Más de 8 millones de personas murieron prematuramente en el mundo cada año del 2012 al 2018 por respirar aire contaminado con partículas procedentes de la quema de combustibles fósiles, una cifra que representa alrededor del 20 % de todos los adultos fallecidos en ese período a nivel mundial.
En consecuencia, las mayores tasas de mortalidad se registran en las regiones del planeta con las más elevadas concentraciones de contaminación atmosférica relacionada con los combustibles fósiles, lo cual incluye el este de América del Norte, Europa y el sudeste de Asia.
Así lo revela un estudio publicado esta semana en la revista de ciencias ambientales Environmental Research, realizado por la estadounidense Universidad de Harvard, en colaboración con los centros británicos Universidad de Birmingham, Universidad de Leicester y el University College London.
«Se habla a menudo del peligro de la combustión de energías fósiles en el contexto de emisiones de CO2 y del cambio climático; pero no se tienen en cuenta los impactos sanitarios potenciales», dijo uno de los coautores del estudio, Joel Schwartz, de la Universidad de Harvard.
En este sentido, el equipo científico calcula que debido exclusivamente a las emisiones que producen la combustión del petróleo, el gas y sobre todo el carbón, mueren cada año 8,7 millones de personas, cantidad muy superior a lo que se pensaba anteriormente
El mayor y más exhaustivo estudio sobre las causas de la mortalidad mundial (Global Burden of Disease Study), cifraba en 4,2 millones el número total de muertes anuales en el mundo por las partículas transportadas por el aire exterior, incluidas las del polvo, el humo de los incendios forestales y las quemas agrícolas.
Las investigaciones anteriores se basaban en datos de satélite y observaciones de superficie en el terreno para estimar las concentraciones medias anuales de finas partículas en el aire, conocidas como PM2,5, producidas por la quema de combustibles fósiles y cargadas de toxinas, que son lo suficientemente pequeñas como para penetrar profundamente en los pulmones.
Pero estos estudios tuvieron dificultades para distinguir la contaminación causada por la quema de combustibles fósiles de otras fuentes de partículas nocivas, como los incendios forestales o el polvo.
Para superar este problema, los investigadores utilizaron ahora un modelo de alta resolución y dar así una indicación más clara de los tipos de contaminantes que las personas respiraban en una zona determinada. De tal modo, fueron modelizadas las emisiones de PM2,5 procedentes de múltiples sectores, como el energético, la industria, los barcos, los aviones y el transporte terrestre, además de datos meteorológicos.
Al relacionar los niveles de concentración de partículas procedentes de las emisiones de combustibles fósiles con los resultados en materia de salud, este nuevo modelo constató una mayor tasa de mortalidad por la exposición a largo plazo a los combustibles fósiles, incluso en concentraciones más bajas.
Según el estudio, la exposición a las partículas procedentes de estas emisiones representó el 21,5 % del total de muertes en el año 2012, cifra que en el 2018 se redujo al 18 %. Los expertos atribuyen la reducción al “cambio significativo” en las emisiones de combustibles fósiles en China, que disminuyeron aproximadamente a la mitad entre el 2012 y el 2018, por el endurecimiento en ese país de medidas que favorecen la calidad del aire.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la contaminación atmosférica, incluyendo la que proviene de la calefacción y las cocinas de los hogares, mata a 7 millones de personas al año, de las cuales 4.2 millones fallecen debido a la contaminación exterior.
Comparado con otras causas de muerte prematura, la contaminación atmosférica, que provoca enfermedades cardíacas y pulmonares, provoca cada año 19 veces más muertos que el paludismo, 9 veces más que el sida y 3 veces más que el alcohol.
Los autores del informe esperan que su trabajo proporcione un mayor impulso a los Gobiernos para acelerar el cambio hacia energías más limpias.
“Nuestro estudio se suma a la creciente evidencia de que la contaminación del aire por la dependencia continua de los combustibles fósiles es perjudicial para la salud mundial”, afirma Eloise Marais, experta en química atmosférica en el University College London, y coautora del estudio. Y agrega la especialista:
“No podemos, con conciencia, continuar dependiendo de los combustibles fósiles, cuando sabemos que existen efectos tan severos en la salud y alternativas viables y más limpias”.
(Con información de páginas web Efeverde, Milenio e Infobae)