Por Narciso Fernández Ramírez, del periódico Vanguardia
Ordenar una familia resulta difícil. Ordenar un país, una tarea titánica. A un mes y medio del Día Cero todavía quedan muchas cosas por ajustar; pero hay que dar tiempo para que las aguas tomen su nivel, y la propia economía y vida social de Cuba nos den mayor certeza de la necesidad de tan colosal revolución en la vida de los cubanos.
Nadie ha quedado ajeno a los cambios y todos hemos sido actores de las transformaciones operadas, con la eliminación de la dualidad monetaria y cambiaria, las gratuidades y subsidios indebidos, así como al efectuarse la reforma integral de salarios.
Las quejas e insatisfacciones no han sido pocas. Algunas resueltas, las demás por solucionar. Y en medio de ese complejo entramado han estado presentes los sindicatos obreros, en una labor en ocasiones anónima; en otras, en primera línea, y en algunas, para ser objetivos, sin representar su rol en defensa de los trabajadores.
Imposible que sucedan cambios tan profundos en la vida administrativa de un país sin que la contraparte sindical no desempeñe el papel que le corresponde, que nunca puede ser de cómplice silente de las arbitrariedades, sino de acompañante permanente de sus afiliados en cada paso hacia la materialización de tan esenciales cambios.
Solo si el sindicato moviliza a los trabajadores, explica, negocia con la administración y contribuye a transformar el pensamiento burocrático de no pocos lugares, puede afirmarse que cumple realmente de manera eficiente sus funciones.
En Villa Clara, la organización no ha estado cruzada de brazos y ha sido receptiva a las centenares de quejas, preocupaciones y dudas de sus miembros, tanto estatales como del sector no estatal; les ha dado curso y ha enfrentado un buen número de discusiones con los directivos en busca de las mejores soluciones. Nunca suficientes, pero sí demostrativas de la voluntad política de respaldar a sus afiliados y echar batalla por sus intereses.
Cada sindicato tiene sus particularidades. De ahí las inquietudes expuestas por los linieros eléctricos y los de Etecsa por sus escalas salariales relativamente bajas; de los maestros y profesores por el tema de la antigüedad; de los trabajadores del Turismo, uno de los más afectados por los efectos de la pandemia de la COVID-19, entre otros, pues se mira el problema desde la perspectiva individual y gremial.
Algunos reclamos han sido resueltos o están en estudio, y habrá siempre aquellos que no serán posibles, por cualquier causa. De lo que se trata es de escuchar y dar las debidas explicaciones, como ha estado haciendo la máxima dirección del país a través de los encuentros en las provincias, en los espacios de la Mesa Redonda y en otros lugares, pues, como ratifica el propio presidente, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, no habrá terapias de choque y se examinará cada uno de los planteamientos.
En un análisis de tendencias, las mayores preocupaciones han girado alrededor de las escalas salariales y la cuantía monetaria a percibir, los precios de los comedores obreros y la no correspondencia del salario con el incremento del costo de la vida. También, el encarecimiento desproporcionado de las producciones finales, al incrementarse el coste de las materias primas, lo que conspira contra la eficiencia empresarial y las ganancias de los trabajadores.
En el caso del tema de los comedores, han sido visitados 651 en la provincia y, tras los precios exagerados de los primeros días, ya se ajustan al promedio de los $18.00 diarios que establece la norma jurídica aprobada, con rangos variables en cuantía y calidad. De ellos, 49 no cubren los gastos en los que incurren con los ingresos que obtienen, 86 no garantizan merienda y solo 39 aplican las variantes de platos opcionales. La calidad en sentido general no es la mejor, sobre todo, por la falta de ingredientes para una mejor elaboración, a lo que suma el conformismo y falta de gestión administrativa.
Queda aún mucho tramo por recorrer y desatinos por resolver. Los resultados no se notarán hasta que la economía permita ver en los salarios de los trabajadores, en particular del sector empresarial, una mejora sustantiva con los pagos a destajo y la distribución de las utilidades, algo incipiente, y limitado por la pandemia y los efectos del bloqueo.
No podemos perder de vista que el objetivo esencial de la Tarea Ordenamiento es lograr la eficiencia económica, liberar las fuerzas productivas de las numerosas trabas que todavía padecemos, facilitar el trabajo no estatal e ir resolviendo de manera paulatina los nocivos efectos de la llamada pirámide invertida. Para muchos parece ciencia ficción, pero hacia allá vamos como estrategia del desarrollo económico y social del país hasta el 2030.
Y todo ello, dentro de la mayor equidad y justicia social posibles. Ahora los convenios colectivos de trabajo deberán ser más precisos y objetivos, sin tantos tecnicismos; las asambleas de afiliados, más dinámicas y que posibiliten un pensamiento colectivo en la búsqueda de la eficiencia; y las discusiones del plan y el presupuesto, espacios de diálogo con las administraciones para trazarse metas comunes objetivas y cumplibles.
El futuro irá indicando las correcciones a hacer. Enero fue un mes complejo, aunque no han faltado los ajustes. Confiemos en que en los meses subsiguientes las cosas vayan mejorando y la Tarea Ordenamiento cumpla con sus propósitos para bien de todos los cubanos.
Y en esa aspiración, un sindicato proactivo, y al lado de los trabajadores y de la Revolución, nos resulta cada día más necesario.
(Tomado del periódico Vanguardia)