Puro nervio se volvió Mireya Cabrera en el minuto mismo en el que le dijeron que era contacto de primer orden de un positivo a la COVID-19. En una de las habitaciones del hotel San Juan, perteneciente a la cadena Islazul en esta ciudad, donde prestaba servicios como camarera, se había hospedado un viajero procedente de Haití que a 24 horas de su llegada fue confirmado con el SARS-CoV-2.
El 25 de diciembre del 2020 se convirtió para Mireya en el más amargo de sus días, una sensación que fue menguando poco a poco al percibir algo más que una esmerada atención de salud.
De súbito, el hotel fue casa, hospital, refugio… “me aislaron aquí mismo y recibí la mejor atención que se le puede dar a una persona que se enfrenta a una situación como la mía”.
No fue solo en el orden material o de seguimiento clínico. Fue, a decir de ella, el afecto, el apoyo espiritual que le transmitieron a distancia sus compañeros de trabajo, quienes celebraron el resultado negativo de su PCR.
Una historia similar guarda en el más cálido rincón del alma Nancy Ramírez Guerra, también camarera del San Juan, a quien le correspondió atender a Mireya y a los demás aislados en la zona roja del hotel e igualmente logró ganarle la batalla al mortal virus.
¿Suerte? ¿Milagro? “Rotundamente no”, responde enfática la doctora Mariuska Hendrich Álvarez, responsable, junto a la enfermera Gisela Aponte Larduet, de los servicios médicos en la mencionada instalación turística.
“Que a partir de un huésped positivo hayamos tenido un personal aislado como sospechoso, con otros trabajadores atendiéndolos —que a su debido tiempo también pasaron a aislamiento—, y que ninguno haya enfermado, habla a las claras del cumplimiento estricto de los protocolos de seguridad, de apego a las normas.
“Lo aquí vivido demuestra que sí se puede, que es posible contener la COVID-19 si se usa el nasobuco, si se desinfectan con frecuencia las manos y las superficies, si se respeta el distanciamiento físico, si se hace una pesquisa activa con rigor y sistematicidad, y si se cumplen otras medidas que están claramente indicadas”.
Pacto de vida
En el polígono Cadeysa, perteneciente a la empresa cárnica Santiago de Cuba, confluyen la producción de ahumados, embutidos, picadillos y otros alimentos similares para la comercialización a segmentos de la población especialmente protegidos, en particular embarazadas.
Que una y otra misión se cumplan con calidad, y sin riesgos de contraer el nuevo coronavirus, es prioridad de la administración y del sindicato.
Por eso sus máximos representantes, Lorenzo González y Alexis Cedeño, respectivamente, hicieron un pacto de caballeros asumido por los otros 28 trabajadores del polígono y compartido por los nueve del área de venta (perteneciente a la Empresa Compay Thiago).
“A quien esté sin nasobuco, o no lo use correctamente, se le suspende del puesto por 15 días”, explica Alexis, y afirma que fue acuerdo unánime, consignado en el reglamento disciplinario interno.
“Pudiera parecer extremo —precisa Lorenzo, el administrador— pero ante situaciones especiales, medidas especiales, por ello hemos coordinado con el personal de salud de la comunidad para intensificar la pesquisa activa en el centro”.
Se realiza un matutino diario para actualizar al personal del comportamiento de la pandemia en Cuba y en el mundo, actividad organizada entre la administración y el sindicato, cuestión que a juicio de Ibelice Brusson, dependienta, y Norberto Revilla, nevero, complementan lo que se hace a favor de la vida de los trabajadores, y de los clientes.
Productos lácteos con doble sello de seguridad
Leandro Hechavarría, técnico de seguridad y salud del Combinado Lácteo, parece tener jiribilla. Va de aquí para allá, supervisa que no falte el agua jabonosa y el cloro en los tanques dispensadores colocados en la puerta de la fábrica, que la mochila siempre esté lista para fumigar los vehículos al entrar al centro, que los pediluvios (para la desinfección de las botas) se usen adecuadamente en cada área productiva…
“Además recorro los locales, intercambio con la gente y compruebo que nadie tenga ningún síntoma respiratorio, porque acá hay que cuidarse doble, multiplicar por dos las medidas contra la pandemia, no olvidemos que nuestra misión es procesar alimentos”.
Con apego a tal presupuesto la administración, en lo que va de enero, ha suspendido del puesto laboral a cinco trabajadores que han resultado contacto de casos sospechosos o positivos, un requerimiento ante el cual no puede temblar la mano, “porque es mejor precaver que tener que lamentar”, dice Yurislaine Hernández Oduardo, la directora.