Como el más voluntarioso de los historiadores, Agustín Drake Aldama (Sabanilla, actualmente Juan Gualberto Gómez, 1ro. de septiembre de 1934), indaga en el pasado a partir de los restos materiales y espirituales dejados por los seres humanos. Y como un experimentado arqueólogo se nutre —y fundamenta sus obras— a través del análisis y el reciclaje de disimiles objetos utilizados por el hombre en su andar por la vida.
Esa premisa que caracteriza el quehacer artístico de este creador puede disfrutarse en su reciente exposición titulada Los Ancestros de Agustín Drake, inaugurada en el Museo Casa de África, en La Habana Vieja, como parte del programa del 25 Taller (virtual) Científico de Antropología Social y Cultural Afroamericana, dedicado al Doctor Eusebio Leal Spengler y al aniversario 140 del natalicio del etnólogo, antropólogo, arqueólogo y periodista, Don Fernando Ortiz.
A la apertura asistieron, entre otros, Su Excelencia Aboubacar Sidiki Camara, General de Ejército y Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República de Guinea en Cuba; Michael M. Thoss, Consejero Cultural de la Embajada de la República Federal de Alemania y Representante en La Habana del Goethe-Institut; Victor Drake,presidente de la Asociación de Amistad Cuba-África y miembro de la Dirección Nacional de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana; Antonio Enrique Pérez Marrero, escultor y presidente de la filial provincial de la Asociación Cubana de Artesanos Artistas (Acaa); y Alberto Granado Duque, director de la mencionada institución perteneciente a la Oficina del Historiador de La Habana; además de artistas, etnólogos y público.
Drake es “el escultor de la piedra, las fibras vegetales, la madera, los metales, de lo olvidado, del viento y la palabra. Sus manos reciclan, hacen la magia creadora componiendo las obras tras su andar, en la geografía infinita donde encuentra objetos de todo tipo, resignados a llevar en sí mismos las huellas del tiempo y el desuso, que finalmente se convierten en protagonistas de su prolífera imaginación y exquisito oficio”, expresó, en las palabras del catálogo, el reconocido creador Emilio O’Farrill, Licenciado en Artes Visuales en la Universidad Pedagógica Juan Marinello, curador de la muestra.
Todo lo que este artífice utiliza para ejercer su trabajo le ha ayudado a recuperar y aprehender del tiempo pasado. Y como buen humano ha ido transformándose, desde la niñez, mediante un paulatino e incesante proceso de conocimiento, consciente de que tenemos un origen y una naturaleza esencialmente espiritual.
En sus dibujos y esculturas el observador es sometido a un ejercicio comprometedor que demanda elementales conocimientos sobre etnología, antropología y religión. Su obra, ampliamente difundida en Cuba y en muchos países de todos los continentes, transita entre rasgos distintivos del arte naif, los tótems primitivos africanos y la pintura figurativa contemporánea.
El legado de este octogenario artífice es único, irrepetible y abarcador, de ahí su trascendencia dentro del panorama insular de las artes visuales, dentro del cual ha obtenido más de 20 importantes premios, entre estos el Unesco en la VI edición de la Feria Internacional de Artesanía; y candidato, a propuesta del Consejo de las Artes Plásticas en Matanzas, al Premio Nacional de Artes Plásticas 2019.
El relevante comunicador y pedagogo galardonado en 2007 con el Premio Provincial de Matanzas Por la obra de la vida, igualmente ostenta la condición de Maestro Emérito. Entre los años 1959 y 1978 realizó una notable labor como profesor —fue director, además, de la Escuela provincial de Artes Plásticas de Matanzas—y con 84 años de edad aún imparte cursos para profesionales del sector. Haciendo galas de esa condición, poco antes de la inauguración, en un aula ubicada cerca del área donde se instalaron las piezas, sostuvo un ameno encuentro con alumnos de quinto grado pertenecientes a un taller ideado en ese museo por Eusebio Leal.
Con deslumbrante interés, como si descubrieran nuevos cosmos históricos y sociales, los pequeños siguieron el discurso del artista, quien les trasmitió parte de sus conocimientos sobre la esclavitud, el uso de la güira y el catauro (cesto formado de yagua), y les enseñó como manejar el molino criollo de maíz, rústico artefacto de la época de la esclavitud sobre el que relató sus vínculos familiares en tiempos de escasez cuando debía triturar el preciado grano para hacer diferentes derivados alimentarios como la harina, el gofio, la ayaca y el Iyefú —de herencia africana—. Esta pieza la donó a la institución para su colección permanente.
