Viñales parece un pueblo dormido, el ajetreo habitual de sus calles, donde residentes y foráneos se disputaban el espacio, desapareció tras el cierre de fronteras para contener la COVID-19. Es uno de los municipios de la provincia Pinar del Río donde actualmente no hay plazas vacantes para ofertar a quienes buscan empleo.
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El paisaje de Viñales y la imbricación de este con la arquitectura, le hicieron acreedor de la condición de Monumento Nacional en el año 1979, dos décadas más tarde fue declarado Paisaje Cultural de la Humanidad, ello junto a la apertura que hizo el país al turismo internacional, lo consolidaron como un destino de naturaleza.
En unos 700 kilómetros cuadrados viven menos de 28 mil personas. El 70 por ciento de esa superficie es montañosa, elemento que complejiza la prestación y aseguramiento de servicios básicos, pero a la vez constituyen un rasgo distintivo de la región; son la fauna y flora de las serranías, junto a las caprichosas formas de las elevaciones, algo de lo que hace único a este lugar.
Según estimaciones de julio del 2018, entre mil 700 y dos mil turistas por día disfrutaban de Viñales; en la temporada alta, la cifra superaba los cuatro millares, lo que favoreció el florecimiento del trabajo no estatal (TNE), sector en el cual obtenían su sustento cinco mil 375 viñaleros.
En la actualidad
Yamiley Moreno, subdirectora de empleo en el territorio, confirma que las 555 plazas disponibles ya fueron cubiertas; quedan 167 vacantes, todas en el área presupuestada y congeladas, la mayoría de ellas en las direcciones municipales de Deportes y Educación.
Mantienen sus licencias solo dos mil 800 trabajadores no estatales, aunque no todos ellos ejercen en la actualidad. El propósito hoy es reorientar la mirada hacia actividades que sí tienen demanda, entre ellas el cuidado de infantes y la peluquería.
Aunque las regulaciones por la situación epidemiológica solo hacen posible la venta de alimentos para llevar, cafeterías y restaurantes que están abiertos tienen poca demanda de servicios; según confirmó Yolexis Romero, quien labora en el bar 3J, uno de los centros que gozaba de mayor popularidad entre locales y visitantes.
Músico y emprendedor
Probablemente si usted pregunta en Viñales por Lázaro Wilfredo Riveras Dueñas, los interpelados le digan que no le conocen; pero si dice que busca a “Bebito, el de Valle Son”, es casi seguro que cualquiera sabría darle referencias.
Como él mismo dice, le conocen por su labor artística, porque desde niño anda sobre los escenarios cantando y hace varias décadas es el director de una de las agrupaciones musicales más populares del territorio. También se sumó a las oportunidades que se propiciaron para el sector no estatal y abrió la cafetería “A Pululu”, ubicada en la céntrica calle Adela Azcuy.
Con la COVID-19 cesaron los espectáculos culturales y las unidades gastronómicas. Y se convirtió en agricultor.
Reconoce su falta de pericia en la materia, pero no le faltó voluntad para irse a la recuperación de uno de los 15 organopónicos del municipio. Integra un equipo de trabajo de 4 compañeros y en apenas dos meses ya recogen el fruto de su esfuerzo.
Producir alimentos fue la forma de oxigenar la economía familiar, y aunque la prosperidad no era ajena a los trabajadores no estatales de Viñales, tampoco eran ricos, asevera Bebito, quien añora las noches sabatinas en que la calle principal se cerraba al tránsito vehicular. ¡Tantas eran las propuestas culturales y gastronómicas!
Tres veces a la semana mantiene los ensayos con el grupo, PUES quiere estar listo para cuando retorne la normalidad y pueda volver a regalar su música, pero asegura que, aunque Valle Son es su vida, las labores agrícolas también llegaron para quedarse.
Confía en que las experiencias positivas se prolonguen en el tiempo, que en Viñales haya más sembradíos y personas que lleven a la mesa productos cosechados por ellos mismos.
La tormenta
El último año clasifica como temporada de tormenta, pero se avizora la calma y en ella valdrán más los versos de Israel Rojas:
“Vengo de un tiempo de plagas y sequías. /Pero a sangre y sudor se hizo cosecha. /Más lo que se pudo que lo que se quería. /Y heme aquí, latiendo aún en esta fecha. /No me sé el camino, sólo tiran de mí/ Los anhelos, de posibles maravillas.”
Los hombres y mujeres que no se cruzan de brazos, son los que obran los milagros y materializan sueños, los viñaleros se niegan a renunciar a su bonanza.