La casualidad propició mi encuentro inicial con Rolando de la Paz Alfonso, un teniente coronel (r) del Ministerio del Interior (Minint). Locuaz, extrovertido, y con una memoria asombrosa, me hizo partícipe de un hecho poco conocido, con ribetes novelísticos: la captura ―más bien la recaptura― en 1972 en La Habana de Ramón Bernardo Conte Hernández, el último mercenario de Playa Girón, indultado finalmente por el Gobierno cubano en octubre de 1986 tras gestiones del Senador norteamericano Edward Kennedy.
Tras la fulminante victoria cubana sobre los mercenarios, entrenados, equipados y amamantados por Estados Unidos y llegados a Cuba hace 60 años, Conte se reembarcó y en su muy acelerada huida recaló en la entonces Isla de Pinos. Allí fue capturado y al ser juzgado por los Tribunales Revolucionarios se estableció su vinculación directa con acciones criminales por lo que fue sancionado a 30 años de cárcel.
Caso Granada
En agosto de 1969 Conte logró escapar de la prisión conocida como Melena 2. Al respecto declaró después: “Pensé que se podía presentar alguien y complicar mi situación; por eso en cuanto me fugué traté de salir ilegalmente del país”.
“Pero de inmediato el Minint abrió el caso, que se llamó Granada, en alusión al reparto habanero donde residía Conte por los años cincuenta del siglo pasado, en el hoy municipio del Cotorro”, nos comentó De la Paz, nuestro entrevistado, quien se vinculó al caso en 1971.
“Hicimos múltiples acciones operativas, entre estas la ubicación de familiares, amigos, y otros vínculos, pero ninguna información concreta. Existían versiones de que había abandonado del país ilegalmente, pero todo era mentira; no teníamos nada confiable, solo suposiciones. Nunca le había escrito a su madre ni a otro familiar, pero estábamos convencidos que estaba en Cuba, pues no teníamos información de que estuviera fuera del país.
“Todos sus vínculos los teníamos controlados, incluso a exreclusos amigos de él. En todo ese engranaje de investigaciones resaltó la figura de Roberto Yanes Othón, a quien conoció en la prisión”.
Sin lugar a dudas, el Minint estaba en el camino correcto. Conte había escapado, precisamente, con la ayuda de Roberto Yanes Othón, exrecluso contrarrevolucionario que había participado en algunas acciones de sabotaje, entre ellas la quema de la panadería Los Pinos, en el municipio de Boyeros. También tuvo la ayuda de otra persona, todos en una moto con sidecar.
“Comenzamos a trabajar a Yanes Othón, pero todas las pesquisas daban resultados negativos. Pero supimos que tenía un hermano que residía en el reparto Lutgardita. Se llamaba José Ignacio. Vivía solo y trabajaba a una cuadra de su casa, en una oficina de correos.
“Comprobamos que salía por la mañana, y regresaba por la tarde. Que tiempo atrás su hermano Roberto, el exrecluso, lo visitaba con frecuencia, pero desde hacía más de un año ya no iba a su casa.
“Además detectamos que una persiana de un cuarto de la casa de José Ignacio se abría cuando el dueño estaba afuera. Eso nos extrañó grandemente. A veces medio abierta, luego medio cerrada. ¿Quién la cerró, quien la abrió? nos preguntábamos.
“Asimismo conocimos que desde hacía ya un tiempo, José Ignacio se notaba muy nervioso en su centro laboral, en el correo. Incluso lo vieron tomar sedante. Él no fumaba, pero hacía compras de cigarros en lugares distantes de su casa, y sabíamos que Conte sí era fumador empedernido de cigarros fuertes. También compraba mayor cantidad de víveres de los que acostumbraba anteriormente. Ya eso nos iba inclinando un poquito la balanza hacia allí.
“Por todos los indicios colaterales que rodeaban el hecho, teníamos ya bastante certeza de que encubría algo. Decidimos operar.
“Tomamos todas las medidas para evitar violencia. Estudiamos muy bien el local. La preocupación nuestra era cómo entrar a la casa por sorpresa, pues sabíamos que Conte era una persona muy habilidosa y que José Ignacio cerraba con su llave al salir y a su regreso abría con la llave. Decidimos detener a José Ignacio.
“Subimos la escalera con el detenido, José Ignacio. Le dijimos que abriera la puerta. Cuando Conte sintió que la puerta se abría preguntó: ¿José eres tú? Entramos de golpe.
“Éramos tres: Francisco Sarmiento Di lobo, ya fallecido, mi hermano Próspero y yo. Conte estaba sentado en una silla al lado de una cama escuchando un juego de pelota. Preso. No estaba armado en ese momento. No ofreció ninguna resistencia. No hubo altercado ni faltas de respeto, nada. Lo único que dijo, en el auto en que lo llevábamos detenido fue: ‘De la prisión se sale, del cementerio no’.
“Apreciamos un odio tremendo hacia nosotros, como si quisiera comernos con la vista. Siempre fue anticomunista. Nunca salió de su escondrijo, lo que se notaba por el color blancuzco de la piel.
“A mí me tocó, por orden de la Jefatura, informarle a su mamá que el hijo estaba detenido. Al llegar a la casa del reparto Granada, donde ella también vivía, comienzo a hablarle, y me dice que perdió a su hijo. ‘No, señora, su hijo está detenido y vamos a avisarle para que vaya a verlo’. ¿Pero mi hijo no está muerto? preguntó la madre. No, no, le dije y se me abrazó llorando, como en agradecimiento y sorprendida. Comprobamos entonces que Conte nunca contactó con su madre. Se cuidó mucho”, rememoró Rolando de la Paz.
Un poco de historia
Ramón Bernardo Conte Hernández integró los grupos gansteriles durante los gobiernos de Grau San Martin y Prío Socarrás. “Podría decirse que fue un “tira tiro”, con botellas en varios ministerios”, asegura De la Paz.
Con esos grupos aprendió un poco de todo. Se involucró en homicidios, acusaciones por extorsión, fraudes, torturas, corrupción y abusos. En marzo de 1951, luego de un proceso judicial, fue enviado a cumplir sanción al Castillo del Príncipe, de donde salió un año después, tras el golpe de Estado de Estado de Fulgencio Batista. “Logré salir sin contratiempo alguno. Al poco tiempo pasé a trabajar con Eusebio Mujal, en la CTC, como activista profesional y me dediqué a penetrar el movimiento sindical. Fui delegado de la ruta 79 y me opuse al líder obrero José María Pérez Capote. En los primeros meses de 1958 ingresé a la Policía”, diría el propio Conte.
En la Policía se vincula a un grupo llamado Especial 5, dirigido por el teniente coronel Conrado Carratalá Ugalde, cercano del asesino Esteban Ventura Novo. El grupo se dedicaba a investigar, ubicar, detener, torturar y asesinar revolucionarios.
En la madrugada del 1.º de enero de 1959 logra escapar hacia Miami, donde trabajó en distintas factorías hasta que se alista en la Brigada Mercenaria que desembarca en Playa Girón.
Epílogo
En el nuevo juicio, en 1972, le suman 10 años a su codena inicial de 1961. Al ser indultado el 18 de octubre de 1986 por las citadas gestiones de Edward Kennedy, estaba recluido en el Combinado del Este y sin contar los tres que estuvo evadido, le restaban 15 años por cumplir. Viaja a Estados Unidos en compañía de su madre, quien, incluso, recibió ayuda económica mientras el hijo estuvo preso. Era el último de los mercenarios de Playa Girón detenidos en Cuba. Según declaró, mantenía los mismos principios por los que estuvo preso”, subraya De la Paz.
“José Ignacio fue sancionado por el delito de encubrimiento, y murió en Estados Unidos en un atentado. De Roberto, su hermano, no sé qué fue de su vida. De Conte no he tenido ninguna información de que haya fallecido”, concluye Rolando de la Paz.
⃰ Para este texto utilizamos como documentación la entrevista realizada a Rolando de la Paz por el periodista Luis Hernández Serrano, y publicada en Juventud Rebelde hace algunos años.