“Esta acción envuelve grandes riesgos para todos nosotros y lo sabemos. No desconozco el peligro. No lo busco. Pero tampoco lo rehúyo. Trato sencillamente de cumplir con mi deber”.
Así expresó José Antonio Echeverría en su Testamento Político el 13 de marzo de 1957 pocas horas antes de caer en desigual combate. Ese día en La Habana un grupo de jóvenes revolucionarios protagonizó uno de los episodios más audaces durante la lucha insurreccional contra la dictadura de Fulgencio Batista: el asalto al Palacio Presidencial.
La épica jornada del 13 de marzo hace 64 años no fue un hecho aislado. Formaba parte del compromiso suscrito en agosto de 1956 por José Antonio, como presidente de la Federación Estudiantil Universitaria y máximo representante del Directorio Revolucionario, y Fidel Castro Ruz, jefe del Movimiento 26 de Julio, documento conocido como la Carta de México en el que ambas organizaciones patentizaron sus posiciones afines y orientadas hacia el empeño común de convertirlas en poderosa trinchera para combatir a la tiranía.
Un análisis minucioso llevó a cabo la jefatura del Directorio para emprender una acción que derrocara al gobierno de turno. Los objetivos principales fueron: asalto al Palacio Presidencial, toma de la emisora Radio Reloj para convocar al pueblo a la insurrección popular armada y la ocupación de la Universidad de La Habana como sede de ese propósito.
Tras varios días de intensa y secreta actividad clandestina que incluyó el acuartelamiento de los futuros combatientes y el chequeo a la mansión palatina, se puso en marcha el plan previsto
Poco antes de las tres y treinta minutos de la tarde, dos autos y un camión con el sugerente rótulo Fast Delivery se detuvieron al unísono frente a una de las postas de Palacio y a fuego limpio no solo irrumpieron en el interior del recinto sino que mantuvieron en jaque a la guarnición militar que se replegó hacia los pisos superiores ante el empuje de los revolucionarios.
Batista logró huir raudo hacia la azotea de Palacio. La superioridad de la soldadesca en hombres y armas, junto a la no entrada en acción de un grupo de combatientes que apoyaría el asalto, fueron factores que impidieron el éxito.
En el momento en que tenía lugar el intenso tiroteo, José Antonio y sus compañeros de lucha ocupaban los micrófonos de Radio Reloj para anunciar el ajusticiamiento del tirano y convocar a la insurrección popular. Su vibrante alocución quedó inconclusa porque el régimen de turno sacó la emisora del aire. Minutos después cayó, pistola en mano, al enfrentarse a los sicarios de un carro patrullero junto a los muros de la Universidad de La Habana.
Aun cuando la heroica jornada no tuvo el éxito esperado, le demostró al régimen la grandeza y el sacrificio de hombres hermanados en un ideal común frente a la explotación, el abuso y la ignominia y fue, asimismo, expresión de lealtad al pueblo y a la Revolución lidereada por Fidel Castro.
Con la impronta de los héroes y mártires del 13 de marzo de 1957, los jóvenes revolucionarios de hoy cumplen honrosas y solidarias tareas en el enfrentamiento a la compleja situación epidemiológica que vive el país y desde sus compromisos tributan homenaje de recordación a aquellos combatientes.