Zenaida Armenteros es mucho más que una primera bailarina: es un icono de la danza folclórica en el país, probablemente la más emblemática de sus intérpretes vivas, referente principalísimo y maestra de generaciones completas de bailarines, puntal del Conjunto Folclórico Nacional de Cuba, inspiración de muchos coreógrafos, artista queridísima del público…
Zenaida Armenteros, quien este domingo ha cumplido noventa años, es también primera cantante y primera actriz, porque su arte es pródigo y sus capacidades múltiples.
Ella ha encarnado sobre muchos escenarios de Cuba y el mundo el espíritu libre de una cultura, asumida desde sus raíces y expresada con un vuelo y una fuerza inusuales. Los espectadores que ahora peinan canas recuerdan sus interpretaciones: su imagen deslumbrante, la majestuosidad del movimiento, el pleno dominio de los estilos.
Cuba la reconoció con el Premio Nacional de Danza y con importantes condecoraciones. Ha recibido distinciones en varios países de América, África y Europa. En grandes teatros le han dedicado funciones de homenaje. La crítica la ha exaltado. Ha grabado discos, ha participado en películas, ha ofrecido talleres internacionales.
Zenaida Armenteros representa el triunfo del trabajo, del talento, de la voluntad: la niña que nació hace 90 años en un hogar humilde es hoy una de las más grandes artistas cubanas. Pero ella sigue siendo (lo ha dicho muchas veces) una mujer de pueblo. Porque en el pueblo (también lo ha dicho) está la esencia de su creación.
Coreógrafo con mayúsculas
Y este martes hubiera cumplido 80 años otro imprescindible de la danza cubana: el coreógrafo Iván Tenorio, quien falleció el 31 de octubre de 2014 dejando una de las más sólidas carreras en el ballet cubano. Basta un título, Rítmicas, sobre música de Amadeo Roldán, para ubicarlo entre los más relevantes coreógrafos del Ballet Nacional de Cuba, en toda su historia. Rítmicas es una estilización inspirada del acervo cultural cubano, ajustada en los moldes universales de la técnica académica. Un clásico de la danza escénica nacional.
Pero no menos relevante es Estudios para cuatro, obra en la que brilló siempre la primera bailarina Loipa Araujo. La abstracción entendida como impulso vital, a golpe de tango. El “diálogo” de la bailarina con la cuerda es uno de los grandes momentos de la coreografía cubana.
Y fue también un creador de obras de gran calado dramático, como La casa de Bernarda Alba que montó para el Ballet Nacional, en la que mostró también su cercanía a la cultura hispánica, evidente en muchas de sus creaciones.
Desde sus años de formación en el Ballet de Camagüey, desde su célebre Cantata, que le abrió muchos caminos, Tenorio se consagró a la danza y también al teatro dramático y musical. Por la relevancia de su itinerario recibió en 2007 el Premio Nacional de Danza.