No sería arriesgado afirmar que el amor, el más puro de los sentimientos humanos, ha sido, a lo largo de la historia del mundo, fuente permanente de inspiración del arte en sus más variadas manifestaciones, para así convertirse, quizás, en uno de los temas más reflejados por creadores de diversas generaciones, estilos, tendencias, latitudes…
La poesía –me atrevería sin duda alguna a asegurarlo– es uno de los géneros que, dentro de la literatura, con mayor asiduidad, a través de los siglos y mediante diversas formas estróficas, ha permitido que los escritores hayan rendido culto a los desvelos y alegrías, los conflictos y esperanzas, las pasiones y entregas, del amor.
Muestra evidente de tal afirmación, queda demostrada con la lectura de Poesía de amor china (Colección Sur Editores, Festival Internacional de Poesía de La Habana, La Habana, 2014, 168 pp), con compilación, versiones, prólogo y notas del poeta, ensayista, traductor, editor, periodista y profesor colombiano Harold Alvarado Tenorio.
Interesante resulta el comentario de Alvarado Tenorio cuando, al presentar este volumen, escribe:
Ni los antiguos ni modernos chinos han redactado poemas épicos. En la poesía china no hay temas heroicos ni de elogio de las armas. Las guerras y la violencia jamás son exaltadas en sus poemas y cuando son mencionadas o referidas es para lamentar sus consecuencias o condenarles. En cambio han producido una de las más sofisticadas líricas de todos los tiempos.
En las páginas de este volumen, el lector encontrará una valiosa y sugerente colección de versos. Se trata de más de un centenar de textos, firmados por ochenta autores, nacidos en el país asiático desde el siglo XI a.n.e. hasta el presente, quienes ofrecen sus más íntimas impresiones sobre el más universal de los sentimientos del hombre.
Se abre la entrega con textos que forman parte del Libro de los cantos, compuesto por trescientos cinco poemas que, según la tradición, fueron escritos entre los siglos XI y VI a.n.e. y recopilados para entretener a Ji Zha, señor del reino de Wu, aunque –en opinión de otros investigadores– se conservan gracias a la iniciativa de Confucio.
Uno de los poemas que aparecen en esa milenaria obra de incuestionables valores es «Estudiante con cuello azul»:
Ah, estudiante con cuello azul,
te deseo hace tiempo.
Aun cuando no he ido a verte
¿por qué no me envías tus palabras?
Ah, estudiante de cinta azul,
hace tiempo te amo.
Aun cuando no he ido a verte,
¿por qué no vienes?
Una y otra vez paseo
por la torre de la muralla.
Si un solo día no te veo
¡se me hace siglos!
En el ya citado prólogo que acompaña Poesía de amor china, Alvarado Tenorio explica que esta es, tal vez, la primera antología publicada en español, en la China actual, en que ha reunido algunos textos clásicos que han merecido «lecturas contradictorias por parte de los críticos chinos, que muchas veces prefieren ver otras cosas o asuntos en los poemas que yo entiendo amorosos».
Es posible apreciar, a través de esta compilación, esos rasgos comunes –como el reflejo de elementos de la naturaleza– que identifican a la poesía amorosa china y que pueden ser advertidos luego de leer poemas como «Sentimientos de primavera», de autor anónimo perteneciente a la dinastía Ming (1368-1644):
Temo la llegada de la primavera.
Los duraznos están rojos,
las ramas del sauce reverdecen.
Odio el viento del este, no disipa mi tristeza.
Golondrinas y orioles vuelan
de dos en dos.
Murmurando palabras de amor
son más felices que yo.
Poesía de amor china no es una antología convencional, es como un hermoso divertimento. Es un libro para el deleite, para el disfrute, para el regocijo. Un libro que invita a conocer cómo los poetas, nacidos en un país de una lejana latitud del mundo, cantan a ese sentimiento que enaltece, aviva, enriquece, la espiritualidad de los seres humanos.