¿Quién no ha apreciado con agrado el inconfundible olor del pan a punto de salir del horno?
La elaboración de tan preciado y demandado alimento es un oficio, pero también un arte, y como tal requiere, además de los ingredientes tradicionales (harina de trigo, levadura y otros), de una buena dosis de amor, sentido de la responsabilidad, respeto por lo que hace y hacia quienes va dirigido.
Ahí están los hombres “con las manos en la masa”. Unos laboran de madrugada, otros en horario diurno. Un consenso entre los que confeccionan el pan —lo mismo de corteza dura, suave o el palitroque o la galleta—, afirma que sin una buena preparación de la masa, conjuntamente con la calidad de las materias primas, no saldrá un producto que satisfaga las expectativas de la población que lo espera diariamente sobre la mesa.
Para nadie es secreto que en la agenda alimentaria del cubano el pan alcanza alto relieve. Así ocurre en tiempos normales y ahora aún más ante la etapa de pandemia que conmina al aislamiento social.