Sobre su rica historia de combatiente guardó silencio durante años. Hizo un profundo mutismo sobre su historia y en particular acerca de la relación que la unió con el Comandante Ernesto Guevara, pero todos le decían: Ernestina, la enfermera del Che.
Ernestina Mirta Masón Crespo se incorporó a la tropa guerrillera a la llegada de Guevara al Escambray. Junto a Aleida March fue una de las pocas mujeres que formaron parte de la Columna 8 Ciro Redondo, del Ejército Rebelde. Antes había sido combatiente de la clandestinidad en Santa Clara, se graduó de enfermera en 1953 y laboró en el Hospital ginecobstétrico Mariana Grajales, de la capital villaclareña, luego del triunfo revolucionario.
La recuerdo consternada durante las honras fúnebres del Che en Santa Clara, en octubre de 1997, estuvo todo el tiempo al lado de los hijos del jefe guerrillero, a quienes quiso como suyos propios. De esas tristes jornadas evoco hoy sus conmovedoras, tiernas y sentidas palabras hacia el Che, llenas de cariño y admiración con una íntima y personal visión: “…era un hombre íntegro, un jefe intachable, un ser humano excepcional. Sigue vivo, su luz es eterna”.
Con su muerte a los 91 años, se perpetúa su leyenda de mujer discreta, enfermera esmerada, de destreza profesional probada, con devoción y generosidad al atender a los heridos, fundadora de los CDR y FMC, una cubana íntegra y sencilla que se recordará siempre con inmenso cariño por su entrega a la patria.
Sus cenizas se encuentran expuestas en la funeraria Santa Clara y serán depositadas mañana en el Panteón de los Combatientes de la Revolución Cubana. El personal de la salud y miembros de la ACRC del territorio le rinden tributo.
Junto a sus restos se han depositado ofrendas florales del Partido Comunista de Cuba, del Gobierno, del Complejo Escultórico Ernesto Guevara, así como de otros organismos y entidades del territorio.