Hace cuatro años sorprendió hasta los más avezados analistas, sin olvidar las encuestas de afamados centros y diarios de su país Sin embargo llegó al poder y entonces todo comenzó.
La humanidad estaba acostumbrada a la prepotencia de los mandatarios estadounidenses, algunos menos que otros, pero todos se comportaban como si fueran emperadores del planeta.
Con Donald todo se agravó. Se convirtió de inmediato en el señor de las sanciones. A diestra y siniestra “castigaba” a todos los que se oponían a sus posiciones, sin importar la más elemental ética en el manejo de las cuestiones de Estado.
Con posiciones ridículas mostraba las “órdenes” presidenciales que provocaban, inevitablemente, medidas restrictivas a países sin importarle las consecuencias. Todo marchaba a su gusto y cuando alguien le hacía sombra lo hacía desaparecer del escenario.
Eso sí, fue consecuente con sus alabarderos, a quienes premiaba o sencillamente les hacía favores para que siguieran aplaudiéndole aunque se tratara de políticas gubernamentales que afectaban a países o sencillamente destruían acuerdos internacionales.
En este capítulo sí fue el campeón. Incluso afectó a sus propios aliados, ya fueran de la Unión Europea o de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que es lo mismo, la diferencia solo radica en el uniforme militar.
Utilizó la mentira como ningún otro político o mandatario de su país y no permitía la menor discrepancia. “El sólo podía tocar”, como decía un humorista cubano. Cuando se tenía que enfrentar a situaciones complicadas se refugiaba en el golf como tranquilizador.
Tan rápido como los pistoleros del lejano oeste sacaba la pluma para firmar cualquier disparatado documento y volvía a la ridícula posición de mostrar ante las cámaras su firma, que permitía cualquier medida que se le antojara tomar.
Cuatro años de soberbia y prepotencia, de sorpresa para sus más cercanos colaboradores, de moverse con la delicadeza de un elefante dentro de una cristalería y desde el primer momento prometiendo, prometiendo.
La vida le puso un reto que no supo aprovechar. La pandemia que afecta al mundo pudo ser el momento que mostrara un poco de humanidad no solo con otros pueblos, sino con el suyo, al que abandonó a su suerte, pero siempre prometiendo, en esta ocasión, las tan publicitadas vacunas.
Todo se fue acumulando en su contra. La crisis económica, el desempleo, el cierre de comercio, las críticas de sus aliados, primero veladas, e incluso él mismo. Y llegaron las elecciones.
Quizás su prepotencia lo llevó a creer que no sería tan difícil y que la firma de cheques y anuncios alentadores sobre las vacunas salvadoras le permitirían la tan deseada reelección.
Sin mascarilla y desde los más bárbaros comentarios sobre la enfermedad no hizo caso a los llamados de alerta que le dieron científicos de su país, Solo le faltó acudir a la brujería para intentar detener la masacre que el virus llevaba a cabo sin tener que enfrentarse a medidas sanitarias que lo detuvieran.
La humanidad siguió muy de cerca las recientes elecciones en los Estados Unidos, en especial gobiernos e instituciones internacionales dado el peso de esta nación en las relaciones internacionales y en la geopolítica.
A partir de un momento cundió el pánico entre sus más allegados y antes de llegar el final comenzó a cuestionar el proceso, habló de fraude, trampas, mal conteo de votos y no creía en ningún resultado que le fuera desfavorable.
Así hasta el capítulo tan impactante como la acción terrorista contra las torres gemelas, provocado y organizado, evidentemente por él y sus asesores, la toma del Capitolio por “patriotas”, en su inmensa mayoría blancos y representantes de grupos fascistoides y de extrema derecha.,
Otro personaje con igual nombre, surgido de la imaginación de los dibujantes de comics será recordado siempre con cariño y este, aunque nos pese, también deberá ser recordado como el peor de los presidentes estadounidenses, hasta el momento.
Mejor que un réquiem se merece un solavaya Donald.