Desde hace muchos años Cuba acabó con las corridas de toros y también prohibió las carreras de caballos y perros. Las lidias de gallos y perros están igualmente proscritas, aunque en los últimos años crecieron en la sombra, y ya ni tanto, muchas veces tienen lugar en el corazón urbano de las ciudades, lo cual indica un nivel de tolerancia contra ese delito nada saludable.
En estos días hemos sabido, a través de las redes sociales, de un triste y revelador caso (temo que no será el último). Un perrito murió en manos de los veterinarios y rescatistas de CEDA y PASOS (Protección Animal SOS), dos de los grupos que para fortuna de los animales le han nacido a ese movimiento. Todo lo que se hizo para salvarle la vida no bastó, era demasiado el daño. Pero la gente respondió, se movilizó, donó…. y lloró de rabia e impotencia.
Varias lecciones deja Pasitos, como le llamaron, la primera es que frente a la crueldad humana hay un ejército desinteresado de activistas, socorristas y personas sensibles dispuestas a ayudar. Esa es la verdadera fuerza que hará valer los derechos de los animales cuando esté en ley.
La otra lectura es que su muerte es una señal de alerta, un bombillo rojo, el SOS a la protección animal con que Pasos decidió bautizarse, pues la crueldad contra los animales tiene también su expresión hacia lo interno de las familias, de las comunidades…
La jauría que gana dinero, disfruta de las peleas de perros, entrena y usa otros animales como cebo, reproduce esa conducta violenta en sus espacios de interacción humana y usualmente también son violentos con esposas, hijos, padres, vecinos….
Varios estudios mundiales han revelado que el llamado #QuedateEnTuCasa como consecuencia de la pandemia de la #COVID19 han disparado los niveles de violencia doméstica y ha convertido la medida de protección en un verdadero calvario para las familias que sufren la violencia.
Sería saludable, por los animales y por los humanos, intervenir allí donde hay síntomas y los animales suelen ser las primeras víctimas pues se les suele mirar como seres vivos inferiores, carentes de derechos.
La ley del bienestar animal, cuando llegue, no bastará para revertir esas conductas, es preciso concientizar, sensibilizar, educar y denunciar socialmente.
Ojalá Pasitos se convierta en mártir y no en otra de las víctimas olvidadas del maltrato y la estulticia humana.