El triunfo de la Revolución Cubana en 1959 fue un reto para el dominio estadounidense en el continente. La administración republicana de Dwight Eisenhower diseñó de inmediato el objetivo central de la política frente a la Cuba revolucionaria: destruirla e impedir la aparición de una “segunda Cuba”. Las acciones para lograr ese objetivo, en sentido general, serían:
- Aislar el ejemplo cubano tras una campaña de descrédito que preparara a la opinión pública interna y la de América Latina.
- Arrastrar a los países del continente en esa política a través de la OEA.
- Ofrecer alternativas al modelo cubano en construcción.
El 25 de junio de 1959, en la reunión 411 del Consejo de Seguridad Nacional, el secretario de Estado en funciones, Christian Herter, afirmó que los intereses de negocios en Cuba clamaban por acciones económicas contra el régimen cubano y que habría que utilizar la maquinaria de la OEA antes que intervenir unilateralmente; pero en la discusión Herter reconoció que “muchas naciones latinoamericanas simplemente no deseaban verse envueltas”.[1] Eso significaba que había que trabajar ese escenario para desarrollar la política de enfrentamiento a la Revolución Cubana.
El primer intento de incorporar a la OEA fue la convocatoria a la V Reunión de Consulta de los cancilleres americanos para discutir lo que denominaron la “tensión en el Caribe”, en Santiago de Chile, en agosto de 1959. Estados Unidos no logró lo que pretendía en aquella oportunidad, solo alcanzó el acuerdo de que un comité panamericano especial presentara un informe sobre el Caribe para analizar en la XI Conferencia Panamericana y la “Declaración de Santiago” que subrayaba los principios generales del panamericanismo. Eso no era suficiente.
El 15 de septiembre, Herter remitió el documento “Instrucciones del Departamento de Estado a todas las postas diplomáticas y consulares en las repúblicas americanas” cuyo asunto era “Información de política de Estados Unidos hacia el régimen de Castro en Cuba”, que establecía la línea a seguir: “Es de interés de los Estados Unidos intensificar y acelerar la tendencia a convertir en escéptica la opinión latinoamericana sobre Castro en los asuntos de dictadura, intervención y comunismo.”
Se hacía la aclaración de que cualquier reacción pública debía tener la apariencia de ser latinoamericana y que no pareciera “un esfuerzo de parte de este Gobierno para desacreditar a Castro”.[2] Esta era función de la USIS (United States Information Service).
A fines del año 1959 ya se trabajó en la programación completa de la política a seguir frente a la Revolución Cubana, y al inicio de 1960 se tomaron las decisiones. El “Programa de acción sobre Cuba” presentado el 28 de diciembre de 1959 en un memorándum de Roy Rubottom, secretario de Estado asistente para asuntos interamericanos, señalaba que: “nuestra actitud de paciencia y tolerancia en la conducción de nuestras relaciones con Cuba” no podía ser considerada “un signo de debilidad que diera estímulo a los elementos comunistas-nacionalistas en todas partes de América Latina que están tratando de promover programas similares a los de Castro.”[3]
Para Rubottom, tales programas podían “socavar el prestigio de Estados Unidos” y exponer a los propietarios norteamericanos a un tratamiento igual. Por tanto, proponía un programa de acción que contemplaba medidas diversas de presión diplomática, económica a partir de la cuota azucarera de Cuba en el mercado de Estados Unidos, acciones continentales desde los países latinoamericanos y otras. Este plan de agresiones tomó cuerpo en el “Programa de acción encubierta contra el régimen de Castro”, preparado por el Grupo 5412 el 16 de marzo de 1960, cuyo objetivo era muy claro:
[…] provocar la sustitución del régimen de Castro por uno más consagrado a los verdaderos intereses del pueblo cubano y más aceptable para los Estados Unidos, de manera tal que se evite cualquier apariencia de intervención norteamericana. Esencialmente, el método para alcanzar este fin será el de inducir apoyo y, en la medida posible, dirigir la acción dentro y fuera de Cuba, por grupos selectos de cubanos […].[4]
Los procedimientos eran: crear una oposición cubana unificada y responsable, desatar una ofensiva propagandística con emisora radial, crear una organización encubierta de inteligencia y acción dentro de Cuba, preparar una fuerza paramilitar fuera de Cuba y dar apoyo logístico a operaciones militares encubiertas.
Ese día se produjo una reunión decisiva con el Presidente en la Casa Blanca, con la presencia de Herter, del vicepresidente Nixon, el director de la CIA Allen Dulles y otros jefes de esa Agencia, además de otros altos funcionarios. Allí Dulles informó el programa -que contenía el lema que debía usar la oposición: “Restaurar la Revolución” traicionada por Castro- el cual fue aprobado por Eisenhower con la condición de jurar que él no había oído nada de esto, lo que era parte de la negación plausible.
Eisenhower afirmó en sus memorias que el 17 de marzo ordenó a Allen Dulles iniciar la preparación de una fuerza armada de cubanos exiliados para invadir a Cuba y restablecer el sistema democrático representativo. El desarrollo del plan incluía el uso de territorios latinoamericanos y el apoyo de sus gobiernos en las acciones específicas, además de acciones colectivas en la OEA.
A partir de la puesta en marcha de este plan, entre el 16 y el 29 de agosto se celebraron las VI y VII conferencias de cancilleres de la OEA en Costa Rica. En ellas se discutiría la denuncia de Venezuela contra el dictador dominicano Trujillo y la tensión en el Caribe, que remitía a lo que llamaban el “problema cubano”. Con las acciones desplegadas, se ponía en marcha el mecanismo de la OEA con mejores posibilidades.
Durante la VII reunión, Estados Unidos obtuvo un primer triunfo parcial en el organismo regional: se aprobó la “Declaración de San José” que condenaba la intervención de una potencia extranjera en los asuntos hemisféricos. Estados Unidos tuvo que eliminar el nombre de Cuba del texto para lograr la aprobación, pero quedaba implícita la condena a Cuba pues se la acusaba de permitir la presencia chino-soviética. De manera simultánea, el Senado norteamericano aprobó el cese de la ayuda a los países que colaboraran económicamente o vendieran armas a Cuba.
Las acciones directas de hostilidad siguieron incrementándose: en octubre de 1960, Estados Unidos prohibió los embarques de mercancías hacia Cuba, excepto productos medicinales y algunos suministros médicos, y declaró ilegal la venta, transferencia o contratación de cualquier barco norteamericano al Gobierno de Cuba o a ciudadanos de Cuba a partir del 20 de octubre. Esta hostilidad llegó a la ruptura: el 3 de enero Estados Unidos rompió las relaciones con Cuba, justamente cuando terminaba el mandato del republicano Eisenhower, pues el demócrata John F. Kennedy asumía la presidencia el 20 enero de 1961.
El nuevo presidente, en su discurso del 13 de marzo de 1961, llamó a los pueblos del hemisferio a unirse en un gran esfuerzo de cooperación que denominó “Alianza para el Progreso”. Este proyecto debía resolver algunos de los problemas sociales acuciantes, como vivienda, salud, escuelas, trabajo y tierra. Se recurría al ofrecimiento de ayuda para ganar apoyo en la política de enfrentamiento a la Revolución Cubana.
De manera simultánea con las acciones hostiles, en algunos países latinoamericanos se estaba preparando la fuerza que debía invadir a Cuba. Se utilizaban bases fundamentalmente en la Guatemala de Ydígoras Fuentes y la Nicaragua de Anastasio Somoza, donde se instaló el centro de operaciones de la fuerza aérea, aunque también hubo bases de entrenamiento en otras localidades.
De acuerdo con el plan, se estructuraba una oposición bajo el nombre de Frente Revolucionario Democrático, dirigido a su vez por el Consejo Revolucionario Cubano, desde donde se reclutaban los hombres para participar en los entrenamientos y la futura invasión. Este plan incluía que, una vez tomada una porción del territorio cubano, la OEA entraría en acción: el gobierno provisional que sería trasladado a esa zona pediría la intervención de la organización continental, con lo cual se legitimaría la invasión.
Justo en vísperas del inicio de la invasión, el 14 de abril de 1961, Kennedy envió a los miembros de la OEA una proposición para participar en el Consejo Interamericano Económico y Social, donde discutirían el programa de Alianza para el Progreso. Al día siguiente se realizaban los bombardeos a los aeropuertos cubanos con aviones a los que se les habían pintado las insignias cubanas. A partir de entonces los acontecimientos se precipitaron.
El 16 de abril se efectuaba en La Habana el entierro de las víctimas de los bombardeos del día anterior y, en esa ocasión, Fidel Castro declaró el carácter socialista de la Revolución. Era el momento preciso para definir el rumbo de la Revolución Cubana. Ante la inminencia de una invasión, los futuros combatientes debían luchar, y quizás morir, con absoluta conciencia de la causa que estaban defendiendo. Fue una decisión política esencial. El pueblo allí reunido juró junto a Fidel defender la Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes.
Efectivamente, al amanecer del 17 de abril se producía la invasión por el sur de Matanzas, que fue derrotada en 68 horas. Los milicianos, junto a los combatientes del Ejército y la Policía, bajo la directa dirección de Fidel derrotaron la invasión mercenaria, mientras el pueblo se movilizaba para custodiar barrios y centros de trabajo y estudio. Desde la acción de todo el pueblo se lograba la primera derrota militar de los Estados Unidos en América Latina.
[1] Foreign Relations of the United States, 1958-1960, vol. VI, Washington, 1991, pp. 541-543.
[2] FRUS, pp. 599-602.
[3] Ibíd., pp. 716-720.
[4] Ibíd., pp. 850-851. El 5412 era un ggrupo eespecial del Consejo de Seguridad Nacional con funcionarios de los Departamentos de Estado y Defensa para revisar propuestas de acciones encubiertas.