La vida de un país es su gente. La riqueza de un país se construye y se reparte no por decreto, sino por derecho ganado. La felicidad de un país va en la sonrisa y alegría de quienes lo andan, sufren, trabajan y hacen crecer. Cuba apuesta por reunir vida, riqueza y felicidad este 2021, en una dicha compartida con más soberanía y Revolución.
No hay de otra. Hay que empaparse de rocío cada mañana en el campo para tener comida; hay que fundir acero para luego construir; hay que ser eficientes desde el primer día para repartir mejor las ganancias; hay que apartar la inercia y tomar decisiones audaces para mayores inversiones; hay que pensar más en exportar y menos en abrir la boca como los pichones; hay que subir montañas y hermanar hombres para vencer mortales enfermedades y caprichos naturales.
No hay de otra. Porque así nos enseñaron los abuelos, la historia y el pasado reciente. Porque así la prosperidad sostenible dejará de ser un guion sin obra en escena. Porque así nos respetarán más los enemigos y habrá más amor para repartir entre los amigos. Porque así lo pensó Martí, lo quiso siempre Fidel y lo merecemos todos.
Lo más lógico desde este 4 de enero es meterle el codo a nuestros propios errores y arrancarlos de tajo. Nadie lo hará más responsable y justo que nosotros. Y para levantarse de nuevo serán precisos soles de laboriosidad, disciplina y conciencia. Nada será fácil, quizás como en 1959, todo será más difícil. Pero hoy sabemos cómo hacerlo y no se trata de un empeño más, ahora nos va el destino como nación.
La vida de un país es su gente. Subamos el escalón, sudemos hasta el cansancio, gritemos si es preciso. Al final solo una idea debe estremecer nuestras almas: Cuba. ¿Acaso existe razón más bella?