“Esta es una fecha que recoge el compromiso del apóstol cubano, por las ideas y el pensamiento bolivariano. Cuba y Venezuela, dos pueblos unidos por una historia de hermandad y libertad”.
Con esas palabras, hechas públicas en su cuenta de la red social twitter, el presidente constitucional de Venezuela, Nicolás Maduro Moro, saludó el aniversario 140 de la visita de José Martí a Caracas (21/1/1881) y el homenaje que rindió El Maestro a Simón Bolívar, sin sacudirse el polvo del camino.
Ahora mismo, en los sitios más insospechados y recónditos de la Patria de Bolívar, más de 22 mil colaboradores cubanos reviven en la cotidianidad su sentencia: Deme Venezuela en qué servirla: ella tiene en mí un hijo.
Iluminados por ese compromiso con la Patria Grande, que nuestro José Martí definiera como humanidad, los colaboradores de la Isla antillana acompañan a sus hermanos venezolanos en una de las coyunturas más aciagas vividas por ambos pueblos, signada por la cruel guerra económica impuesta por los Estados Unidos y el rebrote de la Covid-19.
En ese adverso contexto, he visto arribar a la Rampa 4, del aeropuerto internacional Simón Bolívar de Maiquetía, Estado de La Guaira, a cientos de cubanos de diferentes perfiles profesionales en aleccionadora mezcla de juventud y experiencia que denota la fidelidad a ese legado solidario, emancipador y antimperialista que tiene profundas raíces en las líneas de pensamiento de los dos próceres.
Servir en Venezuela, donde haga falta, es la decisión predominante en los colaboradores que llegan a esta tierra, cuyos buenos patriotas se empeñan en construir una sociedad más justa e inclusiva y en la que todavía son visibles las huellas del capitalismo brutal.
Siguiendo los postulados martianos y las ideas del Comandante en Jefe Fidel Castro, su más preclaro discípulo, en los últimos 20 años, una cifra superior a los 250 mil cubanos han cumplido misión internacionalista en Venezuela y su desempeño se alimenta de la savia martiana que indica: Ayudar al que lo necesita no sólo es parte del deber, sino de la felicidad.
Aunque en diversos sectores y programas de beneficio social Cuba brinda su colaboración solidaria, bastaría para ilustrar su apoyo a la construcción del Sistema Nacional Público de Salud, con servicios gratuitos y de calidad, que tiene el objetivo de restablecer ese derecho humano elemental negados a los más vulnerables, con quienes el Apóstol de Cuba echó su suerte, porque los arroyos de la sierra me complacen más que el mar.
La red de instituciones sanitarias integradas por 593 Áreas de Salud Integrales Comunitarias, gestionadas en franca relaciones de complementariedad entre colegas de las dos naciones, ha sido baluarte para gestionar los desafíos de la pandemia y deviene símbolo de la hermandad.
La gratitud, como ciertas flores, no se da en la altura y mejor reverdece en la tierra buena de los humildes, sentenció Martí, y esos segmentos poblacionales, sin exclusión, agradecen los esfuerzos de los dos gobiernos por proporcionarles seguridad y confianza.
Porque Cuba y sus mejores hijos, como les enseñó el Apóstol, practican la solidaridad no como un fin sino como un medio encaminado a lograr que nuestra América cumpla su misión universal.
En carta de despedida a su amigo venezolano Teodoro Aldrey, José Martí deja constancia de su profundo amor por la Patria de El Libertador cuando escribe: De América soy hijo: a ella me debo. Y de la América, a cuya revelación, sacudimiento y fundación urgente me consagro, ésta es la cuna; ni hay para labios dulces, copa amarga; ni el áspid muerde en pechos varoniles; ni de su cuna reniegan hijos fieles. Deme Venezuela en qué servirla: ella tiene en mí un hijo.