Ajetreo en los surcos de Santiago de Cuba

Ajetreo en los surcos de Santiago de Cuba

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Los más de 27 mil hombres y mujeres del campo en Santiago de Cuba miembros de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (Anap), viven con intensidad estos primeros días del 2021 imbuidos en hacer producir la tierra, cuidar la salud ante la amenaza de la COVID-19 y celebrar los 60 años de la organización que los aglutina.

Foto: Betty Beatón

A sabiendas de las urgencias con el abastecimiento de surtidos agropecuarios, limitados en medio del azote de la pandemia y el recrudecimiento del bloqueo de los Estados Unidos a Cuba, incrementan las siembras, buscan alternativas para alcanzar mayores rendimientos, y agilizan la comercialización.

En medio de todo ello por estos días también desarrollan las asambleas de balance del año que recién concluyó en las estructuras de base de la Anap, bien sean Cooperativas de Producción Agropecuarias (CPA) o de Créditos y Servicios (CCS).

En dichos encuentros debaten en torno a los problemas que ponen frenos a una mayor producción y cómo buscarles solución, además de evaluar las condiciones de las CPA y CCS para asumir los retos del Ordenamiento monetario y cambiario que vive el país, así como encontrar los mejores caminos para insertarse en la cadena de exportación a la que se le da prioridad en Cuba.

Incentivo para tales empeños lo es sin dudas, el saber que la provincia de Santiago de Cuba destaca en la emulación nacional de la Anap camino a sus 60 años, el próximo 17 de mayo.

Igualmente se convierte en estímulo el paso por diferentes estructuras productivas de la Bandera 60 aniversario de la organización, la cual llegó a este territorio el pasado 17 de enero procedente de la provincia de Guantánamo.

Acerca del autor

Periodista cubana. Máster en Ciencias de la Comunicación. Profesora Auxiliar de la Universidad de Oriente. Guionista de radio y televisión.

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Un comentario en Ajetreo en los surcos de Santiago de Cuba

  1. «Ajetreo en los surcos de Santiago de Cuba»…
    !Exportar, exportar y exportatar!.
    Cuando uno contrasta esta consigna necesaria para cualquier economía, y hace un recorrido por el mercado más cercano de barrio, reiterado en tiempos, uno entonces comprueba que las únicas ofertas disponibles son tomate 8 cup/lbr, col 5 cup/lbr, lechuga 4 cup/lbr, rábano, chopo, no siempre, plátano, boniato, yuca, maiz (seco o tierno), los «cárnicos permanecen ausentes en los últimos momentos» de persistencia del bloqueo, pandemia y escaseces; «de vacas flacas y vacas menos flacas».

    Cuando uno bajo ese régimen de ofertas toma conciencia de que vivir haciendo ciclos alimentarios con vegetales puede ser hasta saludable y sustentable durante un tiempo, a pesar de que lamentablemente no es el hábito de alimentación óptimo para muchos de aquellos que no tengan limitaciones médicas y sean asistidos por prescripción con dietas proteicas de origen animal. Entonces ello fortalece el criterio contrario de que «exportar alimentos» en nuestro caso parezca ser la más indicada de las consignas en estos momentos de escasez productora y distribuidora de alimentos. Incluso por su resultado colateral objetivo que motiva el desorden, intranquilidad y codicia de quienes manipulan estas mercancías que todos necesitamos en nuestra salud corporal y tranquilidad mental también indispensables para acometer unidos el orden interno y el ordenamiento profundo que nos empeñamos en realizar.
    Tampoco pasan por alto afirmaciones reiteradas que nos supone destinar anualmente unos dos mil millones usd para importar alimentos. El conocimiento de tal cifra estimada nos puede sugerir no exportar estos productos sin antes intentar cubrir el mercado nacional (sustituir con la totalidad de producción nacional la cifra que igualen dichas importaciones. Pienso que tal línea de pensamiento es igualable al razonamiento inverso de protección a nuestros productores: que nos lleve a prohibir importaciones de «azucar» por ejemplo, para la industria alimentaria y el consumo.
    Nos preguntamos incluso la racionalidad explicada de destinar parte de tal cantidad que suponemos debemos destinar a importar alimentos y los que debemos estimular entre aquellos que podemos producir en Cuba para nuestro mercado interno y satisfacer las acuciantes necesidades internas alimentarias.

    Respetamos los cálculos de los expertos que conceptualmente dominan estas proporciones; aunque así sea, valga el llamado a que ellos sigan visitando no solo a los productores sino también a los consumidores en las colas y que perciban cada movimiento de orden positivo y negativo que se observan en ellas, cada comentario de la sabiduría popular, de saber con claridad diáfana la parte del ordenamiento que le corresponde a ellos y cuál se escapa de su empoderamiento como ejecutores de la conceptualización.

    Ello sin esperar que se lo cuenten por Facebook.

    Ni que participemos con satisfacción del entusiasmo noticioso conceptual al otorgar categorías de «proeza laboral» a todo aquel que encuentra su realización comercial en las necesidades por la variabilidad de ofertas en mercados exuberantes, donde nos atrae también «legitimamente» la moneda que aun no hemos logrado, la realmente convertible en otros insumos de tecnologías superiores.

    Gracias.

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