivas, que no dependen de los cuadros ni de los trabajadores, sino de las propias dificultades por las que atraviesa el país. Ya no estoy ahí, pero sigo al tanto”, asegura.
De todos modos, dice, se ha hecho un esfuerzo grande en Rabí y eso cuenta mucho. “Cuando algo no se puede lograr, debe existir el convencimiento de haberse hecho todo los posible por conseguirlo. Por eso estoy feliz por las iniciativas de la Central de Trabajadores en Cuba (CTC) y los sindicatos para volver a convertir nuestras casas en plazas. Eso da la medida de que nada puede interponerse en nuestros sueños. Nada”.
Afirma que luego de colgar la bandera cubana en el frente de la casa, hará lo mismo que en el 2020. “Me sentaré a escuchar las palabras del secretario general de la CTC , Ulises Guilarte, e imaginaré que desfilo como todos los años y que subo a la tribuna del Viaducto, en la ciudad de Matanzas. En un año tan difícil como este, hay muchas razones para apoyar aún más a la patria. Ella lo necesita”.