Las alambradas rodean el imponente edificio que había sido profanado solo una vez y por tropas extranjeras. En sus hermosos pasillos duermen los militares encargados de protegerlo y evitar que por tercera vez ocurra al triste hecho de ser ocupado por una turba.
Los transeúntes que se acercan solo pueden ver, de lejos, la escenografía que se monta para la toma de posesión del presidente electo Joe Biden. Quizás el día 20, fecha fijada para la ceremonia, ni siquiera puedan acercarse el lugar.
La incertidumbre y el miedo se pasean por las frías calles de Washington D.C. Por un lado la pandemia, por otro la violencia callejera y racista y la más reciente, la de turbas que quieren imponer por la fuerza al Presidente que no fue electo democráticamente.
El los incitó, quizás creyendo que cambiaría una situación que se le hacía cada vez más difícil. Hizo lo que ha hecho desde que se postuló para el cargo. Mentir, presionar, imponerse, acudir a toda maniobra sin respetar ética o principios democráticos de los que hacen gala políticos de su país.
Fracasados todos los intentos por el recuento de votos, las denuncias de fraude y las presiones a funcionarios para que secundaran sus planes, Trump deja este miércoles su querida Casa Blanca sin el menor apoyo de sus más cercanos.
Cuestionado públicamente, ridiculizado ante el mundo y sin la menor posibilidad de escapar de una posible sanción en el juicio ya previsto, el solo hecho de ser el único Presidente que se han sentado dos veces en el “banquillo de los acusados” ya lo descalifica ante la sociedad y la historia.
Siguen llegando militares. Esta vez no desembarcan en lejanos países aunque vienen armados por orden del alto mando, y es que el miedo a nuevas revueltas se mantiene en el ambiente. ¿Se atreverán a disparar a sus propios compatriotas?
Se acerca la hora de la ceremonia. Al parecer no habrá situaciones similares a la ocurrida en el seis de enero en el mismo Capitolio que ahora forma parte del escenario presidencial.
Nadie sabe. Nadie quisiera que pasara lo peor, pero muchos creen que sí. De no ser en Washington D.C. podrá ser en cualquiera de sus Estados. El mal salió a la luz pública y midió fuerzas, no fueron detenidos en su acción y de seguro habrá muchos que intentarán volver a ser noticia.
La presidencia se le fue de las manos cada minuto. Solo le queda mirar por el amplio ventanal el escenario de la ceremonia, aunque con disgusto, tiene que soportar el chiste de unos empleados de limpieza que colgaron consignas a favor de su sustituto muy cerca, como recordándole que, sencillamente, perdió.