Se había convertido en una costumbre que en ocasión de alguna fecha histórica, y más cuando se trataba del Primero de Enero, en diciembre se inauguraban obras cuya magnitud no es posible en estos momentos, pero no han dejado de ejecutarse.
También un conjunto de pequeñas instalaciones de prestación de servicios o fábricas, pueden ser capaces de obrar el milagro de conseguir lo que en otros años se lograba con grandes obras.
No hay construcciones de grandes edificaciones como años atrás, pero tampoco hay que creer «Que las mató el tiempo/Y la ausencia», pues como dice la canción de Mercedes Sosa en la voz de Joan Manuel Serrat: «Pero su tren/Vendió boleto/De ida y vuelta» y están ahí de regreso esas obras que van llenando vacíos en las comunidades sin que, a veces, sean advertidas por las mayorías, como sucedía en décadas anteriores.
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Aquellas pequeñas cosas
Uno se cree
Que las mató el tiempo
Y la ausencia
Pero su tren
Vendió boleto
De ida y vuelta
Son aquellas pequeñas cosas
Que nos dejó un tiempo de rosas
En un rincón
En un papel
O en un cajón
Como un ladrón
Te acechan detrás de la puerta
Te tienen tan
A su merced
Como hojas muertas
Que el viento arrastra allá o aquí
Que te sonríen tristes y
Nos hacen que
Lloremos cuando
Nadie nos ve[/column][/row]
[box title=»Por Serrat, de Mercedes Sosa, esta melodía se titula Aquellas pequeñas cosas:» box_color=»#e0720c» title_color=»#ffffff»] [/box]
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Un nuevo taller de bloques
En el municipio de Encrucijada, en la provincia de Villa Clara, en una pequeña localidad conocida como Dos Hermanas, ha resurgido un taller cuya producción no iguala aquellas plantas de elementos prefabricados para levantar un alto volumen de viviendas, pero es capaz de contribuir a abastecer de bloques a los necesitados del territorio aledaño. [/column] [column size=»1/2″ center=»no» class=»»]
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La fábrica de helados
No tendrá las dimensiones de las fábricas de helados inauguradas en décadas pasadas, pero una pequeña planta hace que el producto esté presente en el mercado. Ocupa un local que permanecía «Como hojas muertas/Que el viento arrastra allá o aquí/Que te sonríen tristes y/Nos hacen que/Lloremos cuando/Nadie nos ve», pero ya no es así, pues ya constituye noticia su sistemático funcionamiento.
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El Malecón de la playa de Caibarién
Por supuesto que no tiene la envergadura del habanero, ni siquiera del cienfueguero, pero este recién terminado pedacito de Malecón de la playa de Caibarién, hace que los lugareños y visitantes puedan disfrutar de momentos de esparcimiento con un entorno más agradable.
A pocos metros, hay otro malecón en esta ciudad portuaria conocida como La Villa Blanca, cuya construcción era reclamada por la población desde la década de los años 50 para evitar penetraciones del mar, que embravecido era capaz de cubrir hasta la mitad y más, los interiores de las casas cercanas.
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La Taberna Ruinas del Puerto
El puerto villaclareño de Caibarién es el punto inicial de un pedraplén de casi medio centenar de kilómetros que conduce hasta cayerías convertidas en polo turístico, allí también hay otra pequeña cosa «Que nos dejó un tiempo de rosas/En un rincón/En un papel/O en un cajón/Como un ladrón» y que «Te acechan detrás de la puerta».
Se trata de un ruinoso edificio que en sus primeros años debió lucir esplendoroso a escasos metros de litoral del norte de Caibarién. Con más deseos que recursos, con imaginación creativa, la añeja obra se ha convertido en la acogedora Taberna Ruinas del Puerto, centro que como su nombre indica, son partes que han resistido los embates del tiempo y también las inclemencias meteorológicas que han azotado esta parte del norteño litoral de Villa Clara.
A escasa distancia está el pedraplén al Cayo Santamaría, una majestuosa obra vial levantada piedra a piedra a través del mar sin dañar el medio ambiente, lo cual es una hazaña laboral demostrativa de que el hombre puede dominar la naturaleza.
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Todas aquellas pequeñas cosas, en Villa Clara, como en cualquier lugar de Cuba, se convierten -por milagro terrenal- en grandes pequeñas cosas.