Desde su humildad, que hace estremecer a todos y cada uno de los conocedores de su extensa obra, hasta la elocuencia de cada pensamiento surgido de la pluma de José Martí, los cubanos reconocen al ser humano, sencillo y colosal que es nuestro Héroe Nacional. Iluminó con luces el camino de la libertad de su patria y se convirtió en una de las personalidades más excepcionales a nivel mundial.
Múltiples facetas caracterizan la corta pero intensa vida de Martí. Sus ideas constituyen en la actualidad un fuerte puntal para el mejoramiento humano. Pero existen detalles poco difundidos sobre el héroe que van más allá del escritor o poeta y nos acercan al hombre extraordinario, visionario y a la vez sencillo que fue.
Se identificó con diversos nombres a lo largo de su vida
José Martí se vio obligado a utilizar seudónimos y a identificarse con parte de su nombre, debido a la persecución política. Con Anáhuac firmó el diploma para señalamiento del Grado 3 de masonería en 1871; tomó este nombre en honor al valle azteca.
Se inscribió como J. M. Pérez en el registro del Hotel Iturbe a su llegada a México, por la necesidad de no exhibir su nombre, para entonces demasiado conocido.
Se nombró Orestes, el 10 de agosto de 1875, para publicar un artículo en la Revista Universal de México.
Fue Julián Pérez para huir clandestinamente desde Veracruz hacia La Habana en 1877.
Practicó la Masonería
[row][column size=»1/3″ center=»no» class=»»][/column] [column size=»2/3″ center=»no» class=»»] En la logia de la ciudad de Cienfuegos se confirma la afiliación masónica de Martí, que estuvo influenciado por su maestro José María de Mendive. Con solo 18 años ya militaba en la afiliación. Los testimonios del doctor Francisco Solano Ramos y Fermín Valdés Domínguez lo confirman. [/column][/row]
Se inclinó por la pintura
Tenía inclinación por la pintura. Realizaba dibujos y bocetos en sus cuadernos y llegó a matricular en la Academia de pintura y dibujo San Alejandro.
Gustaba de pintar pequeños dibujos de vasijas, piezas precolombinas. En los bocetos reflejó el modo de verse a sí mismo y todo aquello que no alcanzaba a decir con palabras.
Disfrutó la buena cocina
Blanche Zacharie de Baralt, amiga suya, en su libro El Martí que yo conocí, menciona sus gustos culinarios y destaca que le gustaba comer en compañía.
Durante su estancia en Nueva York, comía donde fuera mejor y más barato, y a veces no lo hacía. Gustaba de la comida italiana y de los platos calabreses sazonados con cassio cavallo, regados con vino de Chianti. Prefería el chocolate con poca azúcar. Decía que “comer era un robo”, y comentaba: «Un placer robado al comensal ausente».
Cuando se incorporó a la guerra de Cuba, disfrutó la rica comida de los campesinos orientales, con carnes, viandas y dulces cubanos, y así lo confirma repetidamente en su Diario de campaña.
Conoció diversos idiomas
Martí era políglota (ver artículo La Ilíada de Homero) Además del español, escribía en inglés y francés. Estudió griego y latín en la Universidad de Zaragoza.
Padeció enfermedades durante toda su vida
Desde muy joven sufrió de lesiones en su piel y de un sarcocele (tumor de testículo, de tipo quístico), debido al roce constante que le provocó la cadena en el presidio, del cual fue operado en cuatro ocasiones por el Dr. Francisco Montes de Oca, quien le realizó, en la última operación, una excéresis total del testículo, extirpando el tumor.
Fue diagnosticado con sarcoidosis a los 23 años, eso le provocó otras afecciones del tracto digestivo, respiratorio y cardiovascular.
Debido a su incesante labor como orador, padeció de laringitis aguda y en más de una ocasión los médicos le recomendaron reposo absoluto de voz, pero era mayor su inquietud y hacía poco caso de los consejos médicos, a lo que respondía: «Cuba no puede esperar…”
En 1877, se le prescribió el uso de cristales convexos, como espejuelos, aunque no hay constancia de que los usara. «Mi miedo mayor -decía Martí- no es el de ir saliendo de la vida, sino el de verme sin fuerzas para los muchos quehaceres que nuestra tierra está a punto de echarnos sobre los hombros».
A pesar de las enfermedades que lo aquejaron, Martí no le temía a la muerte, sino a no poder vivir y tener fuerzas para luchar por la independencia de Cuba.
Inspiró en el Ismaelillo sus ideales
Difícil fue dejar a su esposa e hijo en Cuba, así lo escribió en sus versos sencillos: “Oigo un suspiro, a través/ De las tierras y la mar./ Y no es un suspiro, es/ Que mi hijo va a despertar”.
Once años y dos meses fue el tiempo que Martí y su hijo permanecieron juntos, debido a la entrega de la causa libertadora. Para él escribió Ismaelillo y se lo dedicó como muestra de su amor infinito.
Al recibir la noticia de la muerte de su padre en Dos Ríos, Pepito, como lo llamaban cariñosamente, tenía 16 años. Tomó la decisión de incorporarse a la lucha independentista tan pronto supo la fatídica noticia. Se sumó a una expedición libertadora para permanecer en la patria y continuar desde su esfuerzo personal, la obra imperecedera de su padre.
Por su valiente actuación en la toma de Las Tunas, en la unidad de artillería, fue ascendido al grado de capitán. Durante la República continuó en la carrera militar y llegó a ser Jefe del Ejército y luego ocupó la Secretaría de Guerra y Marina desde 1917 hasta 1921.
Contrajo matrimonio en 1876 con María Teresa Bances y Fernández Criado, pero no tuvieron descendencia. Durante la tiranía de Machado manifestó su inconformidad con esta al lanzar un llamado al pueblo cubano en su Manifiesto a Cuba. Ocupó la vicepresidencia del ABC como parte de la oposición activa y clandestina, pero al ser derrocado Machado, José Francisco, totalmente decepcionado, se aleja definitivamente del escenario público.
Como consecuencia de una infección pulmonar, murió en su hogar, en el barrio habanero del Vedado, a la edad de 66 años, el 22 de octubre de 1945. Se le rindieron honores militares y el Gobierno decretó duelo oficial.
Aunque la figura de José Francisco Martí y Zayas-Bazán no es citada con frecuencia, fue continuador del legado de su padre.
Refirió la medicina como elemento indispensable para la vida
Martí reflexionó sobre la higiene en todas sus manifestaciones (urbana y rural, del trabajo, escolar, de la nutrición y de los alimentos), en la epidemiología, en su concepción sobre el Estado como máximo responsable por la salud de sus pueblos y en su brillante concepción de lo que, según él, debía ser la verdadera medicina, es decir, la que precave: la higiene.
Con respecto a la nutrición y la higiene de los alimentos y su relación con la salud de las personas, expresó:
«Comer bien, que no es comer ricamente, sino comer cosas sanas, bien condimentadas, es necesidad primera para el buen mantenimiento de la salud del cuerpo y de la mente».
«El arte de curar consiste más en evitar la enfermedad y precaverse de ella por medios naturales que en combatirla por medios violentos e inevitablemente dañosos para el resto del sistema, cuyo equilibrio es puesto a contribuir en beneficio del órgano enfermo. La higiene va siendo la verdadera medicina, y con un tanto de atención, cada cual puede ser un poco médico de sí mismo».
Censuró el hábito de fumar
Él no conocía los más de 400 compuestos químicos diferentes que hay en el humo del cigarro, ni del poder cancerígeno, demostrado sólo años después, pero intuyó magistralmente su poder dañino, sobre todo para la juventud, al señalar que actuaba de forma sutil y menos sensible que el mal hábito de ingerir bebidas alcohólicas.
Recomendó la práctica de ejercicios para la buena salud
La práctica del ejercicio físico como condición plena del disfrute de una buena salud, es también un tema que le inquietaba:
«En estos tiempos de ansiedad de espíritu, urge fortalecer el cuerpo que ha de mantenerlo en las ciudades, sobre todo donde el aire es pesado y miasmático, el trabajo excesivo, el placer violento y las causas de fatiga grandes. Se necesita asegurar a los órganos del cuerpo, que todas estas causas empobrecen y lastiman, habitación holgada en un sistema muscular bien desenvuelto, nivelar el ejercicio de todas las facultades para que no ponga en riesgo la vida el ejercicio de una sola, y templar con un sistema saludable la circulación de la sangre, y con la distribución de la fuerza en el empleo de todos los órganos del cuerpo, el peligro de que toda ella se acumule, con el mucho pensar, en el cerebro, y con el mucho sentir, en el corazón y den la muerte».
En los tiempos convulsos de pandemia que vive la humanidad resulta innegable la vigencia martiana y la capacidad de pensamiento para avizorar momentos tan difíciles como los que vive el planeta.
Los profesionales de la salud en Cuba cumplen a diario con los preceptos martianos cuando realizan misiones internacionalistas y son capaces de enfrentar grandes retos y peligros para ayudar a quienes lo necesitan en muchos países del mundo: “La vida debe ser diaria, movible, útil, y el primer deber de un hombre de estos días, es ser un hombre de su tiempo; si de algo serví antes de ahora, ya no me acuerdo: lo que quiero es servir más”.
La humanidad sumergida en la imperiosa necesidad de hallar la cura del coronavirus en una vacuna mantiene a los científicos del mundo en la búsqueda constante de la solución. Mientras esto no se materialice, la protección individual es la única salida y así lo expresan a diario los expertos.
Así lo sentenció Martí, sin vislumbrar la pandemia, pero nos acerca acertadamente a la realidad una vez más: “Haga cada uno su parte de deber, y nada podrá vencernos”.
Fuentes consultadas: Detalles curiosos y poco conocidos sobre José Martí (Juventud Rebelde, 25 enero 2018). José Martí pintor (Perlavisión, Miercoles 27 de Enero de 2021)
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