La última vez que conversamos lucía más delgado. Fijamos para este 2021 una entrevista porque no se sentía bien de salud entonces. Y este 13 de febrero quedó sellado el pulso de preguntas y respuestas. Pedro José Rodríguez, a quien el mundo beisbolero lo conocía como Señor Jonrón, cerró sus ojos para no volver nunca más a un terreno de pelota.
Cheíto tenía 65 años, pero siglos enteros de historia en cada batazo que regaló a su pueblo cienfueguero, a Cuba entera. Era descomunal y natural su fuerza; cordial y franca su palabra; eterna e idílica su imagen de slugger, campechana y jovial su manera de enseñar a batear vuelacercas. “Hay que darle con ganas y pa´arriba a la pelota. Algunos salirlos a buscar, otros llegarán solo”, le escuché contar una vez a sus alumnos.
Hacía muy poco tiempo había comenzado a recibir tratamiento de hemodiálisis. Y no pudo superar ese lanzamiento. Fue demasiado pegado y más rocoso que los envíos de Rogelio García, Julio Romero o Braudilio Vinent, a quienes le dio más de un cuadrangular inolvidable y decisivo. Quizás el más recordado de todos ocurrió el del 25 de mayo de 1978, lanzaba Rogelio y sirvió para decidir la IV Selectiva en el noveno capítulo, ante un Latinoamericano abarrotado.
Cuando más necesitaba esa fabulosa frecuencia de cuadrangulares que llegó a tener en activo (12.69) para superar este trance de salud, nos los robó la muerte. No disfrutaremos tampoco de sus engarces en tercera, de su hermandad con Antonio Muñoz, de su tranquilidad en el banco y su bomba en la caja de bateo a la hora cero. “Cheo era un dolor de cabeza cuando venía a batear, porque nadie sabía qué tirarle”, me relató en una ocasión el Gigante del Escambray.
Con humildad y disciplina soportó una sanción que lo separó del béisbol, pero nunca de sus fanáticos. Se fue injusto y tuvo otra oportunidad. Desde su natal Cienfuegos volvió a levantar boga, pero ya su tacto no era igual, y su poder había disminuido. Sin embargo, nadie dejaba de aplaudirlo, de pedirle un autógrafo, de recomendarle a un novato acercarse a sus consejos.
Cuatro oros mundiales, tres coronas en Juegos Panamericanos, monarca centrocaribeño, líder en jonrones en certámenes de casa e internacionales, entre otras decenas de premios, bastarían para reverenciarlo como lo que era, un caballero, uno de esos peloteros que dejan huellas de solo ponerse el uniforme y los spikes. Su mítico uniforme con el número 6 debería ser retirado de Cienfuegos para siempre.
Este domingo 14 de febrero, cuando el amor y la amistad deciden volar juntos, Pedro José Rodríguez recibirá las flores, el sollozo andar de sus compañeros, el último adiós de su familia y su pueblo. Otra narración viva de Bobby Salamanca o Héctor Rodríguez podrá escucharse también. Ya no habrá entrevista en el 2021. Habrá eso sí, una Señora Despedida para el Señor Jonrón.