Luego, ante el numeroso publico que asistió a la apertura de la muestra, bajo las estrictas medidas higiénico sanitarias orientadas por las autoridades de Salud Pública, en una suerte de original performance, Drake hizo funcionar este artilugio, en tanto construyó varios catauros de la misma manera en que lo hacía en tiempo de su niñez para transportar biajacas que pescaba cerca de su casa para venderlas entre sus vecinos que las empleaban para sanar de insectos los pozos de agua dulce, o para transportar en estas flores, especialmente mariposas.
También habló de sus ancestros y herencias africanas, así como del duro bregar durante la infancia y la adolescencia para contribuir al sustento de sus padres y hermanos, en tanto realizaba pequeñas tallas en madera y realizaba figuras con el barro que podía adquirir en una fábrica de ladrillos cercana a su hogar. A los 11 años de edad comenzó a recibir clases de dibujo.
Con extraordinaria humildad y sencillez, el artífice disertó con orgullo sobre el legado dejado entre los suyos por los negros esclavizados brutalmente traídos a estas tierras, los que trasladaron consigo sus creencias y costumbres, patrimonio cultural que deviene símbolo de resistencia y sobre el que aún falta mucho por conocer y estudiar.
Miembro fundador de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y de la Acaa, fue además director de Patrimonio cultural en la provincia de Matanzas. Ha realizado más de 80 exposiciones colectivas y numerosas personales. Ha dicho que no se cansa de ejercer su profesión, la cual considera que es algo que tiene que entregarle al mundo y, sobre todo, a sus semejantes.
Este maestro de las artes visuales ha fundado su obra sobre la memoria personal y colectiva. Introducido en su pasado con el fin de entender mejor el presente, habla con sólidos argumentos sobre quién es y de dónde vino. Sus recuerdos perduran en sus esculturas, pinturas, dibujos, cerámicas y diseños gráficos, en los que están presente los vestigios del hombre insular desde los tiempos de la colonización española hasta nuestros días. Por eso, sus trabajos constituyen, asimismo, interesantes fuentes históricas.
Para Drake, todo lo que sus semejantes han producido puede servir como inapreciable documento histórico, pues en esos objetos se descubren, como metáforas de nuestras existencias, múltiples secretos que posteriormente son reconsiderados, mediante su imaginario artístico, como iconografías con extraordinario valor documental. Se trata de una visión antroposófica que tiene en cuenta numerosos conceptos filosóficos y espirituales.
Como el eminente fundador de la la Antroposofía, Rudolf Steiner (Kralijevic, límites de Austria y Hungría, 1861-Suiza, 1925) el prestigioso artista matancero cree que los principios espirituales son directamente relevantes para la vida y pueden transformar nuestra existencia, para lo cual ha demostrado que distintas disciplinas, como las artes, pueden devenir sorprendentes prácticas espirituales.
Acreedor de la Medalla Alejo Carpentier y de las distinciones Por la Cultura Nacional y Raúl Gómez García, Drake aprovecha todo lo visual —objetos, aves, animales y representaciones de la cultura, la antropología, la historia y la vida— que encuentra a su paso para ponerlo en beneficio de su imaginario estético, en función del pensamiento y la crítica de los espectadores, a los que convoca a reflexionar sobre sí mismos y el mundo en que viven. Es así como sus creaciones producen distintos significados al relacionarse con las personas, estableciendo con estas una conexión dialéctica y recíproca: sus obras nos proporcionan informaciones y sensaciones, pero asimismo nosotros les tributamos a ellas.
El también conocido como El escultor de la vida, participó en la última Bienal de la Habana, en el capítulo matancero titulado Ríos intermitentes.
El Museo Casa de África se inauguró en La Habana Vieja el 6 de enero de 1986, para brindar a los visitantes una vasta colección etnográfica del continente africano. Allí se exhiben más de dos mil piezas, desde monumentales tallas en madera hasta minúsculas piezas en marfil. Fuer erigido gracias a la solidaridad y la colaboración entre numerosos países de África y entidades culturales cubanas, entre estas la Oficina del Historiador de La Habana. La totalidad de los objetos que allí se exhiben con carácter permanente son regalos y donaciones de los gobiernos y pobladores de las naciones de ese continente, las cuales las han puesto a disposición del disfrute y el conocimiento de nuestro pueblo. Es, asimismo, sede de intercambio cultural entre las representaciones diplomáticas africanas, radicadas en el país, y lugar frecuentemente visitado por los estudiantes radicados aquí provenientes de esos países y por estudiosos de las religiones afrocubanas.
Excelente comentario que agradezco la cobertura periodistica que Rivas excelente amigo de Matanzas publica en este espacio