Polémico desde su premiere en la edición no. 41 del Festival habanero, Buscando a Casal, de Jorge Luis Sánchez (El Benny, Viva Cuba…) fue nominado en su momento al premio Goya y ahora es la candidata insular a los siempre convocantes lauros de la Academia estadounidense.
Quien ya abordara al poeta maldito en el documental (¿Dónde está Casal?,1990) donde asistíamos a un bardo enfermo y abocado a la miseria que lucha por seguir escribiendo , lo recrea ahora ficcionalmente en este acercamiento personalísimo, más focalizado al plano social y afectivo del que fuera gran amigo del novelista Ramón Meza (Mi tío el empleado), relación tan entrañable como difícil que evidentemente se trasunta aquí en la amistad del protagonista con el personaje de Felipe.
De cualquier manera, el texto de Sánchez no se aparta de una visión histórico-biográfica, sin embargo bastante inclinada a una pintura muy estilizada, en la que se cargan las tintas de la interpretación barroca y personal en torno a un hombre y artista contestatario y genial, contradictorio y rebelde.
Por lo que, aunque enfrentado con fuerza y convicción al des-gobierno colonial , sobre todo en la persona de su máxima figura, déspota y machista, también le vemos defendiendo la libertad de creación, el derecho inalienable a ejercerla –tema por estos días tan candente-y la belleza del arte , de la vida en contra de totalitarismos y represiones.
Solo que, en la preponderancia del artificio deliberado, de los originales pero demasiado acentuados tropos visuales, el filme se recarga en exceso y llega a enturbiar desde la imagen una propuesta que, de todos modos, descuella por una superlativa dirección de arte (Maykel Martínez) y una no menos virtuosa fotografía (José M. Riera).
Narrativamente también se dispersa, se bifurca sobre todo a partir de la segunda parte, y se torna desigual en el diseño y el equilibrio dramático entre personajes (con un gobernador demasiado pesante dentro del relato en detrimento de la propia figura central).
Sobre todo Casal es cuestionable en algunas aristas. Nombre cimero del Modernismo literario (junto a Martí o su amigo, el nicaragüense Rubén Darío), articulista brillante en revistas de la época (La Habana Elegante, o El estudiante, que fundó), atraído por el charme parisino y los exotismos japoneses, nada de lo cual opaca la fuerza de una poesía de alto vuelo y anclada en la búsqueda de la identidad nacional, el ser humano deja entrever en buena zona de su lírica, aspectos íntimos de su personalidad que se escamotean en el filme, decidido por la pasión irregular del bardo con María Ichikawa y su joven colega Juana Borrero, mientras se sugiere el conocimiento que trabó con un Antonio Maceo ambiguo y alejado de los enfoques ad usum que exhibe una especial simpatía por el escritor.
Mérito incuestionable del filme son las actuaciones, desde el matizado protagónico de Yasma Guerrero hasta el antagonista de Yadier Fernández , sin olvidar la fuerza de importantes seres en su vida, que asumen aquí Enmanuel Galbán, Marlon López, Blanca Rosa Blanco, Armando Miguel Gómez…
Tras apreciar el filme, aquella pregunta que titulara el documental precedente de Jorge L. Sánchez sigue rondándonos, pero no hay que olvidar que, pese a todo, nos enfrentamos a un texto fílmico tan polémico e imperfecto como sui géneris, de una rara belleza que, de cualquier manera, debemos agradecer.
Ojalá los jueces del Oscar también sepan apreciarla.