Aunque muchas personas no lo consideren así (ya sea por mitos o, simplemente desconocimiento), las adicciones son una enfermedad, que no resulta fácil dejar atrás. No basta con que los padres pongan su empeño en ello, pues resulta imprescindible que el adicto tome la decisión de continuar la vida sin esa condición que lo lleva al fracaso en todos los sentidos.
La médico-terapéutica Elizabeth Céspedes Lantigua, del Centro de Deshabituación de Adolescentes del Ministerio de Salud Pública, señaló que allí llegan pacientes que están, generalmente, en lo que los especialistas llaman la etapa pre-contemplativa, es decir, cuando el enfermo niega tener un problema adictivo y por lo tanto no se propone el cambio rehabilitador.
Es un momento muy difícil —agregó— porque vienen con negaciones, sin aceptar la realidad, muy controversiales con las familias y con la ayuda médica, con ideas ilógicas e irracionales con las que intentan justificar su no aceptación. Ellos argumentan (refiriéndose a la familia): “ustedes son los que están enfermos”, “es normal consumir droga”, “yo paro cuando quiero”.
En la siguiente fase (contemplativa) están conscientes que existe un problema, pero no hacen por cambiar y puede ser que no pidan ayuda con espontaneidad. En la siguiente etapa (de preparación para el cambio) saben que solos no pueden y recurren a la atención médica. Después modifican las actitudes, ya no son los mismos de cuando llegaron. El propósito es mantener lo logrado y no avanzar hacia una recaída.
La también especialista de Primer Grado en Psiquiatría General, Máster en Adicciones, comentó que debe su formación al profesor Ricardo González Menéndez, iniciador en nuestro país del tratamiento de las adicciones, quien considera que la recaída no forma parte de la recuperación sino de la propia enfermedad.
Si un paciente regresa a la recaída es que ha dejado a un lado el programa de recuperación, porque esto es algo que no ocurre de pronto, sino que es un proceso. Hay un período donde el enfermo se va desapegando del tratamiento, con los argumentos de que “ir al centro ya es lo mismo”, “llevo un tiempo sin consumir”. Luego vemos que involucionan hasta que llegan nuevamente al consumo y a la ruptura terapéutica en algunos casos.
“Ante esa situación hay una familia que sufre viendo la pérdida de su adolescente y viene a la institución con la aspiración de evidenciar la problemática, pues muchas veces lo que encuentra es la resistencia de ese joven, su distanciamiento. Él comparte mucho tiempo fuera del hogar y entonces los padres ven limitadas sus funciones educativas, se agotan psicológicamente, tienen inseguridad y sufrimiento”.
¿Cómo y por qué llegan aquí?
“En la gran mayoría de los municipios del país se encuentran los Departamentos Comunitarios de Salud Mental, que constituyen la puerta de entrada al sistema cuando un ser humano decide buscar ayuda médica de este tipo. Son los primeros que establecen la relación con el paciente, incluso realizan labores de pesquisaje para detectar a los muchachos y a las familias en riesgo.
“El Centro de Deshabituación (ofrece posibilidades de internamiento) es una institución de nivel terciario para la atención especializada de adolescentes con enfermedades adictivas, no solo por el consumo de sustancias, sino por determinados comportamientos, como pueden ser la adicción a las nuevas tecnologías y al juego (ludopatías)».
“Aquí llegan aquellos que no tuvieron en la atención primaria un resultado terapéutico exitoso, generalmente porque lo hicieron por presión familiar y no porque tenían voluntariedad para el cambio. Incluso algunos de ellos abandonaron los tratamientos y no lograron la abstinencia. Esto nos ha impuesto el reto de crear un programa más especializado que garantice el tránsito de la etapa pre-contemplativa a la contemplativa y, de esta forma, generar la voluntariedad para el cambio”.
¿Cómo ocurre la rehabilitación?
“Muchos vienen luego de haber consumido ese propio día o el anterior, por eso lo primero es la desintoxicación, que también se acompaña de una labor psicoterapéutica. Según nuestros protocolos esto debe durar de 21 a 30 días, como promedio, según la complejidad del caso. Después una segunda fase es la deshabituación”.
¿Cuándo podemos decir que un paciente está rehabilitado?
“Cuando tiene cinco años de abstinencia total y ha tenido otros logros, como por ejemplo la reinserción laboral, escolar, familiar, con un rango de éxito que se acerque a lo normal. El paciente de mayor tiempo que ya tenemos rehabilitado lleva 14 años. Es importante aclarar que estamos hablando de una enfermedad crónica, como pueden ser la diabetes, el asma, la hipertensión, que no tienen cura, pero se pueden controlar”.
En la actualidad, ¿cuál es el perfil de los pacientes?
“Los profesionales ya no somos tan ingenuos como años atrás cuando se pensaba que esto era un asunto de los adultos. En esa época comenzaban consumiendo alcohol y se necesitaba más tiempo para estructurarse el padecimiento.
“El panorama ha cambiado, hoy los adolescentes se inician en el consumo cada vez en edades más tempranas, en algunos casos con 11 y 12 años evolucionando a la adicción. Esto tiene que ver con la propia plasticidad del sistema nervioso central de los más jóvenes, quienes son muy vulnerables a los tóxicos y, por lo tanto, la salud se deteriora con mayor rapidez».
“Las drogas de iniciación son variables, con una tendencia actual hacia la marihuana, ya no solamente el alcohol y el tabaco. Eso se va moviendo circunstancialmente. Tuvimos una etapa que se iniciaban con químicos, una marihuana sintética, elaborada en laboratorios, hecha para lograr rápidamente una dependencia, lo cual reportaba una mayor ganancia para el traficante. De ahí que el profesor Ricardo González señale siempre que el negocio de las drogas es de los más lucrativos, que supera incluso al de las armas. Incluso algunos hasta se involucran en el tráfico para conseguir su propia sustancia, lo cual desmoraliza más al individuo”.
¿Algunos consejos a los padres?
“Esta es una enfermedad familiar y ello nos impone como especialistas una responsabilidad. Una de las actitudes que genera entre los padres es la negación, que en muchos casos retarda aún más la ayuda médica y eso facilita el avance de la insania».
‘Esto le puede suceder a cualquiera, pero a mi hijo no’, ‘lo que pasa es que la adolescencia es así’. Son mitos ante los cuales hay que estar atentos. La adolescencia es una de las etapas más bonitas de la vida, hay aprendizajes, novedades, pero no necesariamente implica malas conductas y distanciamiento.
“Algunos cuando llegan al centro evidencian sufrimiento y allí les devolvemos las esperanzas, pues nuestros programas son exitosos. Tenemos estadísticas favorables de pacientes recuperados. Otras veces la familia se siente desmoralizada, considera que el adolescente traicionó, mintió, robó y después de la vergüenza aparece la culpa. Nosotros tratamos que comprendan que esto es una enfermedad, que además tiene cierta predisposición genética».
“Hay quienes consumen alguna sustancia adictiva y no avanzan a la adicción. Se trata de un ‘juego’ donde es mejor no meterse, ya que no se sabe quién está marcado genéticamente con esta vulnerabilidad. Muchos que pudieran serlo no se convierten en adictos porque toman las decisiones adecuadas y no exploran algo que no necesitan en sus vidas”.
Usted hablaba de humanizar un fenómeno como este…
“Lo merece, es una enfermedad que afecta la región frontal y las conductas son sus consecuencias. De ahí que nosotros debemos ser capaces de encontrar algo más en esos seres humanos, conectarnos con las cosas buenas de ellos, pues desde el rechazo no se puede trabajar con un adicto».
“Aquí (en el centro) abrazamos a los muchachos, los besamos. Tenemos enfermeras que han estado durante la noche cantándoles una canción o leyéndoles un libro para que se duerman. Y eso no se puede hacer si la relación no se humaniza. Debemos lograr que ellos nos miren a los ojos cuando les hablemos y puedan captar nuestras buenas intenciones. Se trata de un enfermo que tiene un gran vacío espiritual; de ahí que nuestro deber sea tratarlos como seres humanos y lograr que no abandonen los tratamientos”.