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Ernesto Reynoso: no hay crónica, hay juego

La última llamada del comisionado nacional de béisbol a mi móvil fue por un comentario sobre la final del béisbol cubano. Escuchó las ideas expuestas. Polemizamos. Y al final me pidió que siguiera así. “Tendríamos que preocuparnos si la gente no habla de pelota porque sería su muerte”, me dijo. Este 27 de abril Ernesto Reynoso Piñeiro dejó su pasión inconclusa. La Covid-19 le puso out traicioneramente.

Pocas veces, al menos en este país, se puede hablar bien de un directivo de las bolas y los strikes como ahora mismo lo hacen la mayoría de los aficionados, peloteros, entrenadores y demás amigos, que en apenas dos años de trabajo vieron más luces que sombras en la dinámica, los cambios y el carisma de Ernesto.

Era capaz de persuadir, seducir y enamorar a quienes tenía al lado no solo con la necesidad de una mejor Serie Nacional y de ser preciso en cada detalle técnico, sino también con el sueño de clasificar a nuestra selección nacional para los próximos Juegos Olímpicos en Tokio, como paso imprescindible en el retorno de los triunfos internacionales que por años disfrutó el pueblo cubano.

Al cargo público que más comentarios recibe en redes sociales y entre toda la familia deportiva, Ernesto llegó tras dirigir varios años la organización política en la segunda isla más importante del archipiélago cubano: Isla de la Juventud. Muchos apostaban a que no podría con la responsabilidad porque no venía de la pirámide de cuadros del movimiento deportivo. Y además, su historia beisbolera no era significativa.

Pero la realidad fue otra. Hizo más que los escépticos y los críticos. Organizó cada empeño con las mismas fichas lo que otros no supieron, transparentó la información y borró ataduras de comunicación, llenó de sencillez, ejemplo y lucidez cada decisión en la difícil etapa de pandemia, y como si fuera poco, rescató a peloteros olvidados y dirigió el duro consenso de tener una estrategia nacional de béisbol.

En apenas horas, en menos de una semana, le llegó ese juego final de no poder respirar sin estar en el cajón de bateo, al que nunca pensó retar con 56 años. Lo sorprendió una recta llena de coronavirus cuando ya había derrotado la enfermedad con su empeño de hacer una Serie Nacional con todas las medidas sanitarias posibles.

Será que el béisbol se parece a la vida, reza coincidentemente la canción que escuchaba cuando supe la noticia de su muerte. Ernesto Reynoso, hoy no hay crónica de ningún partido, hay juego de nostalgia y dolor. Y el público aplaude de pie su nombre.

 

 

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