En enero de 1891 José Martí publicó el ensayo “Nuestra América”: el día primero apareció en La Revista Ilustrada de Nueva York y el día 30 en El Partido Liberal de México. Ante un ensayo de las características de este y su salida casi simultánea en dos publicaciones de ciudades distintas, pero de gran peso continental, cabe preguntarse ¿qué circunstancias condicionaron este hecho? ¿Por qué Martí decidió alertar de manera tan profunda a la que ya llamaba “Nuestra América”? En el contexto de aquel momento podemos buscar las respuestas.
Entre 1889 y 1890 se había producido un acontecimiento muy importante: se había celebrado en Washington la primera Conferencia Panamericana convocada por el gobierno estadounidense, reunión que el cubano siguió muy de cerca y sobre la cual escribió artículos de profundo análisis. Aquel cónclave, celebrado con el nombre de Congreso Internacional de Washington, significó una acción concreta de los Estados Unidos en su aspiración de dominio continental y así lo vio Martí. Se había rebasado el discurso y comenzaban a actuar. Justo en uno de esos trabajos, enviado al periódico La Nación de Buenos Aires, expuso con toda claridad el peligro que tal convocatoria representaba:
Jamás hubo en América, de la independencia acá, asunto que requiera más sensatez, ni obligue a más vigilancia, ni pida examen más claro y minucioso, que el convite que los Estados Unidos potentes, repletos de productos invendibles, y determinados a extender sus dominios en América, hacen a las naciones americanas de menos poder, ligadas por el comercio libre y útil con los pueblos europeos, para ajustar una liga contra Europa, y cerrar tratos con el resto del mundo.
Eso lo llevó a afirmar que había llegado para nuestra América la hora de declarar su “segunda independencia”. Martí analizó los intereses que estaban detrás de ese “convite” y sus propósitos, lo que evidencia su alarma ante lo que estaba sucediendo; de ahí que en el prólogo a sus Versos sencillos, escritos justo cuando se celebraba aquella conferencia, plasmó la inquietud que lo embargaba en esos meses y que calificó de “invierno de angustia”, calificado así según expuso porque fue cuando “se reunieron en Washington, bajo el águila temible, los pueblos hispanoamericanos.” A la experiencia de aquella conferencia, donde nació ya el panamericanismo como mecanismo de dominio continental, siguió la convocatoria a una Conferencia Monetaria Internacional que debía celebrarse ese año 1891. Sin duda, el contexto mostraba un real e inminente peligro que debía enfrentarse desde nuestros pueblos.
En los artículos que Martí publicó entonces sobre la Conferencia panamericana, planteó no solo los propósitos que estaban detrás de aquel evento, los intereses que lo movían y la estrategia que se estaba siguiendo, sino que también expuso cual debía ser la actitud de nuestros pueblos:
El Sun de Nueva York, lo dijo ayer: “El que no quiera que lo aplaste el Juggernaut, súbase en su carro”. Mejor será cerrarle al carro el camino.
Para eso es el genio: para vencer la fuerza con la habilidad. Al carro se subieron los tejanos, y con el incendio a la espalda, como zorros rabiosos, o con los muertos de la casa a la grupa, tuvieron que salir, descalzos y hambrientos, de su tierra de Texas.
Por tanto, había que cerrar el camino al carro que se proponía apastarnos, había que hacerlo con habilidad, para que no ocurriera lo que pasó cuando los estadounidenses se apoderaron del territorio mejicano de Texas. Este contexto, por tanto, condicionó la publicación de “Nuestra América” como parte de la estrategia que estaba planteando.
Al leer este ensayo, es importante apreciar su primer párrafo, donde Martí hace un llamado transcendental a quienes actúan con sentido de “aldea” y no saben “de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el Cielo, que van por el aire dormidos engullendo mundos.” De modo que llama a despertar pues “Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo a la cabeza, sino con las armas de almohada, como los varones de Juan de Castellanos: las armas del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra.” Es decir, que era en tiempo de combate pues había que enarbolar las trincheras de ideas para detener a la fuerza que pretendía ponerse sobre América Latina.
En el segundo párrafo fue más explícito en cuanto a lo que debía hacerse de inmediato: promover la unidad, por tanto “¡los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas! Es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes.” A partir de estos llamados, que evidencian un importante nivel de urgencia, Martí pasó a explicar la realidad de nuestra América, con su evolución histórica y las fuerzas que actuaban, así como la necesidad de conducirse con el oído puesto en nuestras realidades, sin copias miméticas de modelos ajenos que no podían aplicarse a situaciones muy diferentes, de ahí su afirmación: “Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas.”
Dentro de los problemas que apreciaba en nuestra evolución histórica, dio gran significado a lo ocurrido en el proceso independentista (o lo que no ocurrió), cuando dijo: “El problema de la independencia no era el cambio de formas, sino el cambio de espíritu. // Con los oprimidos había que hacer causa común, para afianzar el sistema opuesto a los intereses y hábitos de mando de los opresores.” Eso es lo que no se había hecho: la revolución anticolonial. Eso explica su metáfora con “el tigre de afuera” y el “tigre de adentro” ya que este retorna con sus zarpas de terciopelo, se aproxima sin que se le oiga llegar, y cae con sus garras sobre nuestros pueblos. De modo que “La colonia continuó viviendo en la república.”
Esos problemas internos estaban presentes en la realidad latinoamericana entonces, pero “otro peligro corre, acaso, nuestra América, que no le viene de sí, sino de la diferencia de orígenes, métodos e intereses entre los dos factores continentales, y es la hora próxima en que se le acerque, demandando relaciones íntimas, un pueblo emprendedor y pujante que la desconoce y la desdeña.” Ese peligro que estaba planteando no lo veía lejano, sino que ya estaba acechando: “El desdén del vecino formidable, que no la conoce, es el peligro mayor de nuestra América; y urge, porque el día de la visita está próximo, que el vecino la conozca, la conozca pronto, para que no la desdeñe.” Como puede observarse, para Martí el peligro mayor estaba en los Estados Unidos en aquella circunstancia, por tanto, era el que había que conjurar.
Estos análisis y llamados de Martí muestran su conocimiento de la realidad de la América nuestra y de la que no es nuestra, la otra, la que era el peligro mayor. Como, según afirmó, “pensar es servir”, eso estaba haciendo: estaba analizando, estaba pensando como su mejor manera de servir en ese momento, pero no para quedar solo en un pensamiento abstracto, sino que era la manera de comprender la realidad de nuestros pueblos y actuar en correspondencia con esa realidad. Había que forjar la unidad “del Bravo a Magallanes” para enfrentar unidos al gigante de las siete leguas.