Durante las últimas semanas en no pocos territorios del país se ha constatado un inusual ajetreo en las Oficinas de Control para la Distribución de los Abastecimientos, más conocidas como las Oficodas.
Numerosas personas han estado acudiendo a toda prisa para hacer algo que deberían haber hecho hace mucho tiempo: darles baja en el registro de consumidores, y en las respectivas libretas de abastecimiento, a parientes que ya no viven en Cuba, e incluso a quienes fallecieron, pero seguían contando para la distribución de los alimentos normados.
Muy probablemente en los próximos días haya más información oficial en detalle sobre este asunto y sus implicaciones económicas. No obstante, desde algunas provincias ya ha trascendido que desde finales del pasado año se han dado indicaciones para depurar ese registro decididamente inflado. También en los últimos días ha surgido con fuerza un rumor, no confirmado, de que se aplicarían penalizaciones o multas a quienes tengan en la libreta a personas fallecidas o que emigraron.
Pero más allá de esas precisiones que de seguro llegarán en su momento, es suficiente tener el oído pegado a la tierra, y ver la gran afluencia de público que con ese propósito está yendo a las referidas Oficodas, para percatarse de que ha habido en ese asunto un grave problema de falta de organización y exigencia, combinado con una actitud, cuando menos incorrecta, de no pocos núcleos familiares.
Por desgracia, este propio comentarista hace alrededor de dos años sufrió una importante pérdida familiar; y cuando a los pocos días fui a comunicarlo a esa instancia de Comercio Interior, sentí que me miraban casi como a un bicho raro, lo cual en aquel momento interpreté como una muy mala señal que tal vez apuntaba hacia lo infrecuente del hecho. Sin embargo, estaba asumiendo que eso era, no solo un deber elemental, sino también una forma de mostrar respeto por esa persona querida que ya no estaba.
Es cierto que la cuota de alimentos normados per cápita que cada hogar cubano recibe de manera segura nunca ha sido suficiente. Tampoco lo es ahora en medio de las fuertes restricciones económicas que enfrenta el país como consecuencia del bloqueo y de la Covid-19.
Pero esa revisión a fondo de quién está en la libreta y quién no tiene ya por qué estar, resulta inevitable e imprescindible para facilitar la propia Tarea Ordenamiento que ahora pone en práctica el país.
Por supuesto, habrá que garantizar además que en lo adelante sí funcionen los mecanismos administrativos y de cruce de información que siempre estuvieron establecidos entre las Oficodas y las instituciones involucradas en el control de los nacimientos y las muertes, o las salidas temporales y definitivas del país, los cuales por alguna razón al parecer dejaron de ser aplicados o de ser efectivos.
Y en cuanto a las familias, el llamado sería no solo al cumplimiento de lo legalmente establecido, sino también a la comprensión de lo que ello implica en la economía nacional y para la tranquilidad de nuestras conciencias. Hay que repartir ese orden y esa decencia, también por la libreta.