Solo una férrea disciplina en relación con el estudio explica el amplio currículo profesional del doctor Pedro Más Bermejo, quien se formó como epidemiólogo a fuerza de sacrificio y empeño, pues desde muy joven cumplió responsabilidades administrativas en diferentes niveles, instituciones e, incluso, provincias del país.
Ahora haciendo un breve repaso de su vida, pudiera decirse que contra viento y marea este respetado profesional de la Salud Pública Cubana no solo se hizo especialista, sino que ya siendo director de salud en el municipio de Sancti Spíritus —y por si fuera poco dedicado a la docencia y a la investigación— ganó por oposición una beca para hacer el doctorado en la antigua República de Checoslovaquia.
Unos lo tildaron de “loco”, otros quizás pensaron que entre los difíciles vaivenes de la vida él no llegaría a ver coronados sus sueños. Pero nada más alejado de la verdad. Venció todos los contratiempos y obtuvo su título de Doctor en Ciencias Epidemiológicas, incluso siendo ya director del Instituto Nacional de Higiene, Epidemiología y Microbiología, el cual dirigió durante 14 años.
Conmovido y sensibilizado por las epidemias —sobre todo por el dengue y la enfermedad meningocócica las cuales afectaron al país en los años 70`y 80`del siglo pasado—, Más Bermejo siempre se ha desenvuelto en este campo con prestigio y autoridad. Actualmente se desempeña como coordinador del grupo de epidemiología y modelación (integrado por 12 expertos de diversas ramas de la ciencia), cuya misión es la de pronosticar y realizar búsquedas de información especializada sobre los efectos de la pandemia en el mundo y observar las particularidades en Cuba.
¿Cuándo comprendió la importancia de la epidemiología?
“En realidad me gustaba mucho la medicina interna, la clínica, pero también me atraían los problemas de salud en las poblaciones humanas y de ello, precisamente, se ocupa la epidemiología. Ya como director municipal de salud tenía que ver desde una intoxicación alimentaria, el brote de alguna enfermedad, hasta las campañas de vacunación.
“Siempre hemos tenido científicos destacados en el ámbito epidemiológico: Carlos J. Finlay con la fiebre amarilla, Tomás Romay con la viruela. Es una historia larga, lo cual me ha motivado a escribir un libro sobre las epidemias en nuestro país.
“Hay que decir que hemos resuelto todas las que han aparecido gracias a la Revolución y, sobre todo, a Fidel por su visión respecto al desarrollo de la ciencia y de la biotecnología. Por ejemplo, en los años 1992-1993 apareció la neuropatía (para mí hasta esos momentos la más compleja); en 1977 y en 1981 el dengue, que es causado por el mosquito aedes aegypti.
“Cada vez que hay un brote lo controlamos. Así pudiera mencionar también la enfermedad meningocócica, la cual pudimos frenar gracias a la vacuna creada en el Instituto Finlay, bajo el liderazgo de la científica Concepción Campa. Lo mismo ha sucedido con el Sida, aplicando tecnología cubana y los tratamientos más modernos que existen, con mucho esfuerzo del país y de la Salud Pública. Siempre con la colaboración internacional pero la base ha sido nuestra”.
“Quizás nos demoremos por sus complejidades, pero esta ¡sin duda alguna! (se refiere a la COVID-19), también la vamos a resolver. Para ello contamos con una estructura social concebida por la Revolución, un sistema de innovación tecnológica y de ciencia; la profesionalidad de nuestros médicos y científicos, la voluntad política del Partido y el Gobierno y la conciencia y educación sanitaria de la población, aunque en este sentido tengamos insatisfacciones.
“La solución dependerá de una vacuna y nosotros vamos a tener las nuestras. Es mejor esperar, tener nuestra soberanía, como se llama una de ellas, pero seremos sostenibles y se vacunarán millones de cubanos”.
¿Qué importancia ha tenido la epidemiología en el combate contra el virus SARS-CoV-2?
“Nosotros decimos que la epidemiologia es la ciencia básica de la salud pública y los salubristas se molestan, afirman que es un derivado de ella. Pero está claro que guía las acciones, pronostica lo que puede pasar, incluso el número de camas que se van a necesitar.
“Estamos hablando de un virus muy complejo, que se trasmite por las vías de contacto y respiratoria. Lo otro es que hasta el momento no hay medicamento alguno que la controle. Otro gran problema, además, es que se trata de una pandemia. Uno puede estar en cero, pero el mundo presenta casos. No obstante, ello nos permite establecer comparaciones y tratar de buscar la mejor experiencia porque cada nación tiene la suya”.
En lo particular, ¿cuál ha sido la suya?
“La primera gran experiencia ha sido la posibilidad de intercambiar todas las semanas con el Presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez y las máximas autoridades del país. Eso es único, no se hace en el mundo. Ha sido un intercambio fluido, comprensible.
“Lo otro ha sido el trabajo científico en equipo, pero esta vez no solo con especialistas de Salud Pública, sino que ahora participan expertos de diversas ramas de la ciencia: matemáticos, como Guinovart (Raúl), demógrafos, geógrafos. Además, el Presidente ha tenido la iniciativa de que colaboren las universidades y la academia”.
Usted tiene la posibilidad de estar participando en esta lucha cotidiana de una manera directa….
“Todos los días tenemos un reto. Nunca antes habíamos enfrentado en 24 horas tantos casos y fallecimientos en las edades extremas de la vida, sobre todo adultos con comorbilidades. Eso lleva a que la juventud sienta que está `vacunada`, lo cual entorpece el trabajo.
“Aunque duermo bien, si me despierto en horas de la madrugada me levanto y me siento ante la computadora, y en esta época dicha práctica ha sido frecuente. Me gusta escribir las experiencias y eso ha sido algo positivo. Estamos publicando todo lo bueno que se está haciendo. El grupo ya tiene 17 publicaciones en revistas nacionales e internacionales, a pesar del bloqueo informativo y el silencio que existe en relación con Cuba”.
¿Cómo valora el actuar del país en el enfrentamiento de la enfermedad?
“Cuando apareció la neuropatía no sabíamos bien de qué se trataba, pero en el caso del SARV-Cov-2 sabíamos que era un virus, los cuales normalmente resultan fáciles de controlar. Al principio pensé que nunca llegaría aquí, confiaba en que China y Viet-Nam resolverían el problema, luego vimos que se fue extendiendo a Europa, y cuando llegó a las América entonces comencé a preocuparme.
“Creo que hemos podido afrontar la situación porque contamos con una industria biotecnológica y farmacéutica consolidada, con producciones de medicamentos que en la actualidad forman parte del protocolo de atención, tal es el caso del Interferón y la Biomodulina T, y otros, entre antinflamatorios, antivirales.
“La insatisfacción es que no nos hayan otorgado el lugar que merecemos en el enfrentamiento a la COVID-19 por lo alcanzado siendo una nación bloqueada, pobre, con una difícil situación económica. No obstante, me reconforta que la comunidad académica sí lo reconozca. Hemos tenido contacto con muchos colegas, instituciones y universidades de otros países, con las cuales hemos realizado vídeo-conferencias a petición suyas. Cierto es que los grandes medios nos han silenciado, pero eso tenemos que afrontarlo por ser, sencillamente, científicos cubanos.
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Doctor en Medicina y en Ciencias Médicas, Investigador y Profesor Titular, miembro de la Sociedad Internacional de Evaluación de Tecnologías y de la Academia de Ciencias de Cuba, integrante de varias organizaciones sanitarias internacionales, vicepresidente de la Sociedad Cubana de Higiene e Epidemiología, y Profesor Adjunto de la Universidad de Tulane, prestigiosa institución de los Estados Unidos. Nueve libros publicados, cinco de ellos como coautor.[/box]