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Covid-19 y empleo: La brecha más cara (+ Video)

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) tomó como muestra la cantidad de horas laboradas en el mundo durante el segundo trimestre del 2020 y las comparó con el último del 2019, la diferencia fue de 17,3 % y ello equivale a la riqueza que hubieran generado 495 millones de empleos a tiempo completo.

Caricatura tomada de Centro de Estudios Sociológicos sobre la Vida Cotidiana, Universidad de Barcelona, España.

El estudio de la OIT asegura además que la pérdida es casi cuatro veces mayor a la provocada por la crisis financiera mundial del 2009 y obedece a la reducción de horas de trabajo y a la disminución “sin precedentes” del nivel de ocupación.

Cabe destacar que una parte de esa contracción (81 millones de personas, aproximadamente un 80 %) sufre la “salida de la fuerza de trabajo” más que desempleo pues han debido quedarse en casa como consecuencia directa de la pandemia o se han visto obligados a “dejar de buscar empleo”.

Dice la OIT que tales pérdidas provocaron una disminución considerable de los ingresos provenientes del trabajo a escala mundial, equivalentes a 3,7 billones de dólares estadounidenses, es decir, el 4,4 % del producto interno bruto (PIB) mundial. Entre los sectores más afectados destacan hotelería y restauración, donde la tasa de ocupación se redujo en más del 20 % como promedio. Les sigue el comercio minorista y las actividades de producción industrial.

Mientras tanto, la tasa de ocupación aumentó en el segundo y tercer trimestre del 2020 en empleos vinculados a la información y la comunicación, así como a las finanzas y los seguros. También se registró un incremento marginal en la minería y los servicios públicos.

Brecha que se ensancha

Durante la actual crisis sanitaria, mujeres y jóvenes han sido los más afectados. A escala mundial, la tasa de ocupación de las mujeres se redujo en un 5 %, frente al 3,9 % de los hombres; mientras que entre los jóvenes de hasta 24 años disminuyó en 8,7 por ciento. Para el resto de los grupos etarios, en 3,7 por ciento.

Varias legislaciones nacionales han conseguido incluir en sus normas el principio de “a trabajo de igual valor, igual salario”, aunque su aplicación demanda permanente custodia por parte de los sindicatos y los trabajadores en general.

Estudios anteriores confirmaron que entre las mujeres es más frecuente el empleo a tiempo parcial. Se dice que son ellas quienes piden “flexibilidad en el horario”, pero eso responde al compromiso mayoritariamente femenino con el cuidado a terceras personas, sean hijos o padres. La cultura patriarcal también se expresa bajo el argumento de que “ellas no son el principal proveedor del hogar” y que “priorizan su vida familiar sobre la laboral”.

Esta brecha que tan costosa resulta a la economía mundial es el resultado de añejos patrones culturales discriminatorios. El artículo La brecha salarial entre hombres y mujeres en el mercado de trabajo, de las investigadoras María Teresa Torns y Nuria Sánchez-Mirra, (universidades de Barcelona y Lausana, respectivamente) sostiene que “mientras las habilidades asociadas a los lugares de empleo masculinos (esfuerzo físico, peligrosidad, carga de trabajo) son valoradas y premiadas monetariamente, las capacidades más vinculadas a la fuerza de trabajo femenina (minuciosidad, destreza, polivalencia) no son reconocidas en la construcción de las categorías profesionales”.

Esa subestimación social/salarial repercute directamente en los sectores “feminizados” como son las ´Actividades sanitarias y servicios sociales´ (29,48 % del empleo mundial en 2016), ´Actividades administrativas y servicios auxiliares´ (33,07 %), y ´Otros servicios´ (35,19%), que incluye el trabajo doméstico y de cuidado mercantilizado.

En la Europa del 2019 la presencia laboral femenina se halla “profundamente arraigada” a espacios laborales como la salud (75,8 % del empleo total del sector), la educación (72,6 %) y el comercio al por menor (62,9 %). También en el trabajo social y residencial, donde 8 de cada 10 empleados son mujeres.

El teletrabajo, socorridísimo en tiempos de pandemia, inicialmente fue visto con buenos ojos en tanto permitía a las mujeres conciliar mejor sus principales espacios de interacción, pero con el tiempo se ha revelado como contraproducente. Un estudio europeo concluyó, por ejemplo, que las madres que trabajan desde sus casas se sienten más tensas que los hombres en su misma situación (21 % frente al 19 %), más solas (14 % frente al 6 %) y más deprimidas (14 % frente al 9 %).

Una investigación de Bloomberg, compañía de asesoría financiera, software, data y medios, predijo que en Estados Unidos la pandemia del coronavirus aumentaría la brecha salarial de género en 5 puntos en desmedro de las mujeres debido al cierre de escuelas y guarderías y a que ellas laboran en “industrias que requieren mayor contacto social”.

Según Bloomberg, la inactividad laboral femenina “conduce a que dejen de actualizar habilidades y competencias en sus carreras” y el ciclo discriminador se cierra con el criterio de que “a mayor tiempo desempleada, menos capacidad de negociación inicial tendrá para pactar su salario al regreso”.

Foto: www.as.com

Tales matices bastan para reclamar políticas de empleo con enfoque de género, en las que la igualdad quede definitivamente integrada a las agendas gubernamentales y empresariales.

¿Qué pasará después?

No todo es culpa de la Covid-19. Expertos y analistas coinciden en que la pandemia solo agudizó distorsiones e injusticias que se arrastran desde mucho tiempo atrás. Resolverlas demanda intervenciones sistémicas y complejas no siempre compatibles con el modelo de desarrollo capitalista.

Organismos multilaterales como la OIT han alertado que la recuperación económica en el 2021 será lenta, desigual e incierta; que estará subordinada a los programas de vacunación contra la Covid-19; y a que los gobiernos impulsen políticas económicas de recuperación con implicación social.

“Nos enfrentamos a una disyuntiva  ̶ ha dicho Guy Ryder, Director General de la OIT̶ : una opción conduce a la recuperación dispar y no sostenible, con una desigualdad e inestabilidad cada vez mayores, susceptibles de agravar la crisis. La otra lleva a una recuperación centrada en las personas con el fin de reconstruir mejor y promover el empleo, los ingresos y la protección social, así como los derechos de los trabajadores y el diálogo social. Si queremos una recuperación duradera, sostenible e integradora, este es el camino que deben seguir los responsables políticos”.

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