Beatriz y Yaeni coinciden en que hay entidades que exigen la presencia física del personal aun cuando tienen herramientas para realizar el teletrabajo, ponen en duda la calidad de este porque no ven al trabajador cara a cara, y en muchos casos, incluso sin condiciones adecuadas en el centro, se niegan a fomentar esta modalidad.
Al respecto, Alfredo considera que hay que diseñar la estrategia para implementar el verdadero teletrabajo, desde la conceptualización de las plantillas de cargos en las entidades, los diseños de puestos de trabajo, la demanda de recursos para su fomento, que puede ser en ambas modalidades en arrendamiento a Etecsa como suministrador de TIC o según el plan de inversiones de cada entidad, para que este no sea un gasto financiero para quien lo ejecuta y poder exigirle al trabajador su responsabilidad.
Gabriel manifiesta una preocupación que comparten otros internautas, que los gastos de alimentación y electricidad pasan de las cuentas de la empresa a la economía familiar.
En una extensa reflexión, Víctor Ángel Fernández llama la atención, entre otras cuestiones, sobre el hecho de que en el teletrabajo “las llevadas y traídas horas diarias de trabajo, así como la jornada semanal, termina extendiéndose como banda elástica, pues las solicitudes nocturnas y de fin de semana se incrementan a partir de una manida frase: total, si el trabajador está en su casa sin cumplir las horas, entonces puedo llamarlo en cualquier momento y tiene que estar disponible”.
Son todas preocupaciones justas que irán encontrando respuestas en la medida que esta modalidad de empleo se vaya perfeccionando.