Parecía inmortal por la veintena de heridas que marcaban su cuerpo recibidas en las tantas batallas libradas durante dos guerras, pero la de aquel 7 de diciembre, en San Pedro, resultó definitiva. El enemigo le arrebató ese día a la gesta libertaria uno de sus más brillantes líderes; sin embargo, no pudo borrar la profunda huella que dejó en la historia patria, por su genial ejecutoria militar y la hondura de su pensamiento.
Tuvo Maceo conciencia de que la conquista de la independencia no era un fin último, sino “condición indispensable para otros fines ulteriores más conformes con la vida moderna, que son la obra que nos toca tener siempre a la vista sin atemorizarnos de ella”. Era la demostración de su confianza en la capacidad de los cubanos de construir una sociedad mejor.
En los momentos más difíciles el legado del Titán de Bronce ha sido fuente de inspiración, como ocurrió durante la Crisis de Octubre, cuando dijo el Che: “Nuestro pueblo todo fue un Maceo”.
Hace 31 años, en la fecha de su caída en combate, junto a su ayudante Panchito Gómez Toro, se le brindó el mejor de los homenajes a quien manifestó su deseo, una vez concluida la independencia de Cuba, de marchar a liberar Puerto Rico, “pues no me gustaría dejar la espada dejando esclava esa porción de América”.
Fue la Operación Tributo, nombre que se le dio al traslado a la patria de los internacionalistas cubanos caídos durante el cumplimiento de honrosas misiones militares y civiles en Angola, Etiopía y en otros países hermanos. El 7 de diciembre se convirtió así en día de recordación de todos los cubanos que han dado sus vidas no solo por la patria, sino también en defensa de la humanidad. Se unieron para siempre, en la evocación, patriotismo e internacionalismo, dos valores que nos caracterizan.
Al referirse a los caídos en nuestras luchas el Comandante en Jefe expresó: “Nosotros entonces habríamos sido como ellos, ellos hoy habrían sido como nosotros”. Así resumió el compromiso con el pasado que nos nutre en el enfrentamiento a los desafíos actuales, que no son menos difíciles y decisivos.
El enemigo libra hoy contra nosotros una guerra no convencional que persiste en su estrategia de injerencia en el país, con intenciones de dominación sin el uso de la tecnología bélica. Los soldados de esta guerra son asalariados del imperio que apuestan a un estallido social y realizan actos violentos haciéndolos parecer como un reflejo de la inconformidad ciudadana. Sus armas son las redes sociales apoyadas por el ecosistema de medios de la contrarrevolución y la maquinaria internacional de desinformación.
Es un combate difícil, pero no lo fueron menos los que tuvieron que enfrentar en su tiempo Maceo, sin intimidarse por el poderío del ejército español, y los internacionalistas cubanos que desinteresadamente pelearon en defensa de los ideales más nobles de la humanidad. Ellos nos alientan en las próximas batallas y nos recuerdan, además, como dijo el Comandante en Jefe, que la estrategia nuestra es la de la resistencia y de lucha, y no puede ser otra. “Si usted cede la punta de un dedo, le piden el dedo, la mano, el brazo, todo”. No habrá tribuna para el adversario ni sus marionetas porque sus intenciones son las de entregarnos a las apetencias del vecino del Norte. Contamos con el antídoto más eficaz contra tales designios, que es la unidad del pueblo y su decisión irrenunciable de seguir sumando nuevos eneros al que iluminó el futuro de la nación en aquel victorioso año de 1959.
En la reciente Tángana del parque Trillo los reunidos entonaron una hermosa melodía que pedía perdón a los muertos de nuestra felicidad. No dejaremos que nos la arrebaten, es nuestro compromiso, reiterado en este 7 de diciembre. Haremos fracasar los intentos de fomentar aquí las llamadas “revoluciones de colores”, o cualquier otra modalidad de subversión. Nuestra Revolución nació en combate hace más de 160 años y sus colores son los de la independencia, la soberanía, la dignidad. Está en pie la advertencia de Maceo a quienes intenten apoderarse de Cuba.