Por: Beatriz Serrano Alarcón, profesora del Instituto de Farmacia y Alimentos (IFAL) de la Universidad de La Habana y Dahomy Darroman Sánchez
Los seres humanos comemos, en principio, para vivir. Los alimentos contienen los nutrientes que nuestro organismo necesita para realizar sus funciones vitales. Sin embargo, comer no se restringe solamente al hecho biológico. Alrededor de este acto, las normas sociales, hábitos y saberes culturales determinan lo comestible, las recetas y fechas de consumo o el valor social de un alimento sin priorizar necesariamente el valor nutricional.
Los procesos sociales, económicos y culturales endógenos que originaron y moldearon la cultura alimentaria en Cuba, junto a la influencia internacional, han establecido comportamientos perjudiciales para la salud, evidentes en los hábitos dietéticos actuales. Marcado por serias dificultades en cuanto a la disponibilidad y el acceso físico, social y económico, el debate sobre la alimentación en Cuba parece restringirse a estos aspectos. No obstante, la utilización de los alimentos y su impacto en la salud superan este análisis.
Dentro de las estrategias para abordar estas problemáticas, la educación alimentaria y nutricional se ha erigido como una poderosa herramienta. Se trata de promover la educación en prácticas saludables, que abarque desde los procesos de producción de los alimentos hasta los de consumo. Ello, con el objetivo de modificar hábitos y crear estilos de vida saludables que impacten positivamente sobre la salud humana y medioambiental.
Dieta y salud
La dieta cubana es homogénea y monótona, caracterizada por una baja ingesta de frutas y vegetales. Entre los mayores desafíos para la salud pública está disminuir el consumo de sal, azúcar y grasa en la población, así como paliar los efectos del sedentarismo. Este conjunto de hábitos nocivos incrementan el riesgo de padecer Enfermedades Crónicas No Transmisibles como la hipertensión y la diabetes mellitus.
En relación a los hábitos alimentarios, disímiles padecimientos como las avitaminosis, la anemia ferropénica y las caries, así como las enfermedades en cuya mejoría incide directamente el tratamiento nutricional -intolerancias, alergias o los trastornos del metabolismo-, demuestran el impacto sobre la salud de no vigilar la ingesta diaria y facilitan la comprensión de las estrictas indicaciones médicas sobre la alimentación que en ocasiones son necesarias para el éxito del tratamiento.
El individuo en su capacidad de determinar su estilo de vida también determina la atención que desea brindarle a la alimentación. Al respecto, malinterpretar o ignorar los criterios que se emiten desde un enfoque biológico resulta tan inconveniente como basar por completo esta decisión en los dictados sanitarios.
En contraste, el creciente apego a la práctica excesiva de ejercicio, fundamentalmente en los hombres, ha condicionado la aparición de factores de riesgo de padecer vigorexia y ha aumentado el consumo de ayudas ergogénicas adquiridas a través de un mercado irregular y consumidas sin supervisión especializada. Otros trastornos de la conducta alimentaria como la anorexia, la bulimia y la ortorexia, si bien se presentan, no son comunes en el país.
Por otra parte, la ingestión de bebidas alcohólicas, especialmente ron y cerveza, representa una compleja situación para las autoridades sanitarias, la industria alimentaria y el comercio.
Cuba tiene una amplia tradición en la producción de ron, lo que ha sembrado un orgullo nacional sobre el destilado. Se estima que en la Isla, aproximadamente el 45,2 % de la población consume bebidas alcohólicas.
El incremento del consumo social, el inicio desde tempranas edades y el insuficiente desarrollo de campañas de bien público son ejemplos de algunos de los aspectos que inciden en la complejidad de la situación.
Además, en el país existe una mayor gama de marcas, formatos y precios en comparación con otros productos comestibles. Asimismo, tanto los representantes nacionales de mayor prestigio como los importados cuentan con un fuerte respaldo publicitario a través de vías tradicionales y alternativas.
Sin embargo, a pesar del apego cultural es innegable que el consumo de alcohol está asociado a diversas enfermedades que pueden presentarse a corto o largo plazo.
Entre dichos padecimientos se encuentran la pancreatitis aguda, las afecciones fetales en las mujeres embarazadas, el hígado graso, algunos tipos de cáncer (esófago y faringe), la cirrosis hepática entre otros, agravados por problemas sociales como la violencia intrapersonal, accidentes y lesiones.
Estos elementos muestran la interrelación entre la alimentación y la salud. De ahí la necesidad de promover su concientización en la sociedad.
En próximos artículos ahondaremos en otros elementos del entorno alimentario que actúan en la educación nutricional de la población.
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