En una esquina distintiva de la calle República, en la ciudad cubana de Artemisa, ahora con un renovado estilo entre lo colonial y lo contemporáneo tras su reparación capital, cientos de manos no detienen sus movimientos certeros, con reconocida habilidad, en torno a una de las tradiciones por las cuales conocen a este archipiélago en el mundo entero.
Si en tierras artemiseñas se produce casi el 70 por ciento de la capa de tabaco destinada a la exportación en el país, en la UEB Carlos Rodríguez Careaga, en el mismo corazón de la ciudad capital de la provincia, “se han torcido en los dos primeros meses del año unos 250 000 tabacos para la exportación, por un valor superior a los 10 000 000 de pesos.
“En tanto, el taller de torcido destina al consumo nacional 30 600 unidades físicas, con un acumulado de ventas de 113 735 pesos, con lo cual sobrecumplen su plan”, explicó la jefa de producción de la entidad, adscrita a la Empresa de Tabaco Torcido Artemisa.
Aunque la COVID-19 les ha hecho más de una jugarreta al colectivo integrado por 212 obreros, y muchas veces las vitolas han tenido que esperar, esta fábrica de Partagás, Montecristo, H.Upmann, Romeo y Julieta, Cohíba, Fonseca, Vegueros… no ha cerrado sus puertas ante la pandemia.
Aleida Murillo Hernández, secretaria general del buró sindical, asegura que “se han adoptado suficientes medidas para que el virus que afecta al mundo no encuentre cobija en este centro, mucho más en momentos en que el país se reordena y demanda de mayor estabilidad laboral.
Directos al aroma
Muchísimas caras jóvenes en la galera, diría que la mayoría, disfrutan del inquietante olor de esa hoja devenida pasión para muchos. Una de ellas es Vaniuska Ordaz Márquez, quien con solo 18 años se ató a este oficio, y ya tiene poco más de 15 en la misma fábrica, casi siempre como anilladora.
Mientras conversamos de técnica y destreza alcanzadas, con un par de dedos coloca los anillos que identifican el puro, junto a ella muchos mazos de diez tabacos, que es su tarea de hoy, esperan por su marca.
Busca, con total dominio y rapidez. Pega decenas de anillos por minuto, los cuales deben quedar siempre a la misma distancia para hacer coincidir la presentación. “A veces cada marca lleva solo uno, pero otras dos o tres cintillos. Al pasar de los años ganas en agilidad y no te hace falta ni siquiera mirar, incluso para palpar aquellos puros que llegan sin la calidad adecuada, pues a pesar de ser los menos, se deben retirar del proceso”, asegura.
Prácticamente creció dentro de esta tabaquería, de ahí su pasión y amor al trabajo. Su madre, Gisela Márquez, lleva casi 40 años entre un oficio u otro ligado al tabaco, y ahora está ubicada en el área de baraje.
Puede percibirse mucho de sabiduría, de arte y destreza en este milenario andar, pero sobre todo de tacto y sensibilidad, razones que convidan a otra legendaria mujer artemiseña, Caridad Borrego García, a no separarse de este aroma a sus 73 años, 38 de estos en la fábrica Carlos Rodríguez Careaga.
Imagino que es su talento con la hoja del tabaco y su poder de trasmitir tanta experiencia, las razones que la hayan convertido en La Maestra, pues no habrá mejor huella que legar sus conocimientos a través de diferentes cursos de Tabaquero, Escogedor. “Dentro de la propia Unidad hay que preparar el relevo y la continuidad”, insiste.
Aquí unos dependen de otros para llegar al propósito final. Cada quien deberá tener todos sus sentidos puestos en la producción, y siempre hará falta vocación y agudeza, para que en cualquier parte de Cuba y más allá, los apasionados del humo y su aroma experimenten el éxtasis de un puro, hecho a mano, esta vez con sello artemiseño